Por Carlos Duclos, enviado especial

Es la primavera; una brisa fresca sopla desde el Mediterráneo e inflama el corazón de la segunda ciudad de España. A poco que uno habla con un barcelonés, se entera de que las cosas han mejorado un poco, pero que la crisis sigue y nada es como antes. España vive, pero con problemas económicos y también políticos de los que no logra salir. En los próximos días los españoles irán a las urnas nuevamente, “porque estamos sin gobierno”, cuenta una joven trabajadora al autor de esta crónica.

Una sutil nostalgia, por los recuerdos de tiempos mejores, anda por el rostro de algunos españoles, aunque hay quienes reconocen que el “paro” (desocupación) se ha apiadado un poco de ellos. Un poco, nada más, porque la tasa de desempleo sigue siendo alta.

barcelona2Jordi, un ex camionero que ahora se dedica a manejar un taxi por las calles de Gaudí, sostiene que muchos empresarios se han aprovechado de la crisis, pues los salarios no son los mismos de hace años atrás y tampoco las condiciones de trabajo.

Y esto lo ratifica Irene, una vendedora de la afamada tienda El Corte Inglés. La muchacha dice que los más afectados son los jóvenes, pues todos los empleadores  reclaman personal con experiencia y muchos, la mayoría, no la tienen. Hay jóvenes que son contratados por jornada reducida y perciben un salario de 500 euros al mes y a muchos que son profesionales los registran como si no lo fueran, pues hay que pagarles más. “Y la gente se resigna, pues de otro modo no hay trabajo”, expresa.

Contra lo que podría imaginarse, Irene dice que un salario promedio, al menos para un empleado de comercio, llega difícilmente a los 1.000 euros, una suma que para la vida en Barcelona es exigua.

Desde luego que otros problemas también preocupan a otros españoles, como a ese grupo que acampa en pleno centro de Barcelona, frente a “La Pedrera”, la pintoresca y magnífica casa diseñada y dirigida su construcción por el genial Gaudí, cuando las épocas en la península eran de bonanza. Un joven arenga al grupo y dice que la política migratoria en Europa es lamentable. Cualquiera diría que el orador es discípulo de Bergoglio devenido Francisco. “Los derechos humanos no son colectivos, sino individuales”, le dice al grupo que lo sigue atentamente, mientras reclama solidaridad con los refugiados.
Pero con todo, esta Barcelona original, esta Barcelona verdadera, no sufre las desgracias de la copia grotesca argentina, esto es la querida Rosario. Aquí no hay robos o hay pocos; las calles no tienen pozos; las bicis, cuyo uso el ayuntamiento propugna, tienen luces adelante y atrás; la limpieza en las calles y el orden son la regla y los automovilistas y motociclistas respetan al peatón a más no poder.

Y a propósito de motos, en España abundan y en especial en Barcelona, donde hay unas 700.000 motocicletas que pueden estacionarse en la vereda sin que a ningún inspector se le ocurra hacer una multa por ello. Y esto tiene una explicación que los funcionarios ”barceloneses” rosarinos no la tienen clara: las bicicletas y las motocicletas ayudan a descongestionar el tránsito de vehículos de mayor porte.

barcelona3No es casualidad, por lo demás, que algunos motoristas dejen sus “dos ruedas” toda la noche en la vereda, en las puertas de sus departamentos. Difícilmente se las roben. Y a propósito de ello, hay que volver a Jordi, “el tachero catalán”, quien contra todos los pronósticos es hincha del Real Madrid (¡quién iba a decirlo!) “Aquí no roban a los taxis, pero por las dudas tenemos un dispositivo especial” ¿Cuál?, es la pregunta obligada de un rosarino acostumbrado a enterarse de historias de taxistas asaltados y asesinados con frecuencia, “pues yo tengo un botón al lado del embrague y un micrófono oculto –dice-. Al oprimir el botón y decir nomás “¡no me asalten!”, o alguna palabra clave, a los 30 segundos está la policía a mi lado”. Es que el dispositivo aquí funciona bien y la policía mejor. El aparato está conectado directamente a una central policial, que recibe el mensaje o capta la situación al instante. El dispositivo es de fabricación alemana, funciona mediante un chip especial y su uso es obligatorio.
A pesar de la crisis que vive España y muchos países europeos, aquí las cosas no son como en Rosario. Y debe decirse, a fuer de ser sinceros, que decirlo duele y que la diferencia no la hace sólo el accionar de los gobernantes.