Al atardecer del 12 de diciembre en el calendario gregoriano (o 25 de Kislev en el calendario judío) comenzará la celebración del Janucá (o Fiesta de las Luminarias), que se extiende por ocho días y representa una de las festividades más importantes del judaísmo.

Conclusión dialogó con el Rabino de Etz Ajaim Gabriel Malki, para aprender un poco sobre los orígenes de la festividad, cómo se celebra y más costumbres.

Historia

El origen de la fiesta se remonta hace aproximadamente 1200 años, cuando el imperio sirio-griego dominaba la tierra de Israel. Su emperador, Antíoco, no era partidario del judaísmo, por lo que decidió sacar una serie de decretos en contra de la religión, prohibiendo, por ejemplo, tres cosas importantes para esta población: la circuncisión, el día del Shabat y la consagración de los meses. El castigo a cualquiera de estas prácticas, u otras como estudiar la Torá, era la pena de muerte.

Esto generó una deserción muy grande del pueblo judío con respecto a la religión, por lo que un grupo de sacerdotes organizaron una revuelta para poder rebelarse ante ello. Lo más grave que ocurrió en ese entonces fue la profanación del Gran Templo de Jerusalén, de la cual una de sus ruinas hoy es el Muro de los Lamentos.

Liderados por Matityahu, este grupo hizo una revuelta para conquistar ese territorio, en el marco de una guerra que duró tres años. Es especial considerar esto, ya que se trató de una disputa entre una familia de 13 personas contra el ejército más grande de la época.

Precisamente, uno de los milagros fue que pudieron ganar esa guerra, reconquistar Jerusalén y el templo y lo reinauguraron. La palabra Janucá quiere decir “inauguración”, y como la misma se celebró el 25 de Kislev es en esa fecha donde se celebra actualmente.

Ocho velas

La celebración dura ocho días porque en el contexto de esa guerra sucedió otro milagro, más pequeño pero no menos importante. Uno de los elementos importantes del templo de Jerusalén era la Menorá, un candelabro de siete brazos que debe prenderse todos los días, con la función de iluminar y dar luz a los demás.

Este candelabro se prendía con un aceite especial, que cuando la familia llegó al templo para re-encenderlo sólo encontraron un pocillo pequeño del aceite, suficiente únicamente para un sólo día. Lo prendieron igual, y ahí ocurrió el milagro de que ese aceite duró ocho días, lo suficiente como para que ellos pudieran crear más en ese lapso.

Por eso, en la celebración actual de la festividad se enciende por las noches la janukiá, el famoso candelabro de ocho brazos, del cual se prende una vela por día (de modo agregado) en recuerdo de aquel milagro.