Por Alejandro Maidana

La necesidad de reunirse  y confraternizar, debido a las trabas que significaban el idioma y por sobre todas las cosas la idiosincrasia, se transformó en trabajo para crear un lugar que sirva de bálsamo ante tamaña distancia geográfica y cultural.

Hoy los hijos y nietos de esos primeros inmigrantes siguen sembrando su aporte cotidiano para sostener y consolidar lo que se creó hace ya 67 años. Fundada en 1949 por los primeros japoneses que llegaron a Rosario, y fruto del esfuerzo de los mismos, la Asociación Japonesa hoy alberga diversas actividades deportivas y culturales.

Todo comenzó con un pequeño lugar que sólo abrazaba las charlas y que servía de unión para aquellos que cruzaron de Oriente a Occidente, con todo lo que eso implica. Si bien siempre se emparentaron con el rubro tintorería, esos primeros visitantes se dedicaron a la actividad gastronómica, específicamente a la apertura de bares.

Como dato saliente, el primero de ellos estuvo ubicado en lo que a posterior fuese el cine Radar (NdR: Córdoba entre Sarmiento y Mitre), y su nombre era Imperio. El mismo pertenecía a un grupo de militares japoneses que llegaron antes de la segunda guerra mundial.

Uno de los deportes predilectos y que practicaron hasta no hace mucho tiempo fue el beisbol, actividad que reunía a los más jóvenes y que junto al fútbol sirvió para unir a la colectividad con los autóctonos.

Hoy, ya sin ellos, se destacan el tenis de mesa y las artes marciales como el Karate, Kendo y el Jiu-Jitsu.

Penetrando en el terreno gastronómico, y más precisamente a lo que tiene que ver con los platos autóctonos, la comida japonesa se posiciona como uno de los principales pilares autogestivos para poder sostener este enorme lugar que está enclavado en Iriondo 1035.

Un hecho notable sucede el tercer domingo de marzo de cada año en el llamado Keirokai (agasajo a nuestros mayores). Fecha elegida para homenajear a los ancianos con comidas y bailes tradicionales. Japón es el país que más reverencia a sus adultos.

Separados por más de 18.000 kilómetros, pero unidos a sus raíces a través de este maravilloso lugar, los más de 300 japoneses que hoy residen en la ciudad encuentran el equilibrio justo para su alma, fortaleciendo los lazos con sus paisanos.

Foto: Gisela Gentile