Las calesitas de Buenos Aires viven momentos difíciles. Cada vez reciben menos chicos, en virtud de la pérdida de poder adquisitivo, por la alta inflación y los salarios reales a la baja.
Tradicionales lugares de diversión para los chicos porteños desde hace más de un siglo y consideradas Patrimonio Cultural de la ciudad desde 2007, las calesitas aseguran que están recibiendo entre un 30% y un 40% menos de chicos que un año atrás.

«Estamos viviendo la crisis como todo el país. Necesitamos aumentar el precio del boleto pero lo hacemos muy poco, porque se nota que no hay dinero en la calle. Cuando los momentos se ponen difíciles, la gente deja de gastar en las cosas que son menos indispensables», comentó Carlos Pometti, dueño de dos calesitas porteñas, en Pompeya (una de las más antiguas, de 1949) y Villa del Parque, y secretario general de la Asociación Argentina de Calesiteros y Afines (AACA).

«En el último año, cayó un 30% la venta y estamos recibiendo un 50% menos de gente que hace tres años, cuando la economía comenzó a estar peor. Si la calesita está en una zona de menores recursos, se nota más la caída; por ejemplo, en Pompeya se redujo más que en Villa del Parque y a fin de mes no va casi nadie; otras ubicadas en zonas de alto poder adquisitivo no lo sienten tanto», explicó Pometti.

La vuelta en calesita cuesta $ 15, como piso, $ 17 o $ 20, según la zona. Cada uno decide el precio, pero en general es consensuado entro los socios de la entidad. En diciembre, se había fijado en $ 15. «Tenemos que aumentar porque nuestros costos subieron mucho, tanto de la calesita como para poder vivir, pero es difícil hacerlo porque no hay dinero en la calle», se lamentó Pometti.

Maximiliano Battaglini, dueño del Carrousel Caballito, de la Plaza Giordano Bruno, cerca de la estación de trenes, asegura que vende «un 40% menos que un año atrás. No hay plata, está muy difícil. En 2016 facturaba lo mismo que ahora, pero entonces cobraba $ 8 el boleto y ahora $ 20. Facturo lo mismo que en 2016 pero con precios más altos y costos muchísimo más altos», explicó.

Los calesiteros esperaban ansiosos el receso escolar de invierno para recibir más chicos, pero el clima no ayudó ninguna de las dos semanas. Por la lluvia, fueron pocos los días que pudieron abrir y eso complicó más la ecuación.

El mayor costo de las calesitas es la electricidad, que les aumentó entre ocho y diez veces desde 2016. «Pagaba $ 500 por bimestre; ahora $ 2000 por mes. Pero además tenemos que comer, vestirnos, pagar impuestos, prepaga», explicó Pometti. «Pagábamos $ 300 por bimestre, ahora $ 1500 por mes. Aumentó mucho. Pero dentro de todo no es una gran cifra, porque si trabajo menos porque no hay gente también gasto menos de electricidad. El problema es que se vende mucho menos y todo nos cuesta más», dijo Battaglini.

Además de vueltas en calesita, suelen ofrecer otros juegos mecánicos con fichas, desde los ´80; y, en algunos casos, más recientemente, otros como los inflables. Pero con la suba de la electricidad éstos últimos no son tan convenientes, porque son de alto consumo. «Tenía que cambiar el inflable, porque estaba medio viejo. Pero además de la inversión en uno nuevo, para que funcione y poder pagar el consumo de luz, tendría que cobrar $ 35 o $ 40 el boleto. Demasiado, por eso decidí directamente sacarlo. Y además a veces generaba roces entre los padres», explicó Battaglini.

Las calesitas pagan un canon mensual a la ciudad, pero aseguran que es accesible. «El canon no es problema, se ajusta año a año pero puede pagarse. Se mejoraron además muchas plazas y eso ayuda a que haya más gente», dijo Pometti. Para ellos, la única solución es que mejore la economía y el poder adquisitivo de la población, para que más chicos vuelvan a divertirse.

En Buenos Aires funcionan 54 calesitas, la mayoría gestionadas por familias, que renuevan el convenio por uso del espacio público cada cinco años, si se mantienen en buenas condiciones y permanecen abiertas.

Hace cuatro años se abrieron 10 nuevas calesitas, a partir de otras que habían quedado desarmadas, por estar en terrenos privados o por vandalismo. Se instalaron en Floresta, Versalles, La Boca y Belgrano, entre otros barrios. Por ley, una nueva calesita no puede instalarse a menos de 10 cuadras de otra existente, para no afectar la rentabilidad.

La calesita como tal es importada de Europa. La primera en la Argentina, fabricada en Alemania, se instaló entre 1867 y 1870 en el antiguo barrio del Parque, donde hoy está la Plaza Lavalle, según datos de la Asociación de Calesiteros. En 1891 se fabricó la primera argentina y se instaló en la plaza Vicente López. Luego, desde 1943 Sequalino Hnos. comenzó a fabricarlas localmente y proveyó de calesitas a todo el país y a varios de la región, como Uruguay, Perú, Chile, Paraguay y Brasil, hasta que cerró en 1984.

La sortija, el objeto de deseo de todo chico al dar la vuelta, es un invento argentino. Surgió en la década del 30, inspirada en las carreras de los gauchos. El afán de todo chico es lograr agarrarla para ganarse una vuelta gratis.