Por *Carlos De Angelis- Perfil

Foto: Pablo Temes

Deseo, voluntarismo o realidad, Mauricio Macri insiste en que se pueden dar vuelta los resultados electorales de las primarias.

Para probar la hipótesis de situaciones donde se han volcado elecciones, se busca “jurisprudencia” en ejemplos muy puntuales como las PASO de La Pampa en 2017, donde Cambiemos había sacado el 49,2% y el Partido Justicialista el 38,5% y en la general el justicialismo terminó ganando por ¡598 votos! Sin embargo, los resultados de Mendoza del domingo anterior se han transformado en otro aliciente a los partidarios del ¡sí, se puede!

Tierra del vino y esperanzas. En este caso no se dio vuelta la elección, pero allí el candidato de Cambia Mendoza Rodolfo Suárez ascendió desde el 45,1 en las primarias al 51,6% de las generales, mientras Anabel Fernández Sagasti por el Frente Político y Social Elegí redujo su caudal electoral de 37,5 al 36,2%.

La candidata de La Cámpora no sufrió el síndrome post PASO por el cual si hay una interna competitiva, los votantes del perdedor no seguirían al candidato ganador; por el contrario, sacó 5.480 votos adicionales, pero Suárez trepó aún más: 94.160.

Pero estos votos no fueron “nuevos”, entre una contienda y otra se sumaron un poco menos de 20 mil votantes. Sí ocurrió otro fenómeno y es que bajó el voto en blanco de 50.108 (4,6%) a 22.602 (2%), que sin duda terminaron beneficiando al radical.

Un mayor voto en blanco en las primarias que las generales se viene observando sistemáticamente. Aunque todos los nuevos votantes y los que pasaron de blanco al válido hubieran votado al radical, aún faltan explicar 40 mil votos, que muy probablemente surgieron de quienes no superaron el piso para pasar de ronda (fundamentalmente partidos de los Jubilados y Federal).

Transpolar el triunfo de Suárez al ámbito nacional es harina de otro costal. No imposible, pero improbable. De todas maneras, con paciencia, se deben revisar los números. Para comenzar, el padrón electoral nacional fue para esta elección de 33.871.832 votantes, de los cuales no concurrieron a las urnas un poco mas de ocho millones de personas, mientras que un millón doscientos mil votaron en blanco o impugnaron (4,7%).

La abstención puede impresionar en términos absolutos, pero está en el promedio habitual, en 2011 la participación llegó al 81,4%, mientras que, en 2015, bajó al 72,4%.

Curiosamente, la concurrencia a las generales de 2011 bajaba levemente al 79,4%, mientras que en 2015 trepaba a poco más del 81%. Aquí se debe observar que si las elecciones son reñidas, existe el incentivo a participar, de allí la insistencia de los candidatos de Juntos por el Cambio para transmitir la imagen de que no se ha perdido aún.

Por otra parte, el voto en blanco e impugnado en las PASO de 2011 fue del 5,7%, mientras que en las presidenciales de ese año bajaba un punto.

En 2015, el voto anulado en las primarias ascendió a 5,5%, mientras que las generales bajaba a más de dos puntos.

Dilemas matemáticos. En estas circunstancias, la fórmula Macri-Pichetto para acceder a la segunda vuelta precisa que ocurran dos fenómenos simultáneos: subir su porcentual de votos al mínimo de 34,9%, y que Fernández-Kirchner baje al 44,9%, para mantener la distancia de diez puntos requerida por la CN. Para esto, desde el comando de campaña macrista ruega por una mayor afluencia de votantes (ya alta en las primarias) para diluir el porcentaje de votos del Frente de Todos en una mayor base electoral, y también que se reduzca el voto en blanco.

Ahora, bajo el supuesto de una participación subiendo al récord del 85%, el voto en blanco e impugnados bajando a tres puntos, y los demás votantes por fuera de Macri o Fernández no cambiando su voto, para llegar al ballottage, Macri tendría que capturar el 65% de los votantes que no fueron a las primarias y de los que cambiaron su voto desde blanco o impugnado.

Pero también precisa que Fernández no absorba más del 30% en estos grupos. En síntesis, Macri-Pichetto deben sumar dos millones de votos más que el 11 de agosto, una verdadera proeza.

Existen dos alternativas a considerar para que Juntos por el Cambio pueda arribar a una segunda vuelta. La primera es la conquista del voto vacante de las opciones que no pasaron el 1,5% requerido para superar las primarias, como el apuntado caso de Mendoza. Pero en esta oportunidad apenas superaron los 300 mil y más de la mitad pertenecen al Movimiento al Socialismo; es improbable que voten por Macri.

La segunda opción es absorber votantes de las listas minoritarias como Consenso Federal (Roberto Lavagna, 2.081.315 votos), Nos (Gómez Centurión, 670.162 votos) y Unite (José Luis Espert, 550.593 votos).

En este sentido, el modelo de campaña macrista pareciera más dirigido a solidificar su base electoral que hablarle a un nuevo electorado.

El problema de la estrategia de polarización, el “nosotros contra ellos”, termina funcionando como una sábana corta, por el cual si se habla de otro modo, se corre el riesgo de perder un segmento de los votantes propios.

Climas. Por otra parte, Juntos por el Cambio debe enfrentar el fenómeno conocido como efecto “bandwagon”, que indica que un sector flotante del electorado es proclive a sumarse al “carro del ganador” para sentirse parte del nuevo clima de época. Esto indican las encuestas que muestran a Fernández por arriba del 50%.

Naturalmente la tendencia de seguir al ganador no es un fenómeno argentino, sino que se puede observar en elecciones en todo el mundo.

Finalmente, y en relación con el clima social imperante, cabe preguntarse si Macri, con su variedad de discursos, explicaciones y humores desde la noche del 11 de agosto logró enfrentar el núcleo central del malhumor generalizado (que incluye a sus propios votantes) centrado en los aspectos económicos de sus políticas y su resultante: una de las más profundas recesiones de la Argentina reciente.

Parece que algunas de sus recientes medidas anunciadas tienden a apuntar en esa dirección, pero también parece que se ha quedado sin tiempo y con problemas de credibilidad para observar el efecto positivo para quebrar este clima y lograr convocar a esos millones de votos nuevos, necesarios para dar vuelta la elección.

*Sociólogo (@cfdeangelis)