La violencia de género se manifiesta de muchas formas y una de ellas es la psicológica. El caso de Bárbara es uno de ellos. Bárbara tiene 27 años y una hija de 8. Mantuvo una relación sentimental con Ramiro N., de 44, por el término de 4 años. Él es un conocido productor televisivo de la ciudad, por lo tanto, hasta que no hizo público su caso, nadie la escuchó.

Él hizo abuso de su posición social para amedrentarla y evitar que realice las denuncias, pero ella tomó coraje y lo hizo. Las presentaciones en el Centro Territorial de denuncias y en Fiscalía no tuvieron respuesta hasta que el caso se viralizó en las redes sociales. La notificación de restricción de acercamiento y cese de hostigamiento que Bárbara consiguió en la justicia nunca se hizo efectiva, por ende, el agresor no se dio por enterado y sigue con su conducta persecutoria.

El relato en primera persona es escalofriante. Bárbara contó a Conclusión los detalles de su padecimiento desde que decidió terminar la relación con Ramiro N., pero no sólo ella, su familia, amigos y hasta su actual pareja y la familia de éste.

Mensajes en todas las redes sociales, en su teléfono o por mail durante todo el día y la noche es parte del calvario que vive esta joven. Amenazas, persecución y la publicación de fotos de la intimidad de la pareja en la vía pública son otras de las acciones que lleva a cabo el agresor para hostigarla.

El relato de Bárbara es escalofriante y pide ayuda desesperadamente. En diálogo con Conclusión contó que “esto empezó el 12 de junio cuando mi ex pareja se acerca a mi casa a gritarme, a insultarme, a golpearme contra la puerta y no dejarme entrar y a decirme un montón de barbaridades y que esto recién empieza”.

No conforme con eso, le dijo que “no iba a parar hasta destruirme y que me iba a dejar sin trabajo. Que me iba a prender fuego el auto y que nada de lo que yo hiciera iba a hacer que el terminase con todo esto. Que no iba a poder salir a la calle tranquila y que todos se iban a enterar de la clase de persona que yo era. Que no era una buena persona, que no me merecía que me pasara nada bueno”.

Lejos de reaccionar en forma también violenta, Bárbara le pidió “por favor que parara, que dejara de gritarme. Intenté entrar a mi casa. Me zamarreó, no me dejaba entrar, hasta que logré entrar y él se fue”.

“Ese día hice la denuncia en el Centro territorial de distrito, de ahí me mandaron a Tribunales para hacer la orden de restricción y el 15 de junio me la dieron”, señaló la joven visiblemente consternada.

“A partir del 16 de junio comencé a llamar a la comisaría para saber si lo habían notificado porque nunca cesó con los mensajes. Nunca dejó de hostigarme, de mandarme mensajes por mails, Facebook, Instagram todos con mi nombre y mis fotos”, describió Bárbara.

Los agresores no sólo apuntan sus comportamientos enfermos a sus ex parejas sino que lo hacen extensivo a su entorno y esta no fue la excepción: “Le mandó mails a mi jefe con fotos y videos privados, de nuestra intimidad. Le escribía a mis contactos haciéndose pasar por mí. Me avisaba por teléfono, me llamaba y me decía fijate todavía estas a tiempo de borrar el mail o de pedirme perdón, de que todo esto se termine”.

Las amenazas fueron constantes y en los casos de violencia de género apuntan a suprimir la autoestima de sus víctimas. “Me decía que me iba a arruinar la vida, que me iba a humillar de todas las maneras posibles, que nadie iba a confiar en mí, que me iba a dejar sin trabajo”, contó Bárbara.

La violencia no tiene límites. “Me empapeló el auto con fotos privadas, de la intimidad con él, empezó a seguirme a todos los lugares donde yo iba. A toda hora del día me llamaba, me mandaba mensajes era como que no dormía, a cualquier hora me hostigaba”, remarcó.

“La llamo a mi mamá para decirle que lo que él quería era que yo tuviese miedo y vergüenza de salir a la calle. Que todos iban a saber qué clase de mujer era yo”, describió.

Me decía que era una puta, que tenía que trabajar de eso, que tenía que renunciar a mi trabajo y trabajar de puta.  

La Justicia no dio una respuesta a este caso, “tuve que recurrir a los medios porque hace del 15 de junio que tengo la restricción de acercamiento pero él no fue notificado porque no lo encuentran”.

El rápido accionar de la justicia en estos casos es vital, “yo di la dirección de su casa y de su empresa, fueron varias veces a la casa pero nunca lo encuentran, les di la dirección de su empresa y tampoco lo encuentran, lo llamaron por teléfono y dijo que no estaba en la ciudad  y que cuando volviera se iba a acercar, pero nunca lo hizo”, expresó la joven.

La impunidad con la que se manejan y el lento accionar de la justicia puede derivar en un desenlace irreversible. “No solo que nunca se presentó sino que nunca paró de hostigarme, de mandarme mensajes y de presentarse en todos los lugares donde yo estaba, se paraba en la puerta, me pinchó las ruedas del auto cinco veces. Llamó al padre de mi pareja, lo amenazó y le dijo que hay una bala con su nombre y la justicia no hace nada”.

Los reclamos de Bárbara no cesaron nunca, siempre pidió ayuda, “me canse de pedir que lo notifiquen y que alguien me proteja porque sé que esto no va a terminar bien y por lo menos si algo me pasa que sepan que por más miedo que tenga no me quedé callada”, se lamentó.

Y sumergida en el llanto reclamó: “No se puede vivir así, no me merezco vivir así, ni mi familia ni ninguna otra mujer merece vivir así”.

“En fiscalía me dijeron que si no había golpes era todo mucho más difícil. El golpe no se necesita para que la justicia actúe, es parte dela violencia que te hostiguen, que te amenacen, que te humillen y te persigan constantemente. Nadie te contiene y nadie te da una respuesta”, remarcó.

Pero cuando el caso toma estado público las cosas cambiam. “Ahora que se logró viralizar me llamaron y me dijeron que el botón de pánico me lo van a dar el martes, cuando antes me habían  dicho que demoraba diez días. Ahora lo vamos a encontrar y lo vamos a notificar”, se quejó.

“Después de dos meses, de haberme quedado callada, de haberle pedido perdón porque era lo que él quería. Le pedí perdón si  me había equivocado en algo de la relación, pero que terminara, que no me lo merecía”, pero ese pedido no fue suficiente para que cesen las amenazas.

“Estuve cuatro años al lado de él, compartí mi hija con él porque yo quería una familia y me sigue humillando y amenaza con demandarme. Me dice que yo soy la que miento, que nadie me va a escuchar”, se lamentó.