La gracia para sanar los pecados que golpean a las familias pueden transmitirse de generación en generación: la oración y la difusión de la bondad son claves para espantar a los pensamientos malignos y atraen la gracia del Espíritu Santo, que es quien la otorga y mantiene.

El mal se distribuye de generación en generación a través de traumas, pero esa progresión se puede cortar para generar un círculo virtuoso en la familia y difundir así la gracia de Dios.

Cuando Yahveh le dice a Moisés que el pecado se castigará incluso hasta la tercera y cuarta generación, suena como si estuviera castigando a los hijos, nietos y bisnietos por los pecados de sus antepasados.

Esta idea duró casi cien años, hasta que Jesús puso en duda que Dios castigue físicamente a sus descendientes por los pecados de sus antepasados. Sin embargo, no negó que el pecado tenga un aspecto generacional.

Los niños aprenden tanto de lo que hacen como de lo que dicen sus familias. Por lo tanto, la ira, la pereza, el orgullo, las adicciones y otros mecanismos negativos tienen difusión generacional.

Los psicólogos hablan también de “trauma generacional”, en que las experiencias traumáticas de una persona se transmiten a las generaciones posteriores.

El Padre John Hampsch dice que no es realmente correcto decir que el pecado es contagioso o hereditario, sino que sólo las consecuencias del pecado lo son.

El padre Ssemakula sugiere que para enfrentar un problema que atormenta a una persona, lo primero que hay que hacer es tomar conciencia de que podría haber un problema generacional. Como segundo paso, es necesario identificar el pecado que está recorriendo las generaciones anteriores.

En tercer lugar, se debe purgar el mal traído a la familia y la debilidad moral, mediante el arrepentimiento y la confesión. Luego, hay que orar en nombre del Espíritu Santo.

Jesús reinterpreta la forma en que sus oyentes habían pensado sobre la paga del pecado, aclara cómo pensar acerca de la culpa del pecado y ofrece una manera de trascender patrones generacionales negativos repetitivos. En lugar del pecado generacional, ofrece la transmisión de la gracia de generación en generación.

Se trata de la gracia como herencia transmitida de un cristiano a otro a través del cuerpo de Cristo, específicamente a través de la familia.

Así como desde la antigüedad el pecado se propagaba a través de la descendencia, y los padres transmitían el trauma y el pecado a través de su linaje, de una generación a la siguiente, con la llegada de Jesucristo, aquellos que temen ofender a Dios, pueden transmitir la bendición de una generación a otra.

Para esto, se deben pedir bendiciones a Dios para la familia y luego las distribuirlas a través de hábitos morales, devocionales y de conducta adecuados, junto con la costumbre de recurrir al Espíritu Santo ante cada problema.

Así se pasará de una familia que transmite pecado de generación en generación, a una familia que transmite bendiciones de generación en generación.