Las personas suelen tener diversas maneras de recibir el año nuevo. Sin embargo, pocas son tan curiosas como las que se viven en la ciudad chilena de Talca. Una localidad que desde 1979 se congrega en las puertas del Cementerio Municipal para que los ciudadanos puedan disfrutar de la celebración, con sus familiares fallecidos.

Con las campanadas de medianoche, unos cinco mil talquinos, iluminaron las tumbas con velas, las adornaron con flores y destaparon licores espumantes, mientras bailaban en recuerdo de sus difuntos.

Aunque las esperas del año nuevo en el cementerio son más antiguas en otras ciudades de Chile, como Iquique (norte) o Valparaíso (centro), en ninguna se ha masificado tanto como en Talca, cuya tradición comenzó cuando murió Julio Opazo Silva, un antiguo funcionario del camposanto.

Sus deudos quisieron estar junto a su tumba en año nuevo y se infiltraron en el cementerio escalando los muros portando flores, velas, botellas de licor y un receptor de radio portátil para celebrar junto a la tumba de Julio.

Unos años después entraban por la puerta, autorizados por la Administración y poco a poco se fueron sumando otras familias que colmaban el lugar de música bailable, villancicos, brindis y chocar de copas.

Al cabo, la Municipalidad optó por abrir las puertas de la necrópolis y desde 1998 la celebración es pública y masiva desde las 23 horas del 31 de diciembre.

«Comenzamos con una pequeña liturgia en el frontis del cementerio, con la presencia del alcalde y algunas otras autoridades del municipio», dijo al diario local El Centro Joaquín Morales, jefe del Departamento Operativo del camposanto.

Talca, donde el 12 de febrero de 1818 el general Bernardo O’Higgins firmó la declaración oficial de la independencia de Chile, es valorada superlativamente por sus habitantes, que desde tiempos antiguos acuñan la frase «Talca, París y Londres», para resaltar la importancia de su ciudad, pero en el contexto chileno recibir el año nuevo en el cementerio no resulta tan extraño.