SáBADO, 30 DE NOV

El Vaticano ratifica su no absoluto a la eutanasia y al suicidio asistido

El posicionamiento sobre esas cuestiones éticas están contenidas en el "Pequeño léxico del final de la vida", que el presidente de la Pontificia Academia para la Vida le llevó al Papa Francisco.

 

El presidente de la Pontificia Academia para la Vida, monseñor Vicenzo Paglia, visitó al Papa Francisco para entregarle el «Pequeño léxico del final de la vida», un glosario de 88 páginas sobre las cuestiones éticas relacionadas con el debate sobre el final de la vida: desde la eutanasia y el suicidio asistido, hasta los cuidados paliativos y la incineración.

Puntualmente, el texto contiene los siguientes temas: una «oposición absoluta al suicidio asistido y a la eutanasia»; la defensa del derecho a la vida, especialmente de los más débiles; la necesaria evaluación de los tratamientos desproporcionados; la necesidad de una mayor atención a los enfermos; la colaboración entre Iglesia y política en las cuestiones relativas al final de la vida.

Publicado a principios de julio, el glosario vuelve a estar en primer plano en estas horas, después de que algunos periódicos destacaran lo que supuestamente serían señales de «apertura» por parte de la Santa Sede.

En realidad, explicó Paglia a los medios vaticanos, se trata de indicaciones que hunden sus raíces en los últimos setenta años del magisterio de los papas y de la Iglesia.

La Iglesia reitera su absoluta oposición a cualquier forma de eutanasia y de suicidio asistido. Y es también mi convicción, aunque algunos quieran hacerme decir lo contrario. Pero la Iglesia nos invita también a reflexionar sobre el hecho de que la obstinación irrazonable (la obstinación terapéutica) no es expresión de una medicina y de unos cuidados verdaderamente a medida y a favor de la persona enferma. La muerte es, por desgracia, una dimensión de la vida. Es inevitable.

Por supuesto, nunca debemos acortar la duración de la vida, pero tampoco debemos empeñarnos en obstruir su curso de ninguna manera. Somos frágiles. Por eso, debemos cuidarnos los unos a los otros. Debemos hacer mucho más de lo que hacemos normalmente para acompañar a las personas en las etapas finales de su existencia, sabiendo que, para nosotros, los creyentes, la muerte no es la última palabra.

 

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