El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, presidió este miércoles la misa por las mujeres que trabajan en los comedores comunitarios, realizada en el santuario de la Virgen de Caacupé y San Blas, en jurisdicción de la diócesis de San Justo, partido bonaerense de La Matanza. En su homilía, el Prelado expresó: «Este homenaje es para las cocineras que alimentaron a cientos de miles de personas en la pandemia, y que hoy se encuentran al frente de todos los comedores en la República Argentina». También hizo un reclamo al Gobierno para que asegure la comida a todos los que la necesitan.

En el inicio de la ceremonia, el Obispo de San Justo, monseñor Eduardo García dio la bienvenida a todos diciendo: «Gracias a nuestros padres obispos, a los sacerdotes por venirse hasta La Matanza donde más de una vez hemos sido castigados por el olvido, por la ausencia del Estado, por la falta de educación y de cloacas, o de una vivienda digna, castigados también a veces por los medios que no perdonan el crecer y el avanzar como pueblo».

«Estamos trabajando para no entregar nuestros barrios al narcotráfico, para no entregar nuestros barrios al enemigo que se constituye en dueño de nuestras vidas y que va formando un ‘estado’ dentro de otro Estado. Estamos a tiempo, hay tanto que hacer, tanto que trabajar, cada uno tiene que mirar su responsabilidad. Nuestras mujeres se encuentran con estos chicos, y a veces también se encuentran con adultos», expresó monseñor Ojea.

«Cómo nos ha pegado la globalización de la indiferencia», lamentó, asimismo, y recordó: «Yo también soy responsable de las necesidades de mi hermano, no me puedo desentender”. Añadió “no nos podemos confundir, y menos en una emergencia y en una crisis», planteó.

En la misa, se expresó además la necesidad de una opción por un plan nacional alimentario, que pueda asegurar la llegada de comida a todas las familias argentinas que lo necesitan.

Todos los que participaron expresaron que la liturgia fue un momento en favor de la unidad y de la vida, y que se rezó también por todos los argentinos que más lo necesitan.

En la misa, también estuvieron presentes más de 40 sacerdotes que viven y trabajan en las villas y barrios populares porteños y del conurbano bonaerense.

Al finalizar la misa, monseñor Ojea, acompañado por los obispos, bendijo las manos y la vida de las mujeres que fueron honradas en la celebración.

Luego de la Eucaristía, las cocineras de los comedores que estaban presentes recibieron, como símbolo de unidad y hermandad, una banda con los colores de la bandera argentina.

Como cierre de la ceremonia, los curas de villas y barriadas leyeron el documento «Con la comida, no», donde expresan que, «así como la bandera argentina flamea en todos los rincones de la patria, queremos que a ningún hermano le falte el pan. Es tarea de todos».