Por Ari Lijalad

El Gobierno trabaja en estas horas en varios proyectos para recaudar fondos necesarios para enfrentar la pandemia de coronavirus. Los proyectos, aún en etapa de elaboración, tienen 3 ejes: un impuesto extraordinario a las fortunas que se beneficiaron con la amnistía fiscal de Mauricio Macri en 2017; un límite a la rentabilidad de los supermercados que obtienen en Argentina más ganancias que en otros países; y, para retrucar la operación cacerola, un tributo para los legisladores cuyos patrimonios superen los 20 millones de pesos.

Los proyectos tienen una justificación económica pero otra, no menos importante, que es la cultural. La económica es clara: en la Argentina post macrista el Estado precisa fondos y hay que buscarlos donde están. La cultural, por su parte, implica empujar el debate obligado que generó la pandemia de coronavirus: la necesidad de reformatear el sistema económico de concentración y fuga hacia guaridas fiscales.

Pese al parate del Congreso, desde el oficialismo que comanda Máximo Kirchner quieren pulir los proyectos para que no tengan fisuras ni grietas por las cuales los ejércitos de abogados de las corporaciones y los millonarios cuelen recursos judiciales. Quieren, además, que la oposición aporte en la redacción. Y quieren, por último, que esto no quede en una discusión pública de unos días sino que se vote. Los tiempos del aislamiento obligatorio determinarán esto último.

Superricos
Según reveló Horacio Verbitsky, uno de los proyectos que desarrolla el Frente de Todes es un impuesto extraordinario a quienes ingresaron al blanqueo de 2017. Es más: Verbitsky entrevistó a Alberto Fernández, le consultó al respecto y el presidente le dijo “que le parece más razonable el proyecto del diputado Máximo Kirchner de gravar con un impuesto excepcional a quienes participaron en el blanqueo de capitales de 2017 que la propuesta del Juntos por el Cambio de reducir un 30% las remuneraciones de los dirigentes políticos”.

Un dato importante es que el blanqueo de Macri no implicó el regreso de los fondos al país, sino el pago de apenas el 10% de lo declarado. Por obvias razones, tampoco generó trabajo ni inversión. No fue una novedad. En el libro “Las islas del Tesoro”, donde se relata la historia y las consecuencias de las guaridas fiscales, su autor Nicholas Shaxson cuenta: “en 2004, el gobierno de George W. Bush ofreció a sus amigos corporativos la posibilidad de repatriar las ganancias pagando una tasa impositiva de apenas el 5% en lugar de la tasa normal, que era del 35%. Más de 360.000 millones de dólares afluyeron de regreso a Estados Unidos, y gran parte de esa suma se volcó a la recompra de acciones e incrementó las bonificaciones de los ejecutivos. De acuerdo con la organización investigadora sin fines de lucro Ciudadanos por la Justicia Fiscal, ‘no hay evidencia de que la amnistía haya agregado un solo puesto de trabajo a la economía estadounidense’”. Macri no inventó nada, solo aplicó recetas vencidas.

Lo que sí generó esa amnistía fue un perdón de miles de millones de pesos en impuestos que esas fortunas no pagaron durante años. En Argentina el monto blanqueado fueron 116.800 millones de dólares y 157.000 inmuebles. Pero todo secreto. Los nombres de los evasores raramente se conocen. De hecho, el blanqueo macrista tenía como norma el secreto de quienes ingresaran. Las investigaciones de Verbitsky y de El Destape lograron revelar algunos de los nombres. Verbitsky publicó que blanquearon Alfredo Coto ($7.000 millones), Marcela Rocca (prima de Paolo, $6.900 millones), Marcelo Mindlin ($770 millones), Gianfranco Macrí ($622 millones), Nicolás Caputo ($465 millones), Daniel Novegil (CEO de Techint, $557 millones), Javier Madanes ($867 millones), entre otros. El Destape, los miembros del holding Macri y de Techint.

En otros países esto funciona diferente. Lo relata Gabriel Zucman, uno de los principales especialistas mundiales en investigación económica y guaridas fiscales, en su libro “La riqueza oculta de las naciones”. «No pocos países practican el name and shame (exponer a la vergüenza pública): el fisco estadounidense tiene un sitio web en que revela con lujo de detalles las cuentas ocultas de ex clientes del UBS. España adoptó (…) una ley que prevé sanciones potencialmente superiores al 100% de los activos disimulados -es decir, además de perder sus cuentas, los evasores se exponen a que se les embargue la casa, por ejemplo», cuenta Zucman.

La idea de un impuesto a las fortunas circula entre los académicos e investigadores sobre la riqueza. “La clave radica en crear un impuesto global progresivo sobre las fortunas”, propone Zucman, uno de los principales especialistas mundiales en investigación económica y guaridas fiscales. En su libro “La riqueza oculta de las naciones”, donde explica cómo funcionan las guaridas fiscales y qué hacer con ellas, Zucman propone cuestiones que se vinculan a la situación actual. “Los gobiernos abandonaron la ambición de gravar la riqueza porque temen que sea ocultada”, asegura. Propone que se cree un registro financiero mundial que “permitirá deducir un gravamen sobre el capital que pondrá fin a la evasión de los ultrarricos”. En Argentina ya existe ese registro, o al menos en parte, y es el listad de los que se acogieron a la amnistía fiscal que ejecutó Mauricio Macri, bautizada por las usinas de propaganda PRO como blanqueo. Lo tiene la AFIP.

La evasión de los superricos no es un invento argentino. La merma en las finanzas estatales que generan las guaridas fiscales tampoco. Para Zucman, “con la desaparición de la opacidad financiera, los Estados recuperarán la soberanía que les fue arrebatada por los paraísos fiscales y, con ella, los medios para actuar contra el estallido de las desigualdades”. El cálculo que hace este especialista es que “el fraude de los ultrarricos cuesta cada año 130.000 millones de euros a los Estados en el mundo entero”. Si estos datos son correctos, lo que blanquearon los ricos argentinos no está tan lejos.

A la idea de Máximo Kirchner hay que sumarle la de la CTA, que propuso la creación de un Fondo de Emergencia contra la pandemia de Coronavirus. ¿De donde sacar dinero? De donde hay: los más ricos del país.

“Estamos convencidos de que al pueblo argentino le asiste el derecho a reclamarle a los que más tienen, un esfuerzo que sea proporcional a la riqueza que detentan” plantea el comunicado de la entidad comandada por Hugo Yasky. La propuesta es concreta: “Si de las cincuenta personas más ricas de la Argentina, según el listado de la revista FORBES publicado por Infobae en abril de 2018, aportaran por única vez el 1,5% de sus fortunas personales valuadas en conjunto en 70.040 millones de dólares, se estarían reuniendo en ese Fondo 1.050 millones de dólares. Es decir, un monto equivalente al que haría falta para adquirir 90.000 respiradores o 50.000 equipos para test de coronavirus o poco más de 1.000.000 de internaciones en terapia intensiva”. Que un grupo minúsculo acapare tamaña riqueza demuestra la rentabilidad extraordinaria que obtienen de unos precios a todas luces inflados.

Supermercados

En El Cohete a la Luna, Verbitsky publicó que la idea de Máximo Kirchner es poner “un tope a las ganancias de los supermercados, como porcentaje sobre su facturación, que oscilaría entre 2,5% y 4%, según el modelo de Francia y Gran Bretaña”.

Los supermercados, parafraseando a Amado Boudou, son una de las grandes aspiradoras de dinero de las sociedades. La otra son las empresas de servicios públicos. Los supermercados ya no se limitan a la venta de alimentos, sino que diversificaron su oferta y desplazaron desde la gomería hasta la ferretería, desde las casas de línea blanca de electrodomésticos a los viveros y la jardinería. Ocupan grandes espacios urbanos, algo que está prohibido en muchos países, inclusive en los de origen de algunas de las cadenas extranjeras. Y las ganancias que obtienen en Argentina superan holgadamente las que logran en Estados Unidos y Europa.

Hoy los supermercados de Estados Unidos tienen una ganancia del 1,3% antes de impuestos y del 1,2% luego de pagar impuestos. Se ve que los impuestos son bajos. Los datos son del Food Marketing Institute, organización que comparte siglas con la versión hispana del Fondo Monterario Internacional. Pero este FMI alimentario no es una institución financiera sino el resultado de la fusión de la National Association of Food Chains y Super Market Institute, dos organizaciones vinculadas a la industria de los supermercados desde la década del 30.

Según sus datos, en 1984 los supermercados tenían una rentabilidad del 1,15% luego de impuestos. Eso se redujo al 0,71% en 1988-1989, trepó luego hasta un pico de 1.91% en 2006-2007 y luego decayó hasta los niveles actuales del 1,2%.

La rentabilidad de los supermercados no es un tema reincidente. La clave es que ganan en Argentina mucho más que en sus países de origen. Por ejemplo, en 2014 el profesor de finanzas públicas Ricardo Rotsztein exponía en su blog los casos de Carrefour, de origen francés, y Cencosud, de Chile.. La discusión en ese entonces era la implementación de Precios Cuidados que impulsaban el entonces ministro de Economía Axel Kicillof y su secretario de Comercio Augusto Costa, hoy piloteando la provincia canibalizada que dejó Maria Eugenia Vidal.

En su trabajo, Rotsztein mostró el caso de Carrefour, que a nivel global tenían una relación beneficio neto/ventas del 1,6%, pero que “fue de 4.3% en Latino America mientras que en Francia fue del 2.6% y en Europa del 2.4%”. En el caso de Cencosud, el mismo texto expone: “mirando la memoria 2012 de Cencosud, grupo chileno de retail que en Argentina maneja Jumbo y Disco, vemos que (…) a relación beneficios/ventas llega al 3.7%”.

Los datos actualizados son similares. En 2018, último balance disponible, a nivel global Cencosud tuvo una ganancia sobre ventas de casi 2% de margen, pero en Argentina sus márgenes son mayores. Allí aclaran que tuvieron que “empezar a contabilizar a Argentina como economía hiperinflacionaria”. Esta corporación chilena abrió su primer Jumbo en Argentina en 1982, luego sumó Unicenter en 1988 y se diversificó con Easy, Blaistein y Plaza Vea, entre otros negocios. Hoy tiene 21 supermercados,, 8 Easy, 2 Blaistein, 2 shoppings, y 62 terrenos improductivos por más de 3 millones de metros cuadrados, todo según sus balances. En 2018 contaban con 23.297 empleados, mil menos que en 2017.

Carrefour tiene 88 hipermercados, 97 supermercados y 405 carrefour express. En Latinoamérica, durante 2019, tuvo un margen operativo del 5,7%, un poco menor en Argentina. Los casos de Coto o La Anónima, de capitales locales, en sus balances están por debajo de esos números. Serán, sin embargo, un actor clave en la discusión.

Fuente: eldestapeweb.com