Una iglesia que te pide los papeles en la puerta: ese sería el resultado final de este mandato de la misericordia paradójica, esa que clama contra los ‘descartados’ y prohíbe el acceso a los sacramentos a quienes no comulguen (vale el juego de palabras) con los criterios del mundo. Esa es la que está demandando el jefe del episcopado europeo, cardenal Jean-Claude Hollerich.

“Durante esta fase en que la pandemia resurge, debemos salvar vidas, y el ‘pase verde’ debería servir para acoger a la gente a Misa”, ha declarado Su Eminencia a la veterana publicación católica británica The Tablet. “Desde Navidad hay en Luxemburgo una ley que solo permite a los vacunados participar en las liturgias, salvo en el caso de ceremonias de menos de veinte fieles. Algunos sacerdotes han objetado, pero eso no ayuda en la búsqueda de una solución”.

Da igual que los números de hospitalizados y muertos por esta pandemia estén ya en cifras no muy distintas a las normales por estas fechas. No importa que las propias farmacéuticas adviertan y las autoridades sanitarias reconozcan que los vacunados siguen contagiando y contagiándose. La ardiente fe de Hollerich y muchos otros pastores en los volubles dictados del poder secular es conmovedora, y parecen haber convertido la inoculación en un octavo sacramento.

Hay que salvar vidas, dice Hollerich, aunque las cifras no avalan que las vacunas lo estén consiguiendo, especialmente si miramos a regiones subvacunadas como África. Salvar el alma, alcanzar la vida eterna, de eso ya nos ocupamos otro día.