Por Marcelo Chibotta

La decisión del Senado brasileño de separar a Dilma Rousseff de la presidencia por 180 días, no sólo conmocionó al país más grande de Sudamérica sino que también produjo un estado de alerta en toda la región y particularmente en Argentina.

Por ello, Conclusión entrevistó al doctor en Relaciones Internacionales y becario post doctoral del Conicet, Esteban Actis, quien ofreció su mirada sobre el proceso que dio lugar al juicio político que enfrentará Rousseff.

Consultado sobre cuánto de errores internos y cuánto de incidencia externa hubo para que se produjera el desenlace, Actis afirmó que “el principal problema que enfrentó Brasil fue el vacío de poder que se generó tras asumir Dilma Rousseff su segunda presidencia”.

“Ella ganó una elección muy polarizada con el 52 % de los votos, y  durante los dos primeros meses de gobierno ya perdió mucha popularidad porque tomó la agenda de gobierno de la oposición y produjo un ajuste ortodoxo” – observó el docente rosarino – para después añadir: “Puso como ministro de Economía a Joaquim Levy, que era un economista de la derecha, y en ese momento empezó a perder apoyo, tanto de los sectores conservadores que la veían como una presidenta que no era de su propio sector, como de los movimientos sociales y del Partido de los Trabajadores, que veían que estaba tomando un rumbo que no era el que planteó en la campaña”.

Más adelante, el becario del Conicet describió: “En ese momento, con esa crisis de legitimidad e imagen y con el 10 % de popularidad, los sectores de la oposición observaron que para las elecciones de 2018 quedaba mucho tiempo y comenzaron a ver la posibilidad de provocar una salida anticipada”.

En ese sentido, Actis añadió que Rousseff “creyó que de esa manera iba a poder conciliar la voluntad política y tener un gobierno de consenso, pero claramente perdió porque sabía que no era una presidenta surgida del propio sector del establisment, y los sectores que la apoyaban decían que los había traicionado”.

Además, el especialista en cuestiones brasileñas, aclaró que “en ese contexto se dio la crisis de gobierno, en el marco de que Brasil también la tiene en su sistema político. A diferencia de la Argentina donde el presidente que llega lo hace desde un partido, con diputados propios y senadores propios, en Brasil el partido que gobierna lo hace con una coalición de varios partidos pequeños”.

“Así, el PT de Lula y de Dilma gobernó con un conjunto de partidos, entre ellos el más importante el PMDB que es el del vicepresidente y el que le garantizó legitimidad y gobernabilidad en el Congreso, ocupando también varios cargos ministeriales”, agregó.

Luego señaló: “Esto empezó Actis 2a retroceder en los últimos tiempos, y como éste es un partido camaleónico que no tiene una ideología clara, vio la debilidad de la presidenta y empezó a negociar con la oposición esta salida anticipada”.

En otro sentido, Actis estableció un paralelo entre las características de Lula y de Dilma a la hora de gobernar: “Durante el gobierno de Lula, unos 40 millones de habitantes brasileños pasaron a ser de clase media y se puede decir que fue un gobierno policlasista donde todos los sectores estaban contentos. El contexto internacional era propicio, la economía crecía y había un desarrollo posible. En tanto, Dilma gobernó en otro contexto y aparte de ello, se puede decir que su personalidad es muy rígida, que tiene poca muñeca política y más obtusa en términos ideológicos. En ese marco adverso, no pudo lograr esa capacidad de liderazgo que sí logró Lula”.

— ¿Cuánto hubo de dificultades ocasionadas por los atributos personales y cuánto por la profundización de un modelo?

— A los fenómenos sociales hay que analizarlos desde la multicausalidad. No hay una variable única que los explique. Claramente la cuestión individual influye en cu
anto al carisma y al liderazgo. El de Lula era distinto al de Dilma, pero también es verdad que el contexto en el que le tocó gobernar a Dilma, a Lula le hubiese explotado una situación parecida, aunque a lo mejor la capacidad de resolución de la crisis hubiese sido otra. En América Latina ya no se crece más y la legitimidad de estos gobiernos estaba en crecer para distribuir, pero hay que aclarar que para distribuir lo primero es crecer y si no se crece es difícil distribuir. Ahí aparecieron los problemas en Argentina y en Brasil cuando se produjeron déficit fiscales, por gastar más de lo que la economía produce. Así aparecen las demandas sociales insatisfechas porque hay sectores sociales que alcanzan un desarrollo y no se quedan ahí, si antes iban a trabajar en colectivo ahora quieren que el colectivo sea bueno y de calidad. Si ya se tiene una educación, se espera que la misma también mejore. Hubo una sofisticación de las demandas sociales por las que a Lula también le hubiera estallado la crisis, pero hubiera tenido otra muñeca política para intentar no caer en la trampa.

— Desde una perspectiva histórica, ¿con qué tiene que ver la presencia de ciclos en América Latina en los que se instauran proyectos antagónicos?

Esto tiene que ver con una cuestión de la economía capitalista y sus ciclos económicos. Recordemos que esto impacta en gobiernos de izquierda o derecha. Las crisis de fin de la década del ’90 tomó a todos gobiernos liberales y tuvieron que dejar el poder. Ahí vinieron las experiencias progresistas y en este sentido, si bien tienen un legado muy importante en la región en cuanto a la distribución de la riqueza, no tuvieron un aprendizaje en cuanto a la capacidad de madurar los proyectos políticos a la luz de estos vaivenes de la economía. Uno de los principales problemas de los gobiernos progresistas en la región fue creer que la bonanza económica era para siempre y no se anticiparon para ir intentando moderar la expectativa económica y hacer un ajuste moderado hacia otro tipo de crecimiento. En el caso de Brasil es muy marcada la recesión económica y cómo impactó en un montón de políticas públicas que había llevado adelante el PT, fueron cuestionados tanto desde la derecha como de los sectores que apoyaron.

— El vicepresidente Temer estará a cargo de la presidencia al menos por 180 días ¿Cómo estima que va a ser su tránsito por el gobierno de ahora en más?

— Muy complicado porque carece de legitimidad. Era casi desconocido hasta hace poco, es un profesor de Derecho Constitucional con un perfil muy bajo, un académico que no tiene confianza entre los propios de sectores del establishment, como por ejemplo del partido de la social democracia brasileña, del partido de la derecha o el de Fernando Henriquez Cardozo. Han apoyado la separación de la presidenta porque los unió el espanto que para ellos era Dilma Rousseff. Nadie prevé que la cuestión se va a revertir en 180 días aunque haya medidas que se pueden tormar. En ese sentido va a ser muy difícil canalizar una estabilidad mínima en Brasil y van a seguir con un escenario turbulento, de movilizaciones populares en las calles, de conflictos en el Congreso, de ministros que van a tener dificultades en sus carteras.

— Los sectores que se movilicen en contra de Temer, ¿tendrán la suficiente fortaleza para persistir en el reclamo?

— El PT ha tenido una erosión en su poder, pero es un partido de izquierda que tiene 12 años en el gobierno, ha construido lazos fuertes y mucha solidaridad internacional ya que forma parte de un movimiento cuyo origen fue el Foro San Pablo. Creo que en términos políticos pueden intentar que este de gobierno de Temer sea una transición complicada para ir a las urnas en 2018 para volver al poder, aunque uno se podría preguntar si está bien en términos sociales. En ese sentido creo que va a haber una conflictividad social muy fuerte con el agravante de que al gobierno de Temer no le va a temblar el pulso a la hora de reprimir a esos sectores.

— La canciller Susana Malcorra dijo en un comunicado que aspira a que este proceso fortalezca la democracia en Brasil ¿Cómo lo ve usted?

— Creo que este proceso no consolida a la democracia, sino que es una puñalada a la democracia. En la región es un retroceso claro de la democracia, no solo la entendida como aquella surgida de la soberanía popular, cuando el pueblo elige a sus representantes, sino que también de la democracia liberal, entendida como una democracia representativa donde son las instituciones las que tienen que dirimir la lucha política. Acá se forzaron esas instituciones, el Parlamento se ha tomado atribuciones y competencias que le son ajenas. Acá claramente hubo un retroceso democrático y en el peor de los casos, más allá de si en teoría estamos en presencia de una mejor o peor democracia, lo que claramente todos los analistas están viendo es que va a ser muy difícil que el vicepresidente Temer pueda consolidar la democracia, la estabilidad política y el crecimiento económico, dado que carece de legitimidad y dado que en Brasil la recesión sigue siendo muy fuerte. Muchos sectores que apoyan al PT están movilizados y hay desconfianza de gran parte de la comunidad internacional. Entonces lo que uno ve es que Brasil no solamente es una cuestión de filosofía política, de qué es la democracia o no. En términos de su futuro inmediato, veo un panorama gris y no creo que florezca una democracia fortalecida con instituciones fuertes y con un gobierno que tenga legitimidad. Creo que se va por un camino de mayor inestabilidad, por donde ya la cuestión no es solamente económica y política, sino que también pasa por una tensión social que tiene ciertos vicios de peligrosidad en términos de violencia.