Por María Castro (Exclusivo para Conclusión)

Que el Papa llegó a Cracovia nadie lo puede negar. Estas ciudad está totalmente “tomada” por masas de jóvenes provenientes de los cinco continentes reunidos por el pontífice argentino. Mientras su avión tocaba tierra polaca los diferentes grupos de jóvenes católicos se daban cita en las iglesias, los parques y los grandes puntos de encuentro que seguramente tendrá esta trigésimo primera Jornada Mundial de la Juventud (JMJ): Wadowice, ciudad natal de Juan Pablo II, el campo de concentración Auschwitz, y el Santuario de la Divina Misericordia.

Oficialmente la JMJ comenzó el lunes con una misa celebrada por quien fue el secretario personal de Juan Pablo II Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia, y anfitrión del evento.

Sin embargo, ayer también y junto con Francisco, llegó una gran cantidad de gente que espera alegre ver al Sumo Pontífice. Los números hablan de 6.000 periodistas acreditados y se espera más de un millón de jóvenes. La mayor cantidad de asistencia proviene de la misma Polonia, luego le sigue Italia, Francia, cuyos jóvenes flamean orgullosos sus banderas, y luego España. El quinto lugar se lo disputan Brasil y Argentina desde donde arribaron más de seis mil chicos y chicas.

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La ciudad palpita fiesta, alegría, colores. En cada esquina, parque, shopping o en los colectivos los jóvenes cantan, bailan, aplauden y ponen su nota de bullicio y jolgorios en una ciudad que parecía estar muy tranquila hasta el lunes, teniendo en cuenta que en Europa es época de vacaciones.

Un dato curioso e importante a la vez es que los jóvenes parecen desconocer la ola terrorista que asoma Europa. Aquí todo es fiesta, alegría y jolgorio. No obstante la presencia policial y de las fuerzas de seguridad polacas es muy fuerte; tanto que los organizadores aseguran que hoy Cracovia es el lugar más seguro del mundo.

Los locales de comida rápida están repletos al mediodía y a la noche. Todos ellos cuentan con promociones especiales para los peregrinos. Por ejemplo, el local de Pizza Hut anoche tenía un cartel que indicaba que había que esperar una hora y cuarto para hacer el pedido. Otros prefirieron ir al supermercado y armar rondas y comer en las veredas. Eso no es nada raro aquí. Los jóvenes se sientan donde pueden y allí arman el campamento. No es raro que se una otro grupo de un país distinto para compartir. Es que a eso vinieron ellos, a conocer a otros jóvenes con quienes se sienten unidos por la misma fe, por eso poco importa el idioma en el que hablan. Lo impresionante es que ellos se entienden con la lengua universal de los gestos y de la fe que los une.

Es muy difícil encontrar en este mundo convulso una multitud tan alegre, poco pretensiosa, que se arregla con lo que tiene y no pide más, que disfruta a cada paso, que levanta su bandera para acercarse a otros países. Como se dijo anteriormente, están ajenos a la ola terrorista que sume en el miedo a Europa.

Esto se nota en la cantidad de policías que hay en las calles, pero ellos no sólo controlan, sino que también son excelentes guías para los grupos que no encuentran el camino al alojamiento.

Los polacos han adornado sus casas con banderas polacas junto a la amarilla y blanca del Papa.

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Para resumir basta escuchar a una persona mayor decir que “nunca había visto tantos jóvenes y tan felices, son muy atentos y respetuosos. Creo que si ellos vuelven con esta fuerza, esta fe y esta alegría a sus países, entonces el mundo va a cambiar” reflexionó emocionada.

Esta tarde, los jóvenes se preparan para recibir a Francisco, el “Papa Argentino”. Cracovia es una fiesta.

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