Por Guido Brunet

Desde Chile, Juan Manuel Goya narra la historia de su padre y su hermano recuperado. Una historia que atraviesa los peores años de Argentina, un resumen, como tantos otros, de las vidas truncadas a partir de la dictadura militar.

Hace menos de diez años conoció a su hermano menor, quien fue apropiado por los mismos torturadores de su padre. En ese momento a Jorge Guillermo le cambió la vida, incluso se enteró que tenía un año más de vida de lo que creía. Pero a pesar de la traumática situación, Juan Manuel expresa: “Encontrar a mi hermano fue como encontrar un pedacito mío, de mi viejo”.

Tras la cordillera, Juan Manuel recorre su vida, esa que tuvo que modificar drásticamente luego de perder todo en 2001, cuando decidió junto a su mujer mudarse al país vecino. Pero nunca se alejó del todo de sus raíces ya que constantemente regresa al país y a su Resistencia natal.

La historia comienza antes del golpe

Previo a 1976 Francisco Luis Goya cae preso. Pero le dan la extradición, “casi como un favor”, dice su hijo, que nació cuatro años antes del golpe. “Todo el mundo tenía claro que iba a desaparecer si se quedaba”, relata Juan Manuel casi como una sentencia.

Tanto Juan Manuel como su hermano Emilio, dos años menor, son hijos del primer matrimonio de su padre y llegaron a vivir algunos años con él. Hasta que debió irse del país.

Entonces, Goya un tiempo después de pasar por Perú llegó a México y en el país del norte del continente conoció a María Lourdes Martínez Aranda o Lupita, como la llamaban sus amigos. Su periplo siguió por España, donde nació el tercer hijo del hombre, Jorge Guillermo, bautizado así en recuerdo de dos compañeros de militancia y luego llamado Carlos por sus apropiadores.

Mientras su padre estuvo fuera del país, Juan Manuel cuenta que los militares entraron muchas veces a su casa, «hasta una vez dejaron una bomba que terminó explotando a la vuelta”. El hombre explica que los grupos de tareas buscaban a compañeros de su padre que pudieran esconderse allí (como lo hizo uno en una oportunidad) e información. “Pero en general los militantes preferían no esconderse en casas porque comprometían a esa familia”, aclara Juan Manuel.

“Los militares entraron muchas veces a mi casa, hasta una vez dejaron una bomba que terminó explotando a la vuelta”

Hasta que en 1980 Goya regresa junto a Lupita y el hijo de ambos a Argentina en el marco de la denominada contraofensiva, ingresan desde Chile y de allí van a Mendoza. No se supo mucho más de él.

El informe habla de un tiroteo, donde mueren dos personas y el bebé sale ileso y no hay registro de detenidos. Pero se dice que a Goya lo tenían secuestrado en Mendoza y su bebé estuvo unos meses allí y luego fue apropiado.

Una nueva identidad

Juan Manuel siempre tuvo claro qué le pasó a su padre, ya que su mamá (primera mujer de Goya) se encargó de contarle el proceso por el cual atravesó. Todo lo contrario sucedió con su medio hermano, Jorge Guillermo Martínez Aranda.

El menor de los tres hermanos estuvo con su padre unos meses mientras se encontraba detenido. «El torturador se quedó con mi hermano y lo crió junto a su mujer como su propio hijo”, detalla Juan Manuel.

Casi 30 años después un juez le informó al joven que quien creía que eran sus padres no lo eran. Que sus verdaderos padres fueron ejecutados durante la dictadura cívico-militar, que era probable que el hombre que lo crió (Luis Alberto Tejada, hoy fallecido) estuviese implicado en la causa de la desaparición de su padre, que su nombre de nacimiento no es Carlos, sino Jorge Guillermo, que su cumpleaños no es el 23 de agosto como pensaba, sino que su cumpleaños era al día siguiente y que no iba a cumplir 28, sino 29 años.

“Al otro día para su cumpleaños nos reunimos todos, salimos a caminar los tres y tengo una muy bonita foto de ese momento”, recuerda con felicidad Juan Manuel.

El hombre que ahora reside en Punta Arenas, al sur de Chile, manifiesta que “con mi otro hermano nunca tuvimos problemas de identidad, pero encontrar a un hermano es como fortalecer tu propia identidad o agregarle un elemento más, es un poco descubrir una nueva identidad”.

“Fue encontrar un pedacito mío, de mi viejo. Con el sólo hecho de estar juntos siento que uno le devuelve a mi viejo todo lo que hizo, que entregó su vida. Es juntar la sangre de nuevo”, sintetiza Juan Manuel.

 

El otro como un ser humano

Juan Manuel además mostró gran disconformidad con la política de Derechos Humanos del Gobierno nacional: “Este Gobierno ha hecho todo lo posible por destruir más que los Derechos Humanos y la Memoria, fueron por todo. Fueron por la Memoria porque empezaron diciendo que los desaparecidos no son 30 mil. Como si eso importara, como si la cantidad importara…”.

“Tanto trabajamos los hijos, abuelas y amigos para encontrar las identidades perdidas, por encontrar al otro, al hermano perdido, al desaparecido, y ahora hay un Gobierno que quiere destruir al otro. Si algo ganamos en la década anterior es identificar al otro como ser humano. Entonces tanto pelear por encontrarlos que un grupo minúsculo de gente no le importe el otro me parece terrible, me da un dolor muy grande”, agrega Goya.

“Nunca se arrepintieron”

Hasta el momento no se ha podido ubicar a Francisco Luis Goya ni a Lupita. Aunque Juan Manuel recuerda que su abuela -ya fallecida- siempre creyó que su padre iba a aparecer vivo. Sin embargo, como un guiño del destino antes de partir la vida le permitió conocer a su nieto menor.

Con respecto a la posibilidad de encontrarlo, Juan Manuel contempla: “A mí me encantaría que aparezca mi padre. Pero no es relevante que encontremos el cuerpo. Yo sé que mi papá no es eso, no es un cuerpo en una fosa común. Mi papá es la lucha que emprendió, es lo que nos dejó en la memoria de todos nosotros, es la oportunidad de vivir en libertad por la que él peleó. Todo eso es mi papá. Es un recuerdo muy lindo, porque yo alcancé a vivir unos años con él. Algunas cosas no sé si me las acuerdo o es parte de mi imaginación, pero hay una imagen que tengo de él. Eso es mi papá”.

 

“Creo que es más importante el hecho de que no lo podamos encontrar. Eso demuestra que esta gente nunca se arrepintió, que no es cierto que esto fue una guerra. Porque si fuese cierto asumirían sus culpas. Hasta los peores nazis terminaron aceptando su culpabilidad y justificándola. Esta gente no. Esta gente es cobarde y nefasta. Si lo hubiesen hecho por convicción, hubiesen dicho, ‘acá están los desaparecidos, los enterramos acá, los asesinamos porque eran guerrilleros’. Son muy cagones”, afirma Juan Manuel.

«Mi papá no es un cuerpo en una fosa, es la libertad por la que él luchó»

Juan Manuel nació en Resistencia, Chaco; a los 21 años se trasladó a Río Gallegos y hace quince que vive en Chile, junto a su mujer y su hija. “Apostamos al país y en el 2001 perdimos todo. Nuestro dinero valía tres veces menos y nuestras deudas tres veces más. Así de crudo”, describe Juan Manuel los motivos de su traslado a Chile, donde vive la familia de su mujer, y donde según cuenta fue muy bien recibido. “Aquí encontramos a muchos chilenos que estaban agradecidos porque los argentinos le dimos asilo cuando ellos estaban en dictadura”.

Por último, Juan Manuel destaca el significado del Día de la Memoria, aunque aclara que “para nosotros no hay un día especial, pero sí es bueno una jornada de recuerdo junto con el resto de la comunidad”. Y comenta: “Un tipo de identidad es la que se tiene como sociedad y es bueno que exista un día de conmemoración. La celebración de esta jornada es que a pesar del golpe de 1976 seguimos teniendo memoria”.