Por Florencia Vizzi

Más de una vez, por vivencias propias o cercanas, uno suele preguntarse que depararán los días previos al final de nuestras vidas. ¿Estaremos solos, acompañados, enfermos? ¿Tendremos familia o amigos a nuestro lado? ¿Será difícil para ellos, podrán acompañarnos, serán capaces, dispondrán del tiempo, querrán hacerlo? Con ese eje, el de acompañar a personas que padecen enfermedades terminales y transitan cerca del final del recorrido, la Organización Hospice Rosario, con cerca de siete años de vida, se compromete cotidianamente con esa misión.

El Movimiento Hospice se ha desarrollado internacionalmente y existe en cientos de ciudades del mundo. Según los principios que publican en su sitio web, difunden «una filosofía del cuidado hacia una persona enferma que se encuentra transitando el final de la vida; ya sea por la evolución de una enfermedad incurable o por la progresión natural de su envejecimiento. A través del método de Cuidados Paliativos, el Movimiento Hospice ofrece un tratamiento especial por medio de un equipo de voluntarios y profesionales que ayuda a integrar la multiplicidad de dimensiones de la persona, en especial la espiritual, con el objetivo último de lograr los cuidados humanos integrales necesarios en el paso trascendente del enfermo». 

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Foto: Ines Da Ros (Hospice)

Según se explica en los fundamentos ontológicos de la ONG, «el término Hospice describe tanto un lugar de cobijo y descanso, como la relación que se establece entre el huésped y el que hospeda. Define un ideal y una filosofía de cuidado que libera a la muerte del ocultamiento al que es sometida en la sociedad actual. El término “Hospice” refiere a una filosofía, a un espacio, a una modalidad de cuidados compasivos y competentes que pueden ser aplicados de diversas maneras: en el hogar del enfermo, en una casa de cuidados paliativos, en hospitales, o ayudando al enfermo ambulatorio».

Las raíces de Hospice, al menos en la Argentina, abrevan de diferentes movimientos ecuménicos, relacionados con la Iglesia Católica, y «abiertos a todas las personas que los necesiten sin discriminación alguna, con especial preocupación por aquellas que carecen de los recursos económicos necesarios o que no tienen entorno familiar que pueda sostenerlos».

Conclusión dialogó con dos voluntarias y fundadoras de la organización, Inés y Viviana, quienes relataron la trayectoria de Hospice Rosario y narraron su experiencia como voluntarias.

Inés toma la posta en la conversación y explica: «En Rosario, Hospice se fundó en 2009, como iniciativa de un grupo de amigos católicos que conocimos la idea, nos enamoras de ella y nos propusimos llevarla a cabo. En sus orígenes, Hospice tiene tres modalidades. Una de ellas, la más extendida, es con el establecimiento de una casa en la que se instalan los enfermos como si fuera su propio hogar, con médicos, enfermeros, cocineros, limpieza, con todo lo que necesitan para disfrutar de un tránsito placentero, masajes, charlas, múscia, entretenimiento, misas… Ese sería nuestro objetivo a futuro. Las otras opciones son realizar el acompañamiento en los hogares de los enfermos o en los hospitales». Y agrega que actualmente se encuentran trabajando en la unidad de cuidados paliativos del Hospital Geriátrico Provincial Ayolas.

A su turno, Viviana explica que trabajan acompañando enfermos terminales: «Los acompañamos desde un lado espiritual. Estamos con esas personas que muchas veces no tiene quien las cuide o quien pueda estar al lado de su cama en ese estadío final. Si bien muchos tienen familia, por ahí la familia muchas veces se siente excedida al estar permanentemente acompañándolos. Tienen que trabajar, tienen sus propias familias para llevar adelante… y algunos, muchos, también están solos».

¿En que consiste el acompañamiento que brindan?

— (Inés) Es importante destacar que si bien estas personas están en una fase terminal, es una etapa en la que queda mucho por hacer. Es donde tratamos que logren tener un cierre lo más sano y agradable posible. En ese estadio pasan por muchas cosas… muchas veces no saben lo que les pasa o no quieren ser conscientes. Entonces se trata de acompañar esas etapas para que ese final sea lo más reconfortante posible. Se busca que concilien o mejoren sus vínculos con sus hijos o familias, ayudarlos con la documentación… con lo que necesiten. El cuidado no lo hacemos desde el lado médico, para eso está el hospital, en este caso, sólo nos dedicamos a un acompañamiento diario o semanal, para darle lo mejor que cada uno pueda dar, porque cada voluntario tiene su forma de ser y su forma de encontrarse con la persona que acompaña. Por ejemplo, tenemos a Vicky, que ahora está acompañanado a un hombre con quien se conectaron por medio del truco, porque es lo que el tiene ganas de hacer, de jugar… Con Catalina, otra voluntaria, se conectan a lo mejor desde el lado más espiritual… Hay que encontrar ese vínculo con cada uno y lo que se le puede aportar. Porque además ellos nos aportan a nosotros, nos dan una razón para seguir con esto, ellos mismos nos muestran un camino.

— ¿Y cómo es para ustedes compartir tanto tiempo con alguien que saben que está próximo a la muerte?

— (Viviana) Cuidamos a los enfermos y también tratamos de cuidarnos entre nosotros. Cada voluntario va aportando y también vamos viendo como se sienten, las cantidades de horas que van pasando con los enfermos, porque se va estableciendo un vínculo con cada uno. Hay que ir viendo los límites de cada uno de los voluntarios, a veces nos hemos encontrado con situaciones de tiempo más largo, sobre todo en el Ayolas, porque hay una unidad de cuidados paliativos, entonces allí a lo mejor hay enfermos que están varios meses, entonces se va estableciendo un vínculo más profundo con, vamos viviendo su deterioro, los vemos pasar por muchas etapas, vemos sus mejorías en algunos aspectos y su decadencia en otros. El vínculo que se genera es muy profundo… empezamos a conocerlos de una manera muy personal… Es muy difícil no pasar cierto límites, pero bueno, uno va aprendiendo y adquiriendo experiencia. Cada caso, cada situación, cada persona, cada enfermo que ha llegado a nuestro cuidado, lo vamos manejando de distintas maneras. Y nosotros no somos los mismos tampoco después de que ellos que pasan por nuestras vidas…

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Foto: Ines Da Ros (Hospice)

— ¿Cómo se hace para sobrellevar la muerte de estas personas con las que se establecen vínculo profundos y se produce un apego, considerando además que son situaciones que  te ponen en contacto con la propia mortalidad?

— (Viviana) Claro que te afecta, te toca profundamente… pero la idea es que podamos manejarlo de un modo que no sea contraproducente. Trabajamos con una psiquiatra que colabora con la organización y con el padre Gabriel, de la iglesia del Pilar, que nos van dando herramientas para poder remontar esas situaciones.

— (Inés) Una de las formas de superarlo es ver todo lo que uno hizo por esa persona. Esa alegría que te cambia el ver que falleció pero hubo una ganancia en su vida, que hay un agradecimiento eterno hacia nosotros y de nosotros hacia ellos por lo brindado. Ver que para ellos no fue lo mismo que si no hubiéramos estado. Pero no por una cuestión de ego, sino porque hubo otra alegría, ves sonrisas, ves conciliaciones, ves ternura… en cierta forma hemos logrado cambiar esos días de su vida, y mejorarlos.

— Desde el punto de vista personal, ¿cómo es para ustedes el tránsito de acompañar a enfermos terminales?

— (Viviana) Ese acompañamiento te hace ver y preguntarte muchas cosas. Te pone en contacto con tus propios miedos y tus propias miserias, y por supuesto, con la propia mortalidad. Te preguntás como va a ser el día de tu muerte, quienes van a estar a tu lado y te acompañaran. En cierta forma,  te terminás viendo a vos mismo allí, hay una identificación. Te pones en ese lugar y te preguntás que te gustaría recibir. Es duro, pero a la vez, es hermoso ver que a esas personas  les cambia un poco la vida, en esos cinco, seis u ocho meses… una tarde que estuviste tomando mates, que te cuenta sus historias, lo que hicieron o lo que les habría gustado hacer… Eso nos da paz a nosotros como acompañantes, y les proporciona mucha paz a ellos, sobre todo para los que están solos… a veces es raro pensarlo, porque te cuentan sus historias más íntimas, más personales, sin conocernos prácticamente. Es hermoso y para ellos es necesario, los ayudas en cierta forma a soltar parte de su vida en la tierra. Para mí, la experiencia desde este lugar ha sido hermosa, al ver como el otro puede ir soltando cosas y quedándose un poco más en paz.

— (Inés) Al principio sentía que ellos nos cuidaban a nosotros. Nos esperan, nos reciben con alegría, nos atienden… Fue muy duro para mí en determinados momentos y a veces tuve que poner distancia… ahora trato de verlo con alegría. Y de brindarles alegría, pienso que después de esta etapa vamos a un lugar mejor, y quiero tratar de dejarles algo… lo que sea… darles un vaso de agua a alguien que no tenía quien se lo alcance, o pintarles las uñas y peinarlos… esas cosas. Me da alegría a mi y a ellos, Y creo que eso es lo que queda, para todos, los que nos quedamos un tiempo y los que se van ahora.

¿Les ha pasado de tener recelos con algún paciente, por su historia o por su conducta en la vida, y no tener ganas de cuidarlos?

— No, al menos hasta ahora no. Nosotros nos juzgamos, no somos quienes… lo que ofrecemos es amor. Cada uno vive su vida de la manera que puede, mejor o peor, y la idea es que puedan perdonarse, porque esa es  la manera de irse en paz, entonces es importante saber que aunque hayan hecho algo malo, alguien está allí para cuidarlos, para tenderle la mano, para darle un poco de amor.

Para contactar con Hospice Rosario pueden enviarse mensaje al facebook de la organización:

https://www.facebook.com/hospice.rosario/?fref=ts

Fotos: Gentileza Ines Da Ros