Por Franco Albornoz

Se disfrazan de reyes magos, de Papá Noel, o de payasos. Trasmiten alegría, sonrisas y entusiasmo. Entregan esperanza y en sus miradas se refleja una vida llena de historias. Eterna solidaridad con los que sufren.

Son las Voluntarias del Hospital de Niños. Hacer algo por los demás es su forma de vida. “Para y Por el Niño”, su lema. Nunca dejan de sonreír. Mujeres de guardapolvo verde que dan todo de sí sin esperar nada a cambio.

Tienen una sala específica en el sector de oncología de la institución. Y desde allí brindan contención a cada uno de los pacientes. Hacen del hospital un espacio donde los niños se olviden de que están enfermos, o por lo menos, puedan tener una estadía lo más tolerable posible. A ello se dedican en cuerpo y alma.

El voluntariado del Hospital de Niños Víctor J. Vilela es una entidad sin fines de lucro fundada el 5 de mayo de 1968. En la actualidad está integrado por alrededor de 70 mujeres. Algunas colaboran en el propio nosocomio, y otras tantas en el costurero de Amenábar e Italia. El servicio funciona de lunes a viernes de 8 a 12 y de 14 a 18. Todas las mañanas reparten el desayuno a los niños que se encuentran internados, les entregan juguetes, libros, y ropa, entre otras cosas.

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“Todo comienza en 1930 cuando el doctor Horacio de Zuasnábar incorpora a la Secretaría de Salud Pública el voluntariado social. Más tarde por iniciativa de la rectora del Liceo Nacional de Señoritas se crea la Escuela de Asistentes Sociales, el costurero y ropería para el hospital. En 1967 Marta Delgado de Costa impulsa el Servicio de Voluntarias. Apenas ingresé, en el año 1978, recuerdo que utilizábamos pañales de tela. Mucha gente ayudaba con sábanas gastadas que nosotras lavábamos. Han cambiado mucho los tiempos”. Herminia Cereseto de Dou forma parte del grupo de voluntarias hace 38 años. Docente de profesión, es una de las más antiguas en el servicio, y a sus 90 años no pierde las ganas de dar.

No pudo tener hijos propios, pero sí muchos que les dio la vida. Quizás, una recompensa por su corazón de oro. “Cada una de nosotras llegó acá movilizadas por una necesidad interior. Algo que nos hace sentir que tenemos que estar. Somos una gran familia. Me motiva a seguir la satisfacción que siento al conseguir una sonrisa en un contexto como este. Yo ahora estoy en el Costurero donde hacemos pijamas, remeras y ranitas para darles a los pacientes. Recuerdo que cosimos un vestido de 15 para una joven que estaba internada en oncología y tuvo que festejar su cumple en la habitación. O la ropita de bautismo para un bebe que se encontraba muy grave. La solidaridad tiene que ver con el respeto por el otro. Muchos chicos se curan pero seguimos en contacto. No sólo los acompañamos a ellos sino también a la familia. El dolor hace hablar. Es ahí donde tenemos que estar para escuchar con nuestra mejor sonrisa y llevar calma”.

Concepción Moranta tiene 94 años, nació en Barcelona y a los 26 años se radicó en Rosario. Llegó al Servicio de Voluntarias en 1988 y desde ese momento, hasta el día de hoy, sigue visitando todos los días a los niños del sector de onco-hematología.

“Hay madres que pasan meses… años cuidando un hijo enfermo. No es fácil. La sala se vuelve su casa. Tratamos de servirles. A lo mejor con un abrazo, un beso o calmando un llanto. Cuando logras que se tranquilicen o dejen de sentir miedo. Es la gloria”.

“Conce”, como la conocen en el Vilela, es dueña de una vocación de servicio inoxidable. “Mi casa queda a 15 cuadras del Hospital, hasta hace poco las hacía caminando. Ahora ya me traslado en taxi”, relata. Y enumera los motivos que, a pesar del paso del tiempo, la impulsan a seguir. “Este año un niño que había estado mucho tiempo internado y se curó, para reyes apareció disfrazado de rey mago. Fue grande la sorpresa y la emoción. Esas son cosas que te llenan el alma”.

Graciela Bogado y Mirta Paccioretti son otras voluntarias que también trabajan en el lugar. “En enero de este año uno de los chicos les escribió una carta a los reyes. Cuando todos pedían juguetes, él pidió por su mamá… Para que deje de estar triste. Hay que tener coraje y fortaleza para estar en el día a día. Todas nosotras tenemos nuestra vida y nuestros problemas. Pero al final de la jornada la pregunta es siempre la misma: ¿de qué me quejo?… Tenemos la certeza, con todos estos años de experiencia, que se puede salir adelante. Siempre”.

Como ellas, el resto de las voluntarias transmiten la esperanza de vivir. Porque nada sana más que la compañía, la sonrisa y el amor. Nada.

Llamado solidario

El Servicio de Voluntarias necesita pañales y juguetes en condiciones. Quien tenga la intención de colaborar puede acercar las donaciones al mismo Hospital, Virasoro 1855, o comunicarse al 4808125 interno 216.