Por Hernán Reyes

En su primer viaje fuera de Italia como Papa, en julio de 2013, Francisco encontró en Río de Janeiro a un grupo de jóvenes argentinos a los que lanzó una de sus convocatorias más festejadas y recordadas: «Hagan lío» les dijo, y sentó la piedra fundacional de una relación que ha ido creciendo y tomando dimensión en cada uno de sus años de pontificado.

Un vínculo, realzado además en muchas de sus visitas a países latinoamericanos, que muestra a un Papa dinámico y atento a muchas nuevas pautas generacionales, al tiempo preocupado por la capacidad de «soñar» de las juventudes, así como de que puedan asegurarse un «trabajo digno».

Desde su entronización, el Papa ya encabezó tres Jornadas Mundiales de la Juventud (2013, 2016 y 2019), y confirmó su intención de ir a la que se hará en Lisboa en 2023. Además, convocó un Sínodo Especial sobre la Juventud, por el que reunió a centenares de obispos con jóvenes de todo el mundo en Roma en octubre de 2018, y luego dedicó una de sus exhortaciones apostólicas (Chistus vivit, de 2019) «a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios».

«Gritar sin temor y no ceder ante las manipulaciones, son dos actitudes que el papa Francisco pide siempre a los jóvenes a lo largo de pontificado. Para Francisco la Iglesia necesita, más que nunca, a una generación activa, que se atreva a opinar y a involucrarse en los hechos que los afectan», analizó ante Télam la periodista argentina Silvina Pérez, responsable de la edición en español del diario oficial del Vaticano, L’Osservatore Romano.

En particular, uno de los factores comunes del Papa en sus siete visitas a Latinoamérica han sido los encuentros con jóvenes de los países de la Patria Grande. En esos encuentros, siempre con prospectiva de futuro, los convocó a «soñar» y a sentirse parte de una «esperanza» .

Tras el encuentro «fundacional» de Río en 2013 en el que lanzó el «Hagan lío», el Papa siempre ha hablado a la juventud latinoamericana con convocatorias a la construcción de un futuro común.

En julio de 2015, al visitar Paraguay, pidió a Jesús «por los chicos y chicas que no saben que vos sos su fortaleza y que tienen miedo de vivir, miedo de ser felices, tienen miedo de soñar».

«En la objetividad de la vida tiene que entrar la capacidad de soñar. Y un joven que no es capaz de soñar, está clausurado en sí mismo, está cerrado en sí mismo», los animó.

En febrero de 2016, al visitar México, dialogó con un joven que había lamentado perder «el encanto de disfrutar del encuentro».

«Perdimos el encanto de caminar juntos, perdimos el encanto de soñar juntos y para que esta riqueza, movida por la esperanza, vaya adelante, hay que caminar juntos, hay que encontrarse, hay que soñar. No pierdan el encanto de soñar. Atrévanse a soñar. Soñar, que no es lo mismo que ser dormilones, eso no, ¿eh?», le respondió el Papa.

Con igual positividad animó a los jóvenes con los que se reunió en Chile en enero de 2018, a los que llamó a «arriesgarse, correr riesgos».

«Queridos amigos, sean valientes, salgan ‘al tiro’ al encuentro de sus amigos, de aquellos que no conocen o que están en un momento de dificultad», les propuso.

Con citas recurrentes a referencias del mundo juvenil, como su mención al grupo de rock chileno La Ley al encontrar a los jóvenes de ese país, el Papa no ha tenido miedo de incorporar neologismos 2.0 a sus discursos, como cuando los llamó a «no balconear» la vida, o el día que les pidió «no ser jóvenes-sofá».

Sus convocatorias a los jóvenes a sentirse parte de un futuro común y a «dejar huella» no son tampoco exclusivas de sus encuentros con las juventudes latinoamericanas.

En 2016, durante la JMJ de Polonia, les dijo a los «queridos jóvenes» que «no vinimos a este mundo a vegetar, a pasar por él cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca. Al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella».

Este año, con un mensaje de advertencia por la desocupación juvenil, sostuvo que se trata de un «problema de dignidad», porque, a su juicio, la dignidad de la persona «no viene del dinero, no viene de las cosas que se conocen, viene del trabajo».

«Deben reaccionar contra esto», se pronunció frente al desempleo juvenil: «Que los jóvenes empiecen a soñar, a ser padres, a tener hijos. Y para eso tienen que trabajar. El trabajo es una pequeña garantía para este futuro», los convocó en un encuentro con jóvenes en Roma.