Por Miguel Grinberg (Agencia Telam)

Casi todos los ecosistemas terrestres han sido alterados de algún modo por cambios climáticos que se aceleran sin cesar, afirma un nuevo estudio de la universidad australiana de Queensland.

El testimonio coincide con el comienzo de la 22ª conferencia internacional de la ONU sobre las anomalías verificadas en el clima terrestre, que tiene lugar en Marrakech (Marruecos).

Los investigadores australianos aseguran que el 82 por ciento de los «procesos ecológicos principales» en los suelos y las aguas del globo han sido afectados por trastornos climáticos que se esperaban recién dentro de varias décadas.

«Estamos sencillamente atónitos por el nivel de los cambios que muchos de nosotros en la comunidad científica venimos observando y que imaginábamos posibles recién en el futuro», comentó el doctor James Watson, profesor de gestión ambiental en Queensland.

El profesor John Pandolfi, experto en gestión ambiental y co-autor del citado trabajo científico, agregó que «las temperaturas extremas están provocando la adaptación evolutiva de muchas especies, que cambian genética y físicamente de modo acentuado».

Y señaló que «tales respuestas incluyen la tolerancia a las altas temperaturas, cambios en la naturaleza sexual, reducción de la masa corporal y planos de rutinas migratorias, precisiones que permitirán la evaluación de la venidera naturaleza humana».

El prólogo del estudio sostiene que «casi todos los ecosistemas del planeta han sufrido alteraciones, y las plantas y los animales han sido tan afectados, tanto que muy pronto los científicos deberán intervenir para crear una evolución asistida por los humanos».

Entre ejemplos de especies afectadas aparecen seis familias de salamandras de las montañas Apalaches de Norteamérica, cuyo tamaño corporal se ha reducido un ocho por ciento durante los últimos cincuenta años.

Por su parte, otro experto, el doctor Tom Bridge, señala que «hay preocupantes impactos en los sistemas naturales, con acumulativas consecuencias para los seres humanos, pues disminuyen las cosechas, se agotan los recursos pesqueros y decae la seguridad alimentaria».

El estudio científico convoca a los gobiernos al cumplimiento de los compromisos asumidos al firmar el Acuerdo de París sobre Cambios Climáticos, aunque se deduce que es demasiado tarde para poner un tope de 1,5 por ciento de aumento de la temperatura planetaria.

En este sentido, el doctor Watson es rotundo: «Ya dejó de ser razonable creer que estamos ante una preocupación sobre el futuro, pues si no actuamos ya mismo para frenar las emisiones de gases de invernadero, veremos el cambio fundamental de los ecosistemas en nuestro propio tiempo de vida».

Entre la abundante folletería ecologista distribuida en los corrillos de la conferencia de Marrakech, puede leerse un duro vaticinio sobre la región del Mediterráneo, según el cual España, Portugal, Italia y Turquía se convertirían en desiertos hacia el fin del siglo actual.

Recientemente, la revista especializada Science señaló que «el cambio climático inducido por los humanos podría alterar al Mediterráneo de un modo sin precedentes a menos que los gobiernos reduzcan las emisiones de gases.

En cuanto a los matices socio-políticos del tema, un trabajo publicado el año pasado en EEUU por la Academia Nacional de Ciencias afirmó que el cambió climático inducido por el hombre contribuyó a la guerra civil 2007-10 en Siria.

Otro estudio de la revista Science sostiene que las especies en general están atravesando un ciclo de adaptación evolutiva a las temperaturas extremas, que incluye cambios morfológicos en la piel para el control de la termo-regulación y, en los pájaros, modificación de la estructura de sus alas.

Otra anomalía verificada ha tenido como escenario los bosques de América del Norte, donde las plagas de insectos se presentan con virulencia desconocida en el pasado y con variantes en su voracidad.

Estudios de largo alcance realizados en el Mar del Norte, centrados en el recalentamiento de las corrientes, indican que por lo menos seis especies de pescados han sufrido una notable reducción de su masa corporal debido al recalentamiento de las aguas.

Con mayor prudencia, los especialistas sospechan que la erupción de especies patógenas, como los mosquitos transmisores de las fiebres Zika, dengue o malaria, son parte de la serie de eco-anomalías que no cesan de verificarse.

En este plano, cabe destacar la expansiva acción depredadora de varias especies de insectos de Norteamérica, cuyo radio de acción y voracidad viene ampliándose a razón de tres kilómetros por año.

Por ello, no sorprenden las palabras del doctor Watson: «Mucha gente no esperaba este ritmo de cambios, y en lo referido al clima, el tiempo de actuar no está en el futuro, es ahora mismo».
Sugerentemente, algunos períodos de calentamiento natural y sequías coincidieron con levantamientos sociales en la zona del Mediterráneo, cuando en el 1400 muchos pueblos del Imperio Otomano abandonaron sus tierras y se volvieron nómades.