El mejor tenista argentino de todos los tiempos hoy está celebrando se cumpleaños numero 70. En su haber cosecha 62 títulos, cuatro de ellos de Grand Slam. Un emblema del deporte nacional que popularizó en Sudamérica con hazañas inolvidables que lo elevaron a la categoría de leyenda.

Vilas llegó al mundo un 17 de agosto de 1952 en la Capital Federal, pero a los pocos días sus padres se mudaron con él a Mar del Plata, a la casa de la Avenida Colón que ocupó durante su infancia y adolescencia, hasta que salió a recorrer el mundo con una raqueta en la mano.

Hijo del escribano José Roque Vilas y de Maruxa, el crack nació en el Sanatorio Anchorena de la Ciudad de Buenos Aires, pero a los 10 días estaba en el que sería su lugar en el mundo: Mar del Plata. El extenista estudió en el Instituto Peralta Ramos junto con su hermana Marcela, tomó su primera raqueta a los 5 años y comenzó a castigar el frontón, hasta que lo descubrió el profesor Felipe Locícero.
Su primera raqueta fue una Sarina Children que le regaló su padre y la empuñó en el Náutico de Mar del Plata, club donde dio sus primeros pasos en el tenis antes de salir de gira por el mundo y hacerse conocido para transformar ese deporte en la Argentina y en Sudamérica.

El ‘zurdo’ de la vincha deslumbró en el circuito con la conquista de cuatro torneos grandes: Roland Garros y el US Open en 1977, más el Abierto de Australia en 1978 y 1979.

Si bien fue un especialista en polvo de ladrillo, Vilas era tan profesional y perfeccionista que fue capaz de jugar razonablemente sobre césped.

Por eso, a los 22 años ganó el Masters en el césped del estadio Kooyong, en Melbourne, en 1974 y ante el talentoso rumano Illie Nastase, quien era campeón del US Open de 1972 y Roland Garros de 1973.

También popularizó y patentó un golpe, la «Gran Willy», que consiste en impactar la pelota por entre las piernas y de espaldas a la red, una maniobra de malabarismo tenístico propia de los elegidos.

Una elección clave en su vida fue la del entrenador rumano Ion Tiriac, a quien se unió en 1975 para diseñar una carrera casi perfecta que lo elevó al segundo lugar del ranking mundial, aunque debió haber sido número uno, su asignatura pendiente.

Vilas y Tiriac diagramaron una sociedad perfecta. Junto al rumano ganó sus Grand Slams, más 16 títulos en un año y 46 partidos consecutivos, todo esto en 1977 cuando fue el líder indiscutido para todos aunque el ranking de la ATP no lo admitiese jamás.

Vilas no fue reconocido como número uno a pesar de que ese año tuvo esos hitos y además totalizó 137 partidos ganados en todas las superficies.

Esa negativa de la ATP a reconocerlo motivó el nacimiento de «Vilas: Serás lo que debas ser o no serás nada», el documental de Netflix que emprende la cruzada de lograr el merecido reconocimiento del talento argentino que por ahora no se produjo.

El ex notable tenista llegará a las siete décadas lejos de su país, lo pasará en Montecarlo, donde reside con su esposa, la tailandesa Phiangphathu Khumueang, y sus cuatro hijos, Andanin, Intila, Lalindao y Guillermito, en épocas difíciles ya que transita una enfermedad neurológica con signos cada vez más evidentes de un deterioro cognitivo que motivó que sus apariciones en público sean esporádicas.