MIéRCOLES, 27 DE NOV

Alejandro Agresti habla de su última película: Mecánica Popular

En "Mecánica popular", tras dedicar su vida a publicar filosofía, historia y psicoanálisis, el editor Mario Zavadikner, desencantado con la realidad social e intelectual, decide pegarse un tiro en su editorial pero una joven escritora que amenaza suicidarse si él no le publica su novela, lo frena.

A doce años de su último estreno argentino en el país («Un mundo menos peor», en 2004), Alejandro Agresti presenta «Mecánica popular», que compitió en el último Festival de Mar del Plata y tiene como figuras centrales a Alejandro Awada, Patricio Contreras, Marina Glezer, Diego Peretti y Romina Ricci.
Agresti acredita una larga y desordenada filmografía -con estrenos tardíos o ausentes-, con obras rodadas aquí, en Europa y Estados Unidos, que incluye clásicos como «El amor es una mujer gorda», «Boda secreta», «Luba» y su obra maestra «El acto en cuestión», estrenada en 2015, 23 años después de hecha.
Tras un largo periplo europeo, principalmente en Holanda, volvió a sorprender con «Buenos Aires, viceversa», «El viento se llevó lo que»; «Una noche con Sabrina Love» y «Valentín», antes de marchar a Estados Unidos, donde dirigió «La casa del lago» y recién siete años más tarde «No somos animales», con guión escrito a cuatro manos con John Cusack, que en Argentina sólo tuvo un pase en el Festival de Mar del Plata.
En «Mecánica popular», tras dedicar su vida a publicar filosofía, historia y psicoanálisis, el editor Mario Zavadikner, desencantado con la realidad social e intelectual, decide pegarse un tiro en su editorial pero una joven escritora que amenaza suicidarse si él no le publica su novela, lo frena.
-¿Qué reflexiones te merecen tus idas y venidas?
-Siempre trato de escribir y realizar algo diferente, algo que no hice antes. El riesgo es mi motor, el riesgo es lo que separa a los artistas de los artesanos. Y puede estar en hacer algo polémico, o contar tu infancia, o trabajar en Hollywood, o saber que te van destruir porque no te adaptás a los cánones formalistas de la moda de turno.
-Tiene que ver con el concepto de oferta y demanda…
-La complacencia ya no es un asunto comercial o masivo, creo que hoy en día está mucho más del lado de aquellos que siguen haciendo «algo que se parezca a este o el otro director cool, a esa u otra película de culto repetida»… Creo que hay muchas mentes paralizadas por el miedo a no gustar, mientras en el cine y la televisión comercial, con sus series, surgen constantes innovaciones, donde sorprende el verdadero riesgo, y no ese riesgo suave, cagón y tibio, que le da lugar a las más descabelladas interpretaciones.
-¿Definime qué tipo de películas?
-Las que más que reseñas necesitan extensas monografías narcisistas y mucha literatura para persuadir a la gente de que es idiota si no la entiende o se embola, de que se pierde pertenecer a la autosugestionada casta de frívolos adornados, que calculan al espejo mirada de: «Ojo conmigo, yo observo la realidad desde un costado insólito…»
-¿Cómo nace la idea con eje en este dueño de editorial, y su vinculación con lo genuino o la pose…?
-Personalmente, fue un shock cuando supe de la creación de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional… Aparte de eso sentí desilusión, ya que no se le pueden discutir algunos importantes logros sociales del anterior gobierno, pero…. Paremos un cacho, muchachos… Ahí sí que se fueron al carajo.
-Explicame esto un poco más…
-Podríamos diluir la errata como simplemente «un nombre desafortunado», pero… ¿De dónde nacen tantos infortunios?… Bueno, ese, específicamente se gestó desde la «intelectualidad», y me hizo preguntar ¿hasta dónde nos las damos de coleccionistas de frases y palabras?; ¿hasta dónde las usamos como snobs para parecer inteligentes o un poquito más arriba del portero de nuestro edificio, cuando inteligencia es simplemente saber elegir?…
-¿Ahí nació la idea?
-Me encerré a escribir «Mecánica Popular», no para decir grandes verdades, sino para abrirle puertas al asunto y generar debates. Y no fue fácil, armar preguntas, recuerdos, dudas y contradicciones en una pieza dramática, en una película que cruza teatro, tinta y filosofía con cine. Todavía no obtuve ninguna respuesta, creo que no existen, pensar es un ejercicio, un deporte, como el fútbol, hasta que se te convierte en un gran negocio…
-¿El porteño siempre está en pose?
-La cháchara, el tener verso, el engañar de intelectual con dos o tres libros es sin ninguna duda una pícara, a veces hasta encantadora, cualidad porteña. Mientras uno sea consciente que es juego, todo bien, pero cuando alguien quiere ejercerlo como poder que anule o se aproveche del otro, entonces la vernácula herramienta se pasa de inocente morisqueta graciosa.
-¿Cómo definís a Zavadikner?
-Zavadikner es un snob que se dejó llevar por la prostitución que lo beneficiaba. En su caso para brillar, para seducir, para hacerse halo. Una víctima de sus tentaciones, de su poder. Hay cientos de películas sobre ese tipo de víctima, pero hablan de dinero. Acá no, acá hablo de otro tipo de codicia, si se quiere más profunda, de querer analizar ciertos procesos históricos y sus pertinentes abusos dialécticos.
-¿Te gustan los grupos protagónicos…?
-Me gusta sintetizar lo complejo, en vez de estirar lo simple hasta travestirlo de complicado. Siempre existió aquel que de una lata de sopa Campbell, con ayuda de ocurrentes borbotones de saraza diletante, han logrado complicar el nutritivo asunto en crítica social.
-Rechazás esos planteos…
-A mí no me atrae ese juego, me parece falso, orquestado en parte por gente que se beneficia, que piensa que puede ser también un artista de comprar frascos de mayonesa , ponerlos al revés y llamar a ese crítico amigo para que, robándole un poco a Lacán y otros autores subrayados en libros que ni siquiera entendieron, elevar la obra más allá del estante del supermercado.
-¿Y qué te satisface?
-Mi placer pasa por algo más cubista, en todo caso, por proponer una construcción dramática que, según desde dónde y en qué momento de tu vida, significa y hace sentir cosas diferentes. No quiere decir que siempre me salga bien, pero copiar lo ya hecho y festejado me aburre tanto como verlo, leerlo, u oírlo.
-¿Qué pensás del momento en que vivimos aquí en la Argentina después de tanta calle y mundo?
-Quiero y necesito creer. Es fácil criticar a uno y otro gobierno, pero aprendí que el gobierno somos todos, que es demasiado fácil apuntar el dedo para sentirse un falso altruista comprometido. Si la corrupción se termina un día en este país, con lo que tenemos seríamos mucho más que cualquier limosna o parche.
-¿Estás convencido de eso?
-No tenemos nada que envidiarle a un holandés. Pero podríamos aprender un poco de su dinámica ideológica de conjuntos y comunidades, que sin ser, en ningún punto de vista superiores a los que somos, supieron dejar de lado el verso y transformar teorías arcaicas, mitos y macanas, para construir de cero algo menos condescendiente, más práctico que teórico. El problema es que la dinámica no está escrita, la dinámica está siempre por escribirse, y por eso es que me apasiona balbucear este tipo de borradores.

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