Por Aldo Battisacco

«Veintidós años son muchos comparados con la edad de mi hija cuando falleció en el atentado, tenía 21 años. Por otro lado, evidentemente 22 años son demasiados, en los que en este tiempo los poderes públicos no cumplieron con su obligación, no transmitieron a la sociedad lo que esta les reclama. De alguna manera esto nos hace poner mal porque la impunidad le está ganando a la verdad. Y lo está haciendo con el crimen más importante de la historia de la República Argentina. Esto no es admisible, la democracia se maneja con otros códigos, los poderes públicos no estuvieron a la altura de lo que correspondía». Así comenzó la reflexión Luis Czyzewski, papá de Paola, quien falleció en el atentado a la Amia en 1994.

Ambos sintetizan el dolor de la Asociación Mutual Israelita Argentina (Amia) por presencia de testimonio y por ausencia hecha memoria. Son parte de ese momento que trae el recuerdo del humo en el cielo porteño y una estruendosa explosión imaginada. El relato de Luis lleva de la mano a vivenciar los tiempos de esos momentos grises, pesados como las piedras, como las piedras de la Amia. Y el viejo derrotero del barco que ancló en el puerto de Buenos Aires con los abuelos que llegaron con esperanza de hacer una vida y hasta de vivir la muerte, esa que no es arrebatada y convertida en el clamor de la tragedia de un tango que se entrega frente a la resignación de «una mueca siniestra de la suerte». Sino que es una vida que no espera morir «por una cruel ironía del destino». Todo tan porteño, que asusta. Fue una explosión que pudo desvanecer la música convirtiéndola en angustia sin silencios.

La palabra sentida, dio lugar a un extenso diálogo de Conclusión con Luis Czyzewski, en el que manifestó sus certezas llenas de dolor y también sus dudas; habló de su hija Paola, de cómo era, qué pasó aquel día de 1994, que espera aún de la instituciones de la República y los vaivenes de una causa que prometía ser esclarecida pero que también fue «cubierta de sombras».

—¿Hubo algún momento que usted recuerde en que esto podría haber sido distinto de lo que se ha convertido la causa Amia?

—En un principio, sí. Y hay un tema que no debe dejarse de lado, como es la investigación de la causa Amia que se puede abordar sobre dos ejes: uno es la conexión local y el otro la conexión internacional. La que refiere a la conexión local fracasó, puesto que se avanzó y quedó trabado a raíz de que los acusados no se ponen a disposición de la Justicia y eso es una traba que no permite seguir adelante. Esto no significa que no se pueda avanzar, tampoco significa que hoy no sepamos quiénes son los responsables del atentado y financiaron a Hesbollah, y la ejecución del atentado. Esto es lo que evidencia una diferencia entre los logros alcanzados en la investigación en torno a la conexión local y la internacional, si nos detenemos a mirar cuál es el avance que emerge de lo que se ha dilucidado en la conexión internacional, se avanzó. Pero si se lo ve desde lo general, se puede decir que no, quedó trunca por la no comparecencia de los actores locales.

—Dicho esto, ¿cómo procesa interiormente todas estas situaciones que se sucedieron en torno a la causa, cuando son más los años de ausencia de su hija que los que tenía cuando perdió la vida?

—Todo esto fue y es muy fuerte. Es la realidad y no hay que circunscribirlo a la comunidad judía, porque fue atacada la sociedad argentina. Si bien la Amia era un edificio emblemático de la comunidad judía y el atentado fue antisemita, no se puede ignorar que se atacó Argentina. Y si miramos quién decidió hacer el ataque y quién lo financió, es de suponer que fue un ataque de un país contra otro.

—¿La Justicia como poder del Estado, republicano y democrático, alcanzó para dar la respuesta que se necesita?

—Evidentemente que si la Justicia no existe no hay democracia, porque esta no funciona sola, sino que son tres los poderes. Aún así la Justicia no halló la respuesta. Y por esto es necesario preguntarse si fue solo la Justicia la que defraudó. Parece que no, también están involucrados todos los poderes públicos. El lugar de donde se recibe la respuesta cuando hay un delito, por caso un atentado terrorista, es la Justicia pero no es el único poder con el que se investiga, existen también otros estamentos del Estado. En ningún país se investiga solo con la policía, intervienen además los servicios de seguridad con un rol importante y dependen del poder ejecutivo. Sin embargo, en nuestro país fallaron.

Paola-editada

El 18 de julio de 1994, Paola Czyzewski llegó por primera vez a la Amia, donde trabajaba su mamá. A las 9.53, una bomba voló el edificio.

—¿Como recuerda a su hija?

—Paola tenía dos hermanas, una menor y otra mayor, con la característica de ser la más fuerte de carácter, con un grado de autoexigencia que iba más allá de lo deseable, si algo no era excelente notaba que faltaba algo. Cuando por algún motivo estábamos ausentes con mi señora, ella era muy protectora y era prácticamente la mamá de sus hermanos. Tenía una gran vocación, estudiaba derecho en la UBA y había terminado el tercer año de su carrera. Cuando murió estaba de vacaciones. El leiv motiv de su vida era esa pasión por enmendar las injusticias, quería ser abogada y defender a los que menos posibilidad de defenderse tenían, poseía un gran idealismo juvenil.

—Visto lo que pasó, ¿cuál sería el temor que habría que tener como sociedad: que exista una causa para que esto pueda volver a ocurrir o que si así fuese nunca se esclarezca?

—Las dos cosas, porque existieron dos atentados: la embajada de Israel y la Amia. Y apena cómo respondieron los poderes públicos frente a estos dos hechos. Otro aspecto que no se puede ignorar es lo que acontece en el mundo, donde no hay semana en la que no se registre un atentado terrorista. El mundo está llamado a razonar y reaccionar acerca de cómo se combate esa violencia ejercida por el terrorismo. Francia ofrece ese mensaje, el mundo está en guerra contra el terrorismo. No obstante el gobierno francés dice que tenemos que convivir con esto, pero esto no nos lo merecemos como seres humanos. Días pasados escuché por radio algo muy impactante, alguien dijo que cada ciudadano del orbe cuando llega la noche debe agradecer por ser un sobreviviente. El terrorismo mata por el hecho de matar, para imponer sus ideas e imponer el poder y no podemos resignarnos a pensar que tenemos que convivir con esto como lo sugiere el gobierno francés.

—¿Percibe una deuda de la sociedad argentina para con su país y sus instituciones en la idea de fortalecer la república y la democracia?

—Creo que los argentinos debemos reflexionar qué es lo que debemos aportar cada uno para tener un país sin impunidad. Lo que se deba hacer en otros órdenes vinculados con la paz de la comunidad es materia de expertos, los ciudadanos debemos votar a conciencia y tener la convicción que la persona que votamos es la indicada. No es bueno entrar en valoraciones de orden político, porque no corresponde, la ciudadanía puede ejercitar el derecho al voto y al reclamo. Pero lo más importante es conservar la memoria con el objeto de que no repitamos las mismas cosas, y esto no se sostiene por el solo hecho de que llega un aniversario, hay que mantenerla en forma permanente. No hay que dejar que las urgencias superen las cosas importantes.

—¿Si tuviese que interpretar el sentir y el pensamiento de Paola, cree que actuaría frente a todo esto tal cual usted lo hace?

—No tengo dudas, creo que ella hubiese ido mucho más allá, vehemente, menos diplomática, sin violencia, pero arrolladora. Esa era su estilo. Recuerdo que era una buena estudiante, pero no de las mejores, aprobaba sus materias pero nunca llegó a tener sobresaliente, solo en una materia obtuvo como nota sobresaliente: Derechos Humanos.

—¿Cuál es la frase de Paola que recuerda como la más intensa, aquella que permita conocerla como era?

—No hay algo tan contundente, pero sí algo de su formación que tengo presente, cuando leía o veía algo que le sugería que se trataba de una injusticia decía: «Cuando sea abogada tengo que pelear contra esto para que no suceda más».

—A veces quienes están al frente de las instituciones no reflejan la real dimensión de la responsabilidad que les compete en ese cargo, políticos, jueces o fuerzas de seguridad. En esa búsqueda de una sociedad mejor que perseguía Paola, ¿cual sería el punto en común que tiene los argentinos con las ideas de su hija y suyas, que permita pensar como comunidad frente a un hecho como el de la Amia? 

—Lograr tener instituciones que cuiden a su pueblo, una agencia de inteligencia dedicada a evitar agresiones externas en el combate contra el terrorismo. Pero fundamentalmente tener una educación que nos de la posibilidad de ser mejores como sociedad. Y esto no se da porque hay sectores que están excluidos de la educación, y esto repercute muy fuerte porque se pierden valores. Y aunque logremos ese cambio en lo inmediato, el resultado se verá reflejado en la próxima generación. La degradación de la educación contaminó y hoy esta carencia la padecemos.

—¿Qué se puede rescatar desde la autocrítica como comunidad y qué enseñanza impone un hecho tan luctuoso como el atentado a la Amia?

—Que estamos en una pelea intensa, pero con resultados muy pobres desde hace 22 años. Cada uno desde su lugar tiene que propender a construir una sociedad mejor con más justicia y sin impunidad. Los argentinos nos debemos vivir mejor de lo que vivimos. Y para esto, es indispensable que cada uno haga lo que esée a su alcance, convencido del compromiso que significa.

A continuación, entrevista al rabino Pablo Iugt