Opina Carlos Duclos

Si ciertos políticos argentinos devenidos funcionarios, es decir rectores de gran parte del destino de la sociedad y, por tanto, de la persona, pueden violar preceptos éticos y morales y burlarse decorosamente de los derechos ciudadanos, no veo por qué no he de violar yo, para bien de alguno, aunque sea uno, los principios de la construcción gramatical periodística. Por eso a menudo prefiero esto de la primera persona, que no es cuestión de “yoes”, como alguno pudiera pensar, sino de hacerse cargo, bien cargo, de lo que se dice. Y Dios dirá después.

El diario Ámbito Financiero al referirse al tema de los impuestos y costos de servicios para 2017, ha señalado entre otras cosas: “Las boletas de luz, gas y agua tendrán nuevos incrementos en el próximo año, que varían entre 22% y hasta 89%. En la Ciudad de Buenos Aires el ABL se elevará hasta 38%, aunque se estima que la suba promedio rondará 30%. «Más de la mitad del padrón aumenta como máximo $ 62 por mes», afirman en Hacienda porteña (…) La provincia de Buenos Aires aplicará un aumento del 36% promedio en el impuesto inmobiliario. En Córdoba el revalúo llevará un 35% más en el tributo agrario y 30% en el urbano. En Santa Fe, los dos impuestos se acrecentarán igualmente 30%. Municipios de diversas provincias ya consiguieron aprobación por ley de los nuevos cuadros tarifarios fiscales (…) Las empresas de medicina prepaga fueron autorizadas por el Ministerio de Salud de la Nación a aplicar un nuevo incremento de hasta el 6% en sus cuotas, a partir del 1 de febrero próximo. El 2016 cerró con cuatro actualizaciones, que acumularon un incremento de 38%”.

Las aguas suben inundando bolsillos

Rosario3 (para mencionar un medio de nuestra ciudad) ha publicado respecto del servicio de red de agua potable: “Desde el gobierno provincial anunciaron que habrá un incremento del 28% desde el mes que viene y de otro 10% a facturarse desde junio. Argumentaron que es “por pedido de la empresa Aguas Santafesinas” y la “consideración del ente regulador”. No descartan más subas en los últimos meses del año”.

Pero esto es apenas una muestra minúscula de los aumentos que se producen periódicamente en impuestos, sellados, costos de servicios públicos y privados, tributos etcétera en cualquier punto del país. Sin contar, naturalmente, los costos de alquileres, expensas, alimentos, escuela y útiles escolares, servicios médicos, etcétera a los que nadie le pone límites. También, claro, aumenta el desempleo, la desconsideración hacia salarios dignos y acordes con la realidad, pero esto para ciertos políticos en funciones y  encargados de regir destinos humanos no es primordial. Lo primero es que cierren las cuentas, luego que cierren los intereses políticos y económicos de ciertos sectores y si cierran los derechos de la persona común bien, sino también.

Y claro está, siempre la misma cantinela: sin pagos de impuestos y servicios y costos ajustados, el Estado no puede funcionar. Eso sí, si el ciudadano común se atrasa porque se le dificulta pagar, se enfrenta a serios problemas con el susodicho Estado. Se exigen pagos y cumplimientos fiscales del primer mundo, pero el servicio que se presta es del décimo… y con suerte.

La clase media siempre apaleada

En este comentario no hay animosidad política, aclárese, pero si hay ánimo de ponerse en el lugar de aquellos que siempre pagan los platos rotos con las bondades de sus bolsillos. Bondades que no sobran, sino que se ganan con el sudor de la frente y a menudo para sobrevivir. Bondades que le pertenecen casi siempre a una clase media siempre perseguida, siempre exprimida, siempre apaleada por “los monarcas de turno y los señores feudales” (las comillas son para resaltar la metáfora). Clase media, entiéndase, que no se mide por sus recursos económicos, sino por sus recursos morales, intelectuales y virtudes. En Argentina, esta clase media es la clase inocente, la clase dispuesta, la clase apaleada y hasta la clase desgraciadamente resignada o anestesiada ¿Hay quién la despierte y lidere hacia un nuevo destino?

La concejala del Frente para la Victoria, Norma López acaba de lanzar un comunicado respecto del aumento de Aguas en el que dice, entre otras cosas: “Un trabajador que perciba el salario mínimo vital y móvil ($ 8.060), deberá destinar el 40% de su sueldo a pagar impuestos y servicios. Una cifra que ya alcanza los 3 mil pesos. Si pensamos que el servicio eléctrico llega a un aumento del 100%, el de Aguas a un 40%, y sumamos el 203% en la factura de GAS, más el 55% de TGI y el 30% en API, las cuentas para cualquier familia tipo no cierran”. Señoras, señores, esto es incontrastable, es absolutamente cierto. Podemos o no coincidir con el pensamiento político de Normal López, lo que no se puede es burlar la verdad sólo para que prime nuestro interés ideológico. Eso es fatal para los sueños de una sociedad necesitada de que rija la justicia en todas sus formas.

Aumenta el agua en Santa Fe, como aumentan otros servicios en todas partes, y todo siempre a costa del ícono de la heroicidad argentina: la clase media en el sentido extenso de su significado, siempre expuesta a las exacciones (en todo sus acepciones este término) legales.