El arco iris puede ser, después de todo, algo así como la manifestación, la resultante, la consecuencia de ciertos sucesos que ocurren en la vida. Un famoso escritor dijo, en ese sentido, que es necesario que haya primero una tormenta para que aparezca luego, en toda su magnificencia y belleza el arco iris. La imagen captada por uno de los periodistas de Conclusión hace apenas minutos en la orilla de nuestro querido Paraná, es un paradigma de ello. He allí el agua que pasa como el tiempo, allí la tormenta que da paso a esos maravillosos haces de luces hechos por el prisma de la creación.

Son momentos fugaces, bellos, de esos de los que está hecho la propia existencia humana, momentos incomparables. Auerbach decía que “la novedad atrae la atención y aún el respeto, pero la costumbre lo hace desaparecer pronto; apenas nos dignaríamos a mirar el arco iris si éste permaneciese por mucho tiempo en el horizonte”. Es cierto.