Por Daniel Oscar Siñeriz Griffa

El relato religioso que intenta explicar la conducta del ser humano y el sentido de su vida, parece como relegado a modo de fábula infantil o de antigua prédica eclesiástica, hoy superada por otras explicaciones filosóficas o científicas que parecen más consistentes.

El fruto de un árbol, cargado de promesas atrayentes, y tomado con plena advertencia y en total libertad, sería el detonante de un ”giro” trágico en la historia humana, que intentaría explicar lo inexplicable.

También la fuerza y persistencia de lo que se ha “desatado” como conflicto bélico nos obliga a repensar todo “como un antes y un después”; personalmente no descartaría de entrada aquella explicación primitiva, aunque intentando una relectura necesaria.

El relato bíblico contiene las dos caras de una misma moneda: Adán y Eva intentan “desplazar” a Dios y ponerse en su lugar; si bien fueron creados “a imagen y semejanza” de su Creador, pretendieron ser creadores de sí mismos. Y la “otra cara de la moneda” nos presenta a Caín matando a su hermano Abel, pretendiendo ser dueño de su vida.

Lo sorprendente no es sólo la similitud con aquello, de lo que hoy pasa, sino más bien la magnitud del ”desplazamiento” y del “atropello”. Creo que hasta “La Salamanca”, es decir, los “ámbitos diabólicos”, también acusan sorpresa y desconcierto. Recuerdo unos versos de nuestro libro de oraciones: “Que el hombre, hecho de barro, no te obligue, Señor, a arrepentirte, de haberle dado un día las llaves de la tierra”.

Deseando que el Hombre Nuevo, resucitando, nos ayude a RECREAR HUMANIDAD.