Por Carlos Duclos, desde Europa

 

Ante miles de fieles que se congregaron hoy en la Plaza San Pedro, en el marco del Jubileo de los Enfermos y Discapacitados, el Papa Francisco, enfático como siempre y sin rodeos, denunció que la cultura de nuestros días “considera que una persona enferma o discapacitada no puede ser feliz, porque es incapaz de realizar el estilo de vida impuesto por la cultura del placer y de la diversión”.

Seguido por fieles de numerosos países, entre quienes tuvieron prioridad enfermos y discapacitados, Francisco en su homilía expresó que “en esta época en la que el cuidado del cuerpo se ha convertido en un mito de masas y por tanto en un negocio, lo que es imperfecto debe ser ocultado, porque va en contra de la felicidad y de la tranquilidad de los privilegiados y pone en crisis el modelo imperante”.

El Papa, poniendo el acento allí donde le duele al ser humano indiferente ante el dolor del prójimo, dijo que “es mejor tener a estas personas (enfermos y discapacitados), separadas en algún «recinto» -tal vez dorado- o en las «reservas» del pietismo y del asistencialismo, para que no obstaculicen el ritmo de un falso bienestar. En algunos casos -siguió-, incluso, se considera que es mejor deshacerse cuanto antes, porque son una carga económica insostenible en tiempos de crisis”.

Sin concesiones, el Papa añadió: “con qué falsedad vive el hombre de hoy al cerrar los ojos ante la enfermedad y la discapacidad. No comprende el verdadero sentido de la vida, que incluye también la aceptación del sufrimiento y de la limitación”.

El Papa tuvo palabras de reconocimiento para los médicos y personal de la salud que trabajan por los más desamparados, evocación que fue recibida con un aplauso de la multitud.

Al concluir la misa y antes del rezo del tradicional Angelus, Francisco recordó que se celebraba hoy la Jornada contra el Trabajo Infantil y denunció que se trata de una moderna forma de esclavitud. El Sumo Pontífice condenó el hecho de que mueran en el mundo miles de niños en forma permanente como consecuencia del trabajo infantil.

Al concluir el oficio religioso el Papa saludó a enfermos y discapacitados y cuando todo hacía prever que se retiraría hacia el interior de la gran basílica de San Pedro, descendió las escalinatas, subió al Papamóvil y recorrió toda la inmensa e histórica plaza saludando a los fieles que estallaron en vítores y aplausos.