La procesión de antorchas organizada por la Diócesis de Roma contra la mafia en el 30 aniversario de los atentados de 1993 (ANSA).

El Papa Francisco dirigió una carta al vicerregente de la diócesis de Roma, monseñor Baldassare Reina, “uniéndose espiritualmente” a los participantes de una procesión especial con antorchas, la cual se llevó a cabo para conmemorar el 30° aniversario de los devastadores atentados con bombas, por parte de la mafia, contra la basílica papal de San Juan de Letrán y la iglesia de San Giorgio al Velabro, el 28 de julio de 1993.

La iniciativa fue organizada por la diócesis de Roma, junto con las autoridades del Consejo y la asociación antimafia Libera, encabezada por el padre Luigi Ciotti.

Los ataques de la mafia, se produjo en la noche del 28 de julio de 1993, dos coches bomba explotaron en Roma, con 22 minutos de diferencia, uno en la basílica de San Juan de Letrán y otro en la basílica de San Giorgio al Velabro, cerca del Circo Máximo. Las bombas hirieron a 22 personas y causaron grandes daños estructurales en ambas iglesias antiguas, ubicadas en el corazón de la Ciudad Eterna.

Los ataques ocurrieron solo unas horas después de que un coche bomba explotara en el centro de Milán, matando a cinco personas e hiriendo a otras 12, y dos meses después de un atentado con bomba del grupo del crimen organizado Cosa Nostra frente a la Galería degli Uffizi, en Florencia, que mató a cinco personas e hirió a otras 48, causando además daños importantes al edificio y varias obras de arte.

Las explosiones formaban parte de una campaña de bombardeos de la mafia siciliana (Cosa Nostra), que había advertido acreca de grandes atentados para vengarse de una serie de reveses, incluida la detención en enero de ese año de su jefe, Salvatore «Totò» Riina, tras estar 23 años prófugo. .

Un año antes, la Cosa Nostra había asesinado a los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, dos símbolos de la lucha contra la mafia en Italia, en un ataque sin precedentes contra el Estado, que marcó una de las páginas más oscuras de la historia italiana reciente.

Deber de gratitud a aquellos que han sacrificado sus vidas

En su carta, que fue leída por monseñor Reina al inicio de la procesión de antorchas,  4 minutos después de la medianoche del 28 de julio, el Papa Francisco destacó el “deber de gratitud” hacia todos aquellos que, en el cumplimiento de su deber, “poniendo a veces la vida en riesgo, se han gastado para la protección de la comunidad”.

“El sacrificio de quienes creyeron y defendieron los valores fundantes de la democracia, los de la justicia y los de la libertad, se convierte en un fuerte llamado a la conciencia, para que todos se sientan corresponsables en la construcción de una nueva civilización del amor”, dijo.

Recordó al respecto las “palabras proféticas” del papa san Juan Pablo II durante su visita a Sicilia, sólo dos meses antes de los atentados, llamando a construir una “civilización de la vida” contra la cultura de la muerte de la mafia.

Por lo tanto, el Papa Francisco instó a las personas a “oponerse resueltamente a las numerosas formas de actividades ilegales y abusos que, lamentablemente, todavía afectan a la sociedad actual”, en particular a los más vulnerables.

“Está en juego el bien común y, sobre todo, la suerte de las categorías más frágiles, las más pequeñas, las que sufren injusticias de todo tipo”.

Específicamente, Su Santidad hizo un llamado a los jóvenes, para que promuevan activamente un «cambio de mentalidad» y sean «un rayo de luz en medio de la oscuridad, testigos de la libertad, la justicia y la rectitud».

Y los invitó a estar cerca de sus pares, especialmente en las periferias suburbanas, “con ternura y compasión”.

El papa Francisco concluyó su carta encomendando a todos los participantes de la procesión a la protección maternal de la Virgen María Salus Populi Romani, Protectora del Pueblo Romano, y de los santos patronos de Roma, Pedro y Pablo.