Siria, Rusia, la Otan. La política exterior del presidente estadounidense, Donald Trump, sufrió un giro de 180 grados, señal de que su diplomacia se está normalizando y está dejando atrás las posturas que defendió durante su campaña.

«Las circunstancias cambian», reconoció a la CNN el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, personificando una teoría conocida en Washington sobre los mandatarios: cuando llegan al Despacho Oval, ven las cosas desde otra perspectiva.

Trump, hasta ahora percibido como «aislacionista» y «proteccionista», modificó su postura el pasado miércoles con el tema de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan).

Durante su campaña y el inicio de su presidencia, provocó un terremoto político en Europa afirmando que la OTAN estaba «obsoleta» y reclamando que los aliados del viejo continente asuman más gastos económicos.

De alguna forma reiteró una postura repetida por los presidentes estadounidenses, aunque Trump implantó su particular estilo directo a la hora de comunicar.

Pero durante la rueda de prensa conjunta del miércoles con el secretario general de la Otan, Jens Stoltenberg, dio marcha atrás y rectificó. «Dije que era obsoleta, ya no es obsoleta», señaló.

A pesar de ello, pidió que los 28 miembros de la organización aumenten sus gastos en defensa al 2% de su Producto Interior Bruto (PIB). Se prevé que insista en esta propuesta durante la cumbre de la OTAN el 25 de mayo en Bruselas.

Su primer viaje a Europa como presidente será analizado con lupa por Rusia, con quien Estados Unidos endureció su postura en los últimos días.

Esta actitud contrasta con su promesa de campaña de impulsar un acercamiento con las autoridades rusas si llegaba a la Casa Blanca.

Cabe recordar que siendo candidato, Trump alabó hasta la saciedad al presidente Vladimir Putin, un gobernante «fuerte» e «inteligente», según él.

En  tanto, el jueves vaticinó en Twitter que «las cosas se arreglarán entre Estados Unidos y Rusia». «Sería fantástico si pudiéramos entendernos con Putin», dijo el mandatario estadounidense quien también insistió en que no conoce a Putin, que las relaciones entre ambas potencias nucleares están «tal vez en el nivel más bajo» de su historia y que «puede pasar mucho tiempo hasta alcanzar la reconciliación».