Por Julieta Villar | ACI Prensa

La selección argentina de fútbol es finalista en el Mundial de Qatar 2022, y este domingo disputará el trofeo mayor contra Francia, que busca conservar el título obtenido en Rusia 2018.

Ante la “euforia futbolera” que por estos días viven los argentinos, el P. Christian Viña recordó que somos “campeones desde hace 2000 años”.

El P. Viña nació en Rosario, como Lionel Messi y Ángel Di María, que se lucen por estos días en la Copa Mundial de Qatar 2022, donde están a punto de jugar su séptimo partido.

Como rosarino, admitió que desde niño juega y sigue el fútbol “con indisimulada alegría”.

Luego de repasar su pasado futbolero, como hincha de Newell’s Old Boys, y también como periodista, el sacerdote se detuvo en una salvedad, que consideró necesaria “ante tanta explosión de desmesura rayana, en casos, con la insolencia y hasta la blasfemia”.

Messi no es el “Mesías”

Al respecto, dijo: “Mesías hay uno solo, y Messi es uno de sus salvados”.

“He visto que el propio Messi se muestra incómodo cuando buscan llamarlo ‘Dios’; y que, por el contrario, insiste en que todo su talento es obra del Padre providente”, subrayó el sacerdote.

“Debemos recordar, de cualquier modo, los dos primeros Mandamientos: Amar a Dios sobre todas las cosas, y No tomar su santo nombre en vano”, advirtió.

A través de los partidos, valoró, se puede cultivar valores como el esfuerzo, el sacrificio, la perseverancia, el trabajo en equipo y la solidaridad.

En una sociedad «narcotizada por el prohibido prohibir», y empecinada en «terminar con todos los límites», las reglas del juego, observó, «imponen barreras que no pueden traspasarse”.

Esto, aseguró, es «garantía de crecimiento individual y colectivo; de respeto por los demás, y de reconocimiento sereno de las propias limitaciones».

Dios es la fuente de la felicidad

El sacerdote dijo además en su reflexión que “Dios, Nuestro Señor, nuestro único Señor, en quien vivimos, nos movemos, y existimos”.

“Es el fin último del hombre; y, por lo tanto, su exclusiva y verdadera felicidad”, añadió. “Los fugaces momentos felices son un anticipo –aunque lejanísimo- de lo que nos aguarda”, aseguró.

“La euforia futbolera que colma a nuestra Argentina –más en estas horas, con nuestro pase a la final mundialista- recorre, sin solución de continuidad, las últimas décadas nacionales”, indicó el P. Viña, reconociendo que “somos futboleros hasta lo más hondo de nuestro ser”.

Sin embargo, aclaró que “con el único Mesías, que murió y resucitó por nosotros, somos todos campeones del mundo, desde hace 2000 años”.

Dicho esto, expresó: “Bienvenidas sean las victorias en la cancha” y afirmó que “todas ellas, de cualquier modo, deben recordarnos que el principal partido, contra el pecado, y su precio, la muerte, lo ganó por goleada Cristo Jesús”.

La fe católica de Croacia

El sacerdote se mostró impactado por la actuación de Croacia en este campeonato mundial, por su buen fútbol, pero “sobre todo por la fe de su equipo”.

En ese sentido, consideró “digno de todo elogio” que en la concentración se hayan celebrado Misas, con sacerdotes llegados desde su país; en medio de las restricciones para el culto católico por parte de los musulmanes.

“¿Veremos alguna vez esto en una concentración argentina? ¿Sigue habiendo Capellán en el Seleccionado nacional?”, planteó.

Que los jóvenes se enamoren de Cristo

“¿Podremos lograr que nuestros jóvenes se enamoren de Cristo, como lo hacen de deportistas, músicos y otros ídolos?, cuestionó luego.

«¿Estamos enseñando convenientemente los bienes arduos, aquellos que demandan sacrificios y renuncias importantes, por el Bien mayor?”, reflexionó.

“¿Será acaso que, por presentar un pretendido Jesús ‘cercano’, rebajamos o directamente liquidamos sus exigencias?».

Finalmente, consideró que ha llegado la hora de mostrar, con contundencia, que el Señor nos quiere héroes y santos, y llamó a multiplicar esfuerzos «para enseñar la clara distinción entre lo sagrado, y lo profano».

“Messi, todos los jugadores, el resto de los argentinos, y todos los creyentes debemos ganar el partido más importante de nuestra vida: la glorificación de Dios, y la salvación de nuestras almas”, sostuvo el sacerdote.