En las últimas décadas, la Iglesia Católica perdió poder, influencia e imagen moral. Esto se debe, en buena medida, a dos factores: la resistencia y la posterior incorporación que el cristianismo tuvo hacia el progresismo, y los casos de abuso sexual que se denunciaron dentro de la misma Iglesia Católica, que ayudaron en buena medida a desprestigiar a la institución.

Para analizar cómo comenzó el daño a la imagen de la Iglesia Católica, hay que remontarse a fines del siglo XVII, cuando los masones predicaron un nuevo evangelio que planteaba, entre otras cuestiones, la creación de un paraíso en la Tierra a través del dominio de la naturaleza.

La situación se agravó a mediados del siglo XIX, con la aparición de teóricos como Karl Marx, quien en sus escritos planteaba una visión materialista. Así fue que el ideal masónico, potenciado por el materialismo marxista, se hizo cada vez más popular en los seminarios de formación sacerdotal.

De esta forma, tanto la Iglesia Católica como las protestantes empezaron a aplicar ideas “modernistas”, que bien podrían haber sido escritas por cualquier Gran Maestro Masón.

Paralelamente, la Revolución Industrial también impactó en las ideas cristianas: muchos creyentes “compraron” el concepto materialista del progreso y lo fundieron con el concepto cristiano del progreso espiritual individual.

Pese a la resistencia del cristianismo, el pensamiento científico logró que el humanismo secular se convirtiera en la única religión real de Occidente.

Corría el año 1864 cuando San Pío IX, a modo de reacción, publicó el “Syllabus errorum”, un material que consistía en una lista de ochenta proposiciones que declaró falsas o heréticas, mediante las cuales identificó al modernismo y al progresismo como una amenaza mortal para la Iglesia Católica y para la civilización cristiana en su conjunto. En esta línea, en 1907 publicó un programa para eliminar el modernismo en los seminarios católicos.

Quiebre entre política y catolicismo

En 1963 se produjo en hecho que terminó por romper la ya frágil relación entre la política y la Iglesia Católica: importantes obispos se reunieron con miembros de la familia de John Fitzgerald Kennedy –quien entonces era presidente de Estados Unidos– e informaron que la Iglesia ya no se esforzaría por influir en la ley, garantizando así no inmiscuirse en temas relacionados a la pornografía o el aborto, entre otros temas concernientes a la moralidad sexual de las personas.

Por su parte, el Papa Juan XXIII designó a modernistas en cargos de la Iglesia Católica. Fue así que en las parroquias se comenzó a eliminar toda mención de responsabilidad moral, incluida la referencia al Infierno y al Purgatorio y sobre la moral sexual.

A esto se sumaron los abusos comenzaron a salir a la luz a fines de la década de 1990, con un impacto de imagen devastador sobre la Iglesia, que ya se tambaleaba por la pérdida de influencia y poder debido a la apertura total al mundo.

Este camino llevó luego a la Iglesia a abrazar las preocupaciones seculares como la ecología, las migraciones y el desarrollo económico, entre otras, como su tema central.