Considerado una de las voces más destacadas de la dramaturgia contemporánea, el noruego Jon Fosse conquistó este jueves el Premio Nobel de Literatura para el que hace tantos años resonaba su nombre, por «sus obras innovadoras y su prosa que dan voz a lo indecible», según destacó el jurado que, con este galardón, reconoció a una leyenda literaria de Noruega.

En una línea que une al poeta y dramaturgo español Federico García Lorca con el autor irlandés Samuel Beckett y con un maestro de la dramaturgia de su mismo origen, Henrik Ibsen, de quien se lo considera su sucesor, se ubica el laureado y versátil autor noruego Jon Fosse, nacido en 1959 en un lugar llamado Haugesund, en la costa oeste de Noruega.

Con su teatro pero también con sus novelas, poesías, ensayos, traducciones e incluso libros para niños, Fosse armó una voz con una musicalidad propia, minimalista y austera en la prosa con pocos signos de puntuación, con silencios y pausas en el teatro, que dejan margen a la interpretación, a lo que no se dice, como ponderó el jurado del Nobel. «A veces pienso que, como una melodía, lo que escribo se puede cantar en muchos idiomas», definió en una oportunidad a su escritura.

El reconocimiento a Fosse no sólo se lo otorgó la Academia Sueca con el premio literario más universal sino también Europa y su país, donde es una suerte de prócer de las letras, al punto de que tiene una residencia oficial en el Palacio Real en Oslo -en Noruega, el mayor artista es reconocido con una casa real-, fue nombrado caballero de la Orden nacional del Mérito de Francia, reconocido con el Premio de Literatura del Consejo Nórdico y su obra «A New Name: Septology VI-VII» fue preseleccionada para el International Booker Prize el año pasado.

Traducido a más de 40 idiomas, su obra representa la nueva dramaturgia de los ’90 y tuvo al menos tres adaptaciones en la Argentina, entre ellas la titulada «La noche canta sus canciones», la primera puesta en escena de Fosse con dirección de Daniel Veronese, en la sala Fuga Cabrera.

El argumento de esa obra gira en torno a una pareja confinados en un departamento con su hijo recién nacido. Ese trabajo y otros del noruego fueron reunidos en el libro «La noche canta sus canciones y otras obras teatrales», que publicó Colihue con traducción de Clelia Chamatrópulos.

Otra obra que se adaptó localmente fue «El hijo», con dirección de Martín Trufó y actuaciones de Julio Molina, Susana Pampín, Pablo Rinaldi, Leandro Rosenbaum. Allí lo imprescindible es el uso del lenguaje que propone el texto, basado en una particular manera de ordenar las frases, las pausas y los diálogos.

La tercera obra del aclamado dramaturgo con escasas adaptaciones locales fue «El nombre», de Analía Fedra García, sobre una familia en la que todos tienen algún motivo para guardar silencio.

Fosse se estrenó como dramaturgo en Europa en 1999, cuando se representó «Nokon kjem til å komme» (Alguien va a venir). Considerada una de sus obras fundamentales, él mismo la califica como la continuación de «Esperando a Godot», de Samuel Beckett, que reconoce como una de sus máximas influencias, junto a García Lorca, a quien pondera como uno de sus autores favoritos de todos los tiempos. «Cuando leo las traducciones de sus versos siempre acabo añadiendo mis notas. Aunque no sé español, he adaptado ‘Bodas de sangre’ y ‘La casa de Bernarda Alba’ usando diccionarios en distintos idiomas. Hay un sonido muy particular en su obra y yo traté de capturar la poesía y el ritmo tan claro de su escritura. Lorca escribe una música literaria parecida a la que yo trato de plasmar», destacó hace un tiempo en una entrevista concedida al periódico El País.

Entre otras influencias, el dramaturgo fue maestro de Karl Ove Knausgård, el último fenómeno literario de su país. Según relata el propio Knausgård en «Tiene que llover» -el quinto tomo de «Mi Lucha», la serie de novelas que le han convertido en una estrella de rock literaria- fue quien destrozó sus primeros versos. Según el relato, el inexperto Karl Ove fue aceptado en un taller literario en Bergen. Fosse, que apenas le lleva siete años, le corrigió el primer poema: «La primera línea es un tópico, la puedes quitar. También lo es la segunda línea. Y la tercera y la cuarta. El único valor que tiene este poema -dijo después de haber rechazado cada línea- es la expresión un cielo ‘widescreen’ (a toda pantalla). Consérvala y quita el resto”, evoca el compatriota noruego en ese libro.

Si bien hoy es considerado una suerte de sucesor de los grandes dramaturgos europeos, lo cierto es que Fosse también es un gran novelista, como demostró en «Raudt, svart», su primera novela que este año cumple cuatro décadas de su publicación y que fue el puntapié de un recorrido de más quince ficciones en prosa.

La misma cosecha de reconocimiento se ganó «Trilogía» sobre una pareja de adolescentes que va a tener un hijo y que intenta sobrevivir en un mundo complejo y hostil.

En un formato más reducido, otra novela prometedora que se acaba de presentar hace pocos días en España es «Mañana y tarde», donde se juntan la vida y la muerte, a partir de la trama que une a un niño que nace y un anciano que muere, ambos con el nombre de Johannes.

El libro lo tradujo al español la editorial Nórdica, sello que tiene distribución local aunque el volumen todavía no circula en nuestro país. En verdad, son muy pocas las obras del noruego traducidas al español incluyendo «Trilogía» y «Septología».

En esta última, escrita como un monólogo, un artista mayor habla consigo mismo como si fuera otra persona y cada parte abre con la misma frase y termina también con la misma oración a Dios. Prolífica, las obras de Fosse cuentan historias tremendas como buscando una reconciliación con una conexión interior, esencial y excepcional de la vida, como la de una niña que se suicida y que el autor decide narrar de atrás hacia adelante desde el momento de su muerte. O la disolución extraña que vive un hombre muy mayor de quien se sabe la muerte vendrá pronto, la ruptura de un matrimonio que termina en suicidio o un hombre desorientado que en su delirio conduce en su auto hacia la oscuridad y desaparece.

Probablemente algo de esa relación con la muerte, el abandono, la austeridad, los conflictos existenciales pero también el consuelo y la esperanza de lo vital vengan de su relación con la fe y la religión.

«Escribir es como rezar», dijo alguna vez. Durante años estuvo cerca a los cuáqueros y ahora es un converso católico no ortodoxo que va a misa. «Antes me consolaba el alcohol; ahora la literatura y las misas», confesó en otra oportunidad este escritor.

La escritura llegó a Fosse como una búsqueda de vida porque no quería ser parte de lo que le ofrecía la sociedad: «Simplemente quise vivir de una manera libre. Por eso la idea de ser escritor me llamaba la atención; no tendría que ir a una oficina. Asumía que siempre sería pobre, pero lo prefería a cambio de la libertad que me otorgaba. Terminé mis estudios en filosofía y teoría del lenguaje, pero no quería ser profesor. Resultaba complicado ganarme la vida, y justo entonces me pidieron que escribiera el comienzo de una obra para una institución cultural noruega muy grande que pagaba muy bien. Querían solo unas cuantas páginas y yo necesitaba el dinero», contó en una entrevista con el diario El País.

A pesar de la gran cantidad de textos que escribió el noruego, para Anders Olsson, de la comisión del Nobel, su gran obra maestra es «Septología»,un ambicioso proyecto de siete novelas que completó este año, cuya trama gira alrededor de un conflicto existencial: ¿cómo habría sido nuestra vida si hubiéramos tomado otro camino?. El primer tomo «A New Name: Septology VI-VII» fue finalista del Booker Prize Internacional en 2022, donde compitió con el libro «Elena sabe» de la argentina Claudia Piñeiro.

«Te conmueve muy hondo cuando lo lees y, cuando has leído una obra, tienes que continuar», indicó Olsson, presidente del Comité Nobel de Literatura de la Academia. Y agregó: «Lo que es especial es la cercanía en su escritura. Toca los sentimientos más profundos que tienes: ansiedad, inseguridad, cuestionamientos sobre la vida y la muerte, las cosas que cada humano enfrenta desde el principio».

En una entrevista con el medio español La Marea, Fosse resumió algo de la confluencia entre su vida y sus obras: «Siento que escribir tiene mucho más que ver con desaparecer como persona que con ser visible como persona. Busco escapar de mí mismo más que expresarme. Quizá la buena literatura tenga algo que ver con aprender a morir».