SáBADO, 30 DE NOV

Dura Lex Sed Lex o la historia de cómo la cachaza ilegal se convirtió en obra de arte

En el marco de la BienalSur, Conclusión dialogó con Márcio Almeida, que muestra su obra en Rosario. La misma estudia economías creativas y  se realizó a partir de financiar la producción de esa bebida en cárceles de Brasil

Por Florencia Vizzi

La ley es dura, pero es la ley. Esa es la premisa de la muestra colectiva que este sábado se presenta en los túneles del Centro Cultural Parque de España, en el marco de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur «Bienalsur». La misma profundiza sobre los límites entre lo legal y lo ilegal y cómo se produce arte a partir de la interacción de esos límites, que muchas veces se pierden y confunden con lo social, lo filosófico y lo político.

Al menos ese es uno de los puntos que surgen del relato del artista brasileño Márcio Almeida, quien, como parte de una obra conceptual, durante un mes financió la producción ilegal de cachaza dentro de dos penales de Recife, del estado brasileño de Pernambuco, de donde Almeida es oriundo. Dicha obra, integrará la muestra colectiva, cuya curaduría está manos de Juliana Gontijo y Raphael Fonseca. La producción versa sobre sus estudios sociológicos y antropológicos de los sistemas de producción dentro de las cárceles. La particularidad de esta obra, y lo que la hace más apasionante, es que todos aquellos objetos y conceptos que la componen, comenzaron a producirse en esas prisiones del noreste del país vecino y terminaron de concretarse aquí, en Rosario, con objetos producidos por internas de la Unidad Penal N° de 5 de Rosario.

La historia que Almeida relata es atrapante e interpela todos los pre conceptos en cuanto al arte, lo conceptual y el rol de las acciones artísticas dentro de una sociedad.

—¿Cómo te definirías si tuvieras que hacerlo, qué tipo de artista sos?

—Soy artista conceptual, y además me desempeño como coordinador de Artes Visuales en el estado de Pernambuco. Pero trabajo en distintos soportes, de acuerdo a la idea y al proyecto. A veces pintura, otras fotografía, a veces con soportes fílmicos o sonoros… Lo que importa no es el soporte, es la idea. Si hay una idea buena que se puede plasmar en pintura, entonces en pintura, si la idea es más apropiada para la fotografía, la desarollo entonces con fotos, si lo mejor para expresarla es  una instalación urbana, entonces que sea eso. Cualquier soporte es válido para expresarse, es la idea lo que hace apropiado el soporte. El artista es un mero ejecutor del pensamiento… la obra es el residuo del pensamiento.

—¿Cómo comenzaste a pensar en este proyecto que acabó con la producción ilegal de cachaza?

—Yo ya venía prestando atención a los pequeños sistemas que se conforman a partir de un problema o reclamo puntual y se desarrollan por fuera de las burocracias estatales, de los partidos políticos, de ciertas corrupciones… Esas organizaciones tal vez sean la gran salida para el momento social que estamos viviendo. La cuestión es que en 2005 desarrollé un gran proyecto de intervención urbana. Con un dinero que había ganado de un premio que recibí en el 46° Salón de Artes Plásticas de Pernambuco, compré una casa en un barrio popular y busqué una familia que viviera en una favela y que estuviera dispuesta a cambiar su vivienda por esta casa nueva, con todas las pertenencias. Abandonar todo en el viejo hogar e instalarse a vivir con todo lo que había en el nuevo. Fue muy difícil, porque eso incluía un acuerdo de cortar lazos con su vida anterior y que me permitieran, años después documentar a través de fotografías ese proceso.

—¿Qué era exactamente lo que querías contar?

—El desarraigo, el cambio de entorno y como eso influía en esa familia, la nueva escuela para los niños, los vecinos, los nuevos lugares para hacer las compras, los nuevos amigos del barrio… toda esa serie de interrelaciones. El proyecto se llamaba «Entre lo nuevo y la nada»… La cuestión es que yo contacté a esa familia 6 años después, y ahí me entero que el hombre se había mezclado con unos narcos y que estaba preso. Entonces me encontré queriendo entender el significado de lo legal y lo ilegal dentro y fuera de los muros, como un homenaje a estas personas, a este hombre en particular, pero sin hablar de él para no exponer toda la situación. Como yo ya venía pensando en la forma de hacer un trabajo sobre los pequeños sistemas de organización social para resolver la economía, la vida cotidiana, las deficiencias que los gobiernos nos imponen, aproveché ese acontecimiento para estudiar cómo los presos se organizan legal o ilegalmente dentro de la cárcel para resolver determinados problemas o necesidades.

—¿Cuál era la premisa, como conseguiste llevarlo adelante y qué observaste durante el proceso?

—Yo me propuse financiar durante un mes, en forma ilegal por supuesto, la producción de cachaza en una prisión de Recife. Conseguí un contacto con una persona que estaba en condicional y que me hizo de intermediario dentro del presidio. Yo la compraba y el dinero lo ingresaba por medio de una familia que visitaba a uno de los detenidos los domingos. Luego sacaban la cachaza y la vendía en una feria, a veces la trocaba por mercadería, comida principalmente que volvía a enviar a la prisión. Esto ocurrió durante un mes.

—¿Y qué fue lo que pudiste observar en ese tiempo?

—Creo que lo más importante, lo que más me sorprendió y llamó la atención fue que toda la estructura de producción de la cachaza era muy similar a lo que conocemos como economía solidaria o econocmía creativa Y que ellos la desarrollaban de forma natural, con un marco teórico inexistente y con  conocimientos que tenían que ver con un saber más intuitivo.

—¿Y qué pasó con todo esto? ¿cómo continuó la construcción de la obra?

—La cachaza se hizo. Ellos sabían que quien lo financiaba era un artista, pero no pude conocerlos personalmente dada la ilegalidad de la situación. Los presos estaban al tanto de todo, y también la persona que facilitaba la salida. Hay que dejar en claro que este es  un producto que no es apto para comercializar, puesto que no observa los estándares exigidos. La forma en que se fabrica, los materiales que se usan, la forma en que se destila… proceso de destilación se hace en la serpentina de las heladeras, por lo cual… no es muy apto. Pero el estudio en realidad versaba sobre los sistemas de producción, su organización cuasi espontánea y su funcionamiento. La cachaza era la excusa.

—¿Cómo es que contactaste con una cárcel en Rosario para continuar aquí la obra? ¿Cuál era el objetivo?

—La verdad es que hay algo que ocurre en el arte contemporáneo, que es que una obra a veces no se cierra, que tiene distintas instancias, etapas, contratiempos e imprevistos, que también se vuelven parte de esa obra. La muestra es una instalación en la que voy a montar una réplica de la destilería que había en la cárcel, hay dibujos y esquemas que detallan todo el proceso, un video en el que el hombre que hizo de intermediario relata y muestra cómo se fue haciendo todo, e iban a estar las botellas para las cuales un asistente y yo diseñamos varias etiquetas. Pero hubo un imprevisto… Las 6 botellas de cachaza que traje fueron incautadas por la Aduana en Buenos Aires… no pude explicar que eran una obra artística—relata entre risas. Y continúa: Llegué aquí con una idea, con un esquema de trabajo, pero como fui «molestado» por la aduana y perdí las cachazas, estuve pensando cómo aprovechar algo que fuera hecho aquí, así que contacté con una ONG de la ciudad que trabaja en la cárcel (Mujeres tras las Rejas) y me enteré de la existencia de El Enredo, un espacio de taller que fabrican artesanías, y así surgió la idea de los embalajes y  sumarlos a la muestra.

—Si viene alguien que está por fuera del mundillo artístico y que te pregunta  cómo es que unas botellas de cachaza ilegal son una obra de arte, ¿qué le dirías?

—En el arte contemporáneo, el proceso es de mucha importancia, es tal vez lo más importante del trabajo, más que el producto, porque es arte conceptual. La cachaza no era el fin del trabajo. No es como el arte tradicional, en que hay una obra para vender. Aquí, si yo quiero vender mi obra tendría que vender todo, toda la instalación, los esquemas, la destilería, el video del hombre que cuenta la historia, las botellas y embalajes, todo. La cachaza es un producto, un elemento dentro de una instalación. El trabajo tiene video, diseño, documentación…Lo creativo no es la cachaza. Lo creativo es la observación sociológica y antropológica de este sistema, el recorte que yo mismo hago de ese sistema.

— ¿Con el trabajo que realizaron en el Penal de Mujeres de Rosario y la muestra, das este trabajo por terminado o considerás que aún hay más para agregar?

—No, no lo creo. Hay algo que quiero hacer, que es corromper a un policía o guardiacarcel para que venda la cachaza. Tal vez ese sería el fin del trabajo,  por un lado la familia que colabora para la producción y por otro el policía que vende… entonces estarían los dos enlaces externos del sistema, que existe, se desarrolla y tiene dinámica propia, es decir, podría ser como un cierre del trabajo, pero tal vez no…  tal vez yo podría haber ido preso por traer la cachaza o terminar preso por corromper al policía… ese sería otro posible cierre. Mi idea por el momento es cerrar con la corrupción policial en Brasil, así que probablemente, cuando vuelva, continúe con eso…Yo no consigo por ahora imaginar la obra cerrada, porque a partir del momento que  comienzo a viajar con la cachaza eso se resignificó y abrió otras posibilidades. Es una obra esencialmente abierta, no soy yo quien pueda determinar cuando acaba. La obra se va a cerrar por sí misma, o no….

—¿Cómo definís este estudio, como lo contextualizás socialmente? ¿Hay algún interés en demostrar una incidencia social?

—El tema principal aquí es la economía creativa. Aquí se dio un proceso de economía creativa en un contexto en que la economía creativa no estaba dada como teoría… ni siquiera pensada. En el afuera, la economía creativa o la economía solidaria suele ser mucho más problemática que como se da dentro de un penal. Tal vez porque se trate de subsistencia… pero, por lo que sea,  es mucho más libre y mucho más fácil que cuando se da en el afuera. Cuando yo hablo con personas que trabajan en el gobierno con economía creativa o solidaria, se me quedan mirando y me dicen ¿cómo? Y entonces yo afirmo: Sí, allí acontece una economía solidaria. Entonces, la expresión de mi trabajo es mostrar un modo en que la sociedad puede organizarse de otra forma y que tal vez, alguna vez, los gobiernos puedan entender que la burocracia y los gobiernos y las corrupciones asfixian y atrapan a la economía creativa y la arrinconan quitándole todas las posibilidades.

 

*La muestra Dura Lex Sed Lex inaugura el sábado 2 de septiembre a las 19 horas en los túneles del Centro Cultural Parque de España (España y el río).

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