Por Fabrizio Turturici

Reconocido mundialmente por sus aportes a la ciencia y a la medicina, Domingo Liotta es una de las mentes más brillantes que ha parido el país. A sus 91 años, el cardiocirujano argentino, creador del primer corazón artificial, invoca aquella experiencia con lujos de detalles en una entrevista a fondo con Conclusión.

Liotta, médico personal de Juan Domingo Perón y testigo íntimo de sus últimos días, revela además pormenores sobre la personalidad del General. En otra faceta, recuerda -no con mucho fervor- la figura de José López Rega y su oscuro papel dentro del gabinete nacional del que él también formó parte, aunque en la cartera de Salud pública.

La primera operación exitosa de trasplante total de corazón fue llevada a cabo por Domingo Liotta, oriundo de Entre Ríos, y su socio estadounidense, Denton Cooley. Ocurrió en el Hospital de Texas en 1969: el paso del tiempo no impide que el médico galardonado con la Gran Cruz de Alfonso el Sabio, otorgada por el gobierno de España, reconstruya con total nitidez aquella experiencia.

“Los trabajos sobre corazón artificial total, que creamos e implantamos con Cooley fueron de gran importancia: lo concretamos el 4 de abril de 1969″, dice Liotta, que recuerda con datos increíbles cada fecha trascendente en su carrera. «Pero antes de eso –continúa–, en el 63, ya habíamos implantado la asistencia cardíaca mecánica, que también tomó mucha practicidad en la medicina de la época».

Menos específico y más didáctico, el cardiólogo que operó hasta sus 83 años añade: «En el 69, le sacamos el corazón al paciente, porque no funcionaba para nada. En ese caso, tuvimos que hacer un trasplante de corazón, no una asistencia cardíaca como antes. Fue una experiencia increíble, producto de un gran esfuerzo que hemos desarrollado Estados Unidos, precisamente en la Universidad de Baylor en Houston».

Luego de eso, Domingo regresó al país cuando corría el año 71. Fue allí que fundó los servicios de cirugía cardiovascular del Hospital Italiano y Durand, ambos en Buenos Aires. Con gran sentido del humor, amabilidad y calidez, Liotta se apresura en aclarar que «a pesar de la edad, no he terminado aún mi carrera. Todavía soy vicerrector de la Universidad de Morón, estoy un poquito grande pero trabajo intensamente. Ahora me quedo mucho en mi casa porque estoy publicando unos libros de memorias, así que estoy concentrado en eso. Es que en la Universidad me distraen mucho”, bromea.

—¿Qué relación tuvo usted con Perón?

—Lo conocí en su tercera presidencia. Es que en el 69, el gobierno español nos había elegido (a Cooley y a mí) para entrenar a cirujanos locales en el Texas Heart Institute. Estuvimos viajando por siete años a Madrid, operando y brindando conferencias. Mi hermano (Salvador) era cardiólogo de la Universidad Complutense de Madrid y lo trataba a Perón. Entonces, una vez él le dijo a Salvador: “Lo quiero conocer a su hermano Domingo”. De esa manera, lo visité varias veces en su casa de Madrid.

liotta3_editada

—Usted trató con Perón con la confianza y cercanía que muy pocos tuvieron. ¿Cómo era él en la intimidad?

—Yo lo recuerdo por su apego al trabajador y al pueblo argentino. Tenía un profundo respeto y verdadero amor por el obrero, y ese sentimiento era tan genuino como lo indica la historia. El General fue un hombre de una gran inteligencia y bondad. Juntos, trabajábamos todos los días. Él me adoptó como representante argentino en todos lados: me mandaba a Norteamérica, Europa, Asia y África… Perón quería que conocieran a la Argentina más bien desde un punto de vista científico y cultural, por eso me mandaba como parte de una misión diplomática.

—Dijo que Perón lo mandaba a Estados Unidos: ¿qué pensaba realmente del llamado “Imperio”?

—¿Qué pensaba él de Estados Unidos? No le importaba, lo que se dice ahora, son todas… En realidad, Perón siempre quiso lo mejor para Argentina, no andaba con rodeos.

—Teniendo en cuenta que fue, además, médico personal del General, ¿qué faceta, como paciente, pudo conocerle? ¿Le tenía miedo a la muerte?

—Nunca hablamos de la muerte. En ese sentido, era bastante cerrado. En realidad, Perón no tenía problemas graves de salud. Al General, más que problemas de salud, lo abrumaban cuestiones políticas. Lo que sí fue un derrumbe para su salud, fue aquel viaje a Asunción, cuando pasó todo un día en la cañonera, lloviznando y con frío. Perón tenía una afección respiratoria y una bronquitis crónica como mucha gente mayor la tiene; pero en esa ocasión, se descompensó completamente. Volvió de Paraguay con una neumonía. Todo esto fue por López Rega, que tenía sus negocios en Asunción y armaba todas esas reuniones. No había forma de decirle que lo dejara en paz al presidente.

—¿Qué opina de López Rega?

—López Rega era un infiltrado que nadie sabía, ni sabe aún hoy, cómo llegó allí y cómo se le metió a Perón. Yo lo conocí en mis tiempos en el Ministerio de Salud Pública, así que compartíamos el gabinete de la tercera presidencia de Perón.

—Pero, ¿cómo era personalmente?

—Un hombre muy primitivo en todos sus aspectos, menos en su inteligencia: ¡mire usted, si no, cómo escalaba posiciones! López Rega no creía en la medicina. En todos esos meses que estuvimos con Perón trabajando sobre el sistema nacional de salud, que luego convertimos en ley y más tarde el régimen militar lo derogó, ese hombre no hizo más que oponerse a todo. López Rega era un hombre de una incultura fenomenal.

—¿Y por qué estaba allí?

—La verdad que es increíble, no se explica cómo un hombre tan inteligente y capaz como Perón avaló a un personaje de estas características. Se le puede buscar la explicación por el lado de una experiencia mundial, donde casi todos los estadistas de edad mayor quieren tener a astrólogos que les adivinen el futuro. Por supuesto, engañándolos sobre falsos axiomas donde un astro se cruza con otro astro y eso significa algo. Hay líderes políticos que cuando llegan a puntos extremos, creen cualquier cosa con tal de tener una falsa esperanza. El tiempo ya es pasado y los argentinos nunca sabremos realmente cuál fue el trasfondo de la cuestión.

liotta2_editada

—Para terminar, hablemos un poco del peronismo post-Perón. Todo esto que estamos viendo ahora, ¿tiene algo que ver con lo que fue el verdadero movimiento o es algo totalmente desvirtuado?

—Hay una gran confusión desde el punto de vista político que yo creo que se va a decantar con el tiempo. Ojalá se volviera realmente a la filosofía básica, central y axial de Perón, que fue el respeto hacia los trabajadores. Para él, no había otra fórmula más que esa.

—Si Perón estuviera escuchando y le preguntásemos por quién se siente mejor representado. ¿A quién nombraría?

— Ah, no… Eso sí que no se lo puedo contestar. [Risas]. Yo lo encarnaría muy bien en su filosofía profunda, pero creo que en el aspecto político no hay quien sepa representarlo.

Foto: Visión Sustentable.