Por Matías Longoni (Bichos de Campo)

En septiembre de 2019, en plena campaña electoral, el dirigente social Juan Grabois asustó a medio mundo al plantear que era necesario llevar a cabo una “reforma agraria” en la Argentina. Más cerca en el tiempo, el fundador del MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos) se reunió con el presidente Alberto Fernández y elevó un plan que incluye la creación de colonias agrícolas, entre otros planteos ligados directamente con el sector agropecuario.

De allí surge la pregunta: ¿ganas de asustar o un programa en serio? Desde el portal Bichos de Campo sintieron la necesidad de escucharlo antes que de repetir el frecuente error de impugnar las ideas ajenas cuando las presentimos amenazantes. Así se enteraron, por ejemplo, que el propio Grabois tenía abuelos y bisabuelos chacareros, que consiguieron acceder a un pedazo de tierra en Santa Fe en tiempos del peronismo.

Así, el mencionado portal realizó una entrevista conjunta a Juan Grabois y a Lautaro Leveratto, un ingeniero agrónomo que dirige la rama Rural del MTE, a partir de una excusa: la presentación del libro “Experiencias de reforma agraria en el mundo”, que fue coordinado por Joao Pedro Stédile, un dirigente histórico del Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST), con el cual el MTE comparte varios proyectos. Leveratto escribió la introducción al capítulo argentino. Citamos la misma a continuación:

-¿Tenemos algo que contar los argentinos en materia de reforma agraria?– le preguntamos.

Leveratto: Cuando Joao Pedro me propuso hacerlo acepté el desafío sobre todo porque se instaló en la Argentina la necesidad de debatir qué está pasando con la tierra, con la producción y con los alimentos. Es muy interesante hacer una reflexión de las distintas reformas agrarias que hubo en Europa Occidental, en Estados Unidos o en China, pero también debatir lo que está ocurriendo actualmente en la Argentina y en los países vecinos.

-Cualquier productor tradicional, si le hablas de reforma agraria, te responde que no existe ninguna experiencia exitosa en el mundo, que todas fueron un fracaso…

Leveratto: Pero todos ellos son fruto de reformas agrarias. Que actualmente y desde hace 40 años estén desapareciendo el 41% de los agricultores de la Argentina marca que en realidad hay una contra-reforma agraria, que está expulsando a las familias agricultoras y que concentra la tierra en un puñado de empresa y terratenientes. Llegamos a que el 1% de productores tiene el 36% de la tierra. Eso no es natural. Nunca fue así. Hay un proceso de reformas agrarias y contra-reformas que alteran la conformación del campo, el arraigo rural en los pueblos del interior y condiciona la producción de alimentos para la sociedad argentina en su conjunto.

-¿Y cuándo hablan de reforma agraria, en qué piensan?

Grabois: Primero hay que perderle el miedo a las palabras. “Reforma agraria” es un concepto que está en la doctrina social de la Iglesia Católica, o por ejemplo en la Constitución de Neuquén. En la Argentina se utilizó para explicar un montón de políticas de las cuales los chacareros obtuvieron sus tierras. Sin ir más lejos, mi familia materna, mis bisabuelos y mis abuelos maternos, en la zona de Chovet (en el sur de Santa Fe), consiguieron su pedacito de tierra a partir de la subdivisión de una gran estancia. Hay un montón de experiencias de estas características y tuvieron que ver con procesos de distribución de tierras durante distintos momentos de proyectos de este país. Y no solo con el gobierno del General Juan Perón sino, por ejemplo, en el gobierno de Urquiza, Hubo un montón de experiencias en las que se buscó poblar el campo con agricultores.

-¿Entonces parten de ver que el campo se está despoblando?

Grabois: Este es un dato de la realidad. El censo agropecuario es elocuente al respecto. Lo primero que hay que preguntarse es si este estado de cosas, el status quo de lo agrario, es lo que queremos para el país, si es lo que queremos los argentinos, los productores, los trabajadores de la tierra, los campesinos. Si hay una coincidencia en que este modelo no es suficiente y que deben cambiarse varias cosas, estamos hablando de una reforma, porque deberemos reformarlo. Entonces, hay que tener conciencia de que la reforma no es algo malo en si misma. Puede ser buena o puede ser mala. Me parece que hay que hacer un esfuerzo intelectual para no quedarse en el prejuicio.

-Muchas veces este tipo de frases se utilizan para meter miedo e impedir que avance una discusión…

Grabois: Pero también sirven para abrir las discusiones. A veces moviendo el piso también se ponen los temas sobre la mesa. Nuestro planteo no es contra nadie sino a favor de la gente que trabaja la tierra. Imaginate que hablemos de una reforma urbana para que los inquilinos puedan se propietarios. No es en contra de los propietarios, es a favor de los inquilinos.

-¿Y cómo piensan que debe instalarse este debate?

Grabois: La primera pregunta es: El modelo agrario argentino, ¿es un buen modelo? Algunos te contestarían que sí, que es un buen modelo porque es muy productivo en términos de rentabilidad económica, de producción de granos, El modelo agrario argentino tiene aspectos positivos seguramente; la siembra directa debe tener aspectos positivos, la productividad también los tiene en términos del aporte al país de divisas. Sí que tiene aspectos positivos. Pero tiene muchos aspectos negativos. Uno de ellos es la expulsión del sujeto rural, de la familia rural. Nosotros vemos que ahora con el Covid se pone de manifiesto la necesidad de reploblar la patria, porque el nivel de hacinamiento que sufre nuestro pueblo está íntimamente ligado a los procesos de exclusión de la familia rural, que son producto también de este modelo del agronegocio. Yo no lo quiero demonizar, pero sí lo quiero debatir.

-Lautaro, vos sos ingeniero agrónomo y sabes bien que a veces es necesario aumentar la escala porque si son explotaciones muy pequeñas no terminan siendo rentables. Eso piensan muchos cuando se habla de reforma agraria. En como llevar el pobrerío al medio del campo. ¿Qué les contestas?

Leveratto: Yo tengo un latiguillo que dice: “Variando las dosis de nitrógeno no vamos a corregir esa expulsión de productores”. El por qué Francia, con establecimiento de entre 5, 20 y 40 hectáreas, tiene mucha mejor población rural que Argentina, donde tenemos establecimientos de 100, 500, 1.000 o más de 10 mil hectáreas, evidencia que el debate no es una cuestión de dosis de nitrógeno o de mejorar 3% el rendimiento de un material híbrido, sino que hay un modelo que lleva a la concentración. El último censo elevó de 430 a 605 hectáreas el promedio de superficie de las explotaciones en la Argentina, erosionando los pueblos. Ayer justo tuve la suerte de hablar con Lucy de Cornelis, porque se cumplieron 25 años de aquel momento en que las mujeres rurales dijeron basta y resistieron los remates de campos. Lucy, que ahora es una señora mayor, se plantó y se juntaron con otras mujeres a cantar el himno.

-Los casos como el de Lucy muestran que no solo se funden los productores más pequeños. La Argentina ha perdido perdido productores de todo tipo y tamaño…

Leveratto: Los datos son muy duros. El 1% de productores muy grandes tiene el 36% de la tierra, mientras que 55% de familias agricultoras están en el 2% de la tierra. Y eso que el 60% de la mano de obra lo pone la agricultura familiar para producir alimentos frescos. Yo estoy convencido de que toda la audiencia que nos escucha está en contra de que expulsen a las familias del campo. Pero sin nosotros repetimos la formula, la misma política agropecuaria, el resultado va a ser el mismo, claramente. Entonces en diez años, en el próximo censo, si nosotros no discutimos el modelo agropecuario y la distribución de la tierra en la Argentina, va a haber 20 mil o 50 mil productores menos.

-¿Y cuál es la solución para el MTE? ¿La respuesta es ir contra el 1% o hay otra manera de evitar esta expulsión?

Grabois: Puede haber casos, sobre todo en lugares muy productivos y en lugares donde hay una ofensiva contra la biodiversidad. El ejemplo que se me viene a la mente es el del Chaco Salteño, donde ha habido una cantidad de desmontes que no benefician a la familia rural y que han generado mucho sufrimiento en las comunidades pobres y originarias, que tienen su sustento de la recolección, en otros modos de vida que por ahí no son los que algunos piensan son los únicos. Para muchos tener un buen modo de vida es tener una buena cantidad de plata, tener un buen auto, tener un departamento. Pero no es ese el único modo posible. Hay algunos que somos felices y tenemos una vida plena sin esas cosas. Y que seríamos mucho más felices si tuviéramos una vida en contacto con la naturaleza, y para eso necesitamos tierras. Entonces la situación de este 1% hay que analizarla caso por caso.

La verdad no creo que en la Argentina haga falta demasiado recurrir al mecanismo de la expropiación, Pero se tiene que hacer con todas las de la ley y respetando la Constitución”

-¿No descartan entonces la expropiación?

Grabois: Yo la verdad no creo que en la Argentina haga falta demasiado recurrir al mecanismo de la expropiación. Es un mecanismo que se ha usado incontables veces en este país. De hecho, la Ley de Premios mediante la cual se distribuyó la tierra, que fue la base de las grandes extensiones de tierra en nuestro país en 1881, fue de premios por la conquista del desierto y fue una expropiación. Tampoco hay que tenerle miedo porque la expropiación se paga, aunque en aquel caso se pagó con sangre y mucho sufrimiento. Pero ahora se paga al propietario de la tierra. Somos el país más urbanizado del mundo junto con Singapur, y tenemos el 93% de la población en el 2% del territorio, en las ciudades. Si uno quiere llevar eso a una escala más razonable, para que 25% de la población esté en otros lugares, en pequeños pueblos, en las periferias, en cinturones hortícolas, en esa planificación quizás haya que reperfilar un poco la cartera de la propiedad agropecuaria, sobre todo entre los productores de más de 5.000 hectáreas. Pero se tiene que hacer con todas las de la ley y respetando la Constitución.

A mi no me gustaría levantarme y que el 50 o 60% de las tierras sean reservas chinas, norteamericanas o de cualquier otra superpotencia que las necesite”.

-¿Entonces una de las ideas es expropiar para descomprimir las ciudades?

Grabois: Tiene que haber una planificación estratégica, porque va a ser bueno para todos. Es muy difícil que sigamos pensando una Argentina que se va hacinando cada vez más, que va perdiendo la territorialidad. Es un problema de bioseguridad, sanitario, residencial, pero también es un problema geopolítico y de defensa. Ningún país vacía la tierra en un mundo cada vez más complejo. La verdad es que a mi no me gustaría levantarme y que el 50 o 60% de las tierras sean reservas chinas, norteamericanas o de cualquier otra superpotencia que las necesite. Quiero que eso lo aprovechemos los argentinos, o si queremos ir más lejos los latinoamericanos. Pero a veces hay una estrechez de miradas en un sector que mira a veces las cosas solo desde el punto de vista de los rindes o de los dólares. Pero eso hay que interpelarlo. Y los hijos y los nietos de esos propietarios, muchos están con nosotros.

-Entre los productores hay muchas quejas de que no encuentran mano de obra, porque nadie quiere vivir en el campo y que por eso finalmente la gente se acumula en los conurbanos…

Leveratto: Nuestras familias viven del trabajo de la tierra, no solo están en los periurbanos. Ahí hay un tema que para mi atraviesa el debate de la reforma agraria. No es solo un tema del campo hablar de reforma agraria. También es un tema de la ciudad, un tema de la sociedad en su conjunto.

-¿Por que hay que descomprimir en las ciudades?

Leveratto: La pandemia puso en relieve que no podemos ir a situaciones de hacinamiento social porque la producción de alimentos no puede quedar librada al mercado. No es lo mismo el sector que produce alimentos que otro que produce celulares: sin celulares podemos vivir, pero sin alimentos no podemos. Volviendo a la pregunta, ¿quieren ir a trabajar al campo? Por supuesto que quieren. Es lo que hacemos permanentemente y es lo que buscamos.En el caso de La Plata, por ejemplo, para trabajar tenemos que pagar alquileres altísimos. Se pagan entre 70 y 80 mil pesos por año para alquilar una hectárea. No hay hectárea de soja que pague eso para producir. Para poder trabajar estamos pagando 8 u 9 veces más que cualquier otra tierra en la Argentina. Cuando se habla de las migraciones y la desaparición de explotaciones solo se mira al que estaba a cargo de una unidad productiva. Pero además fue expulsado del campo un sujeto trabajador rural que migró a los periurbanos y no está bien cuantificado. Este es un dato muy potente, que por cada establecimiento productivo 5 o 6 trabajadores también fueron desplazados.

Hay una base social que desea no estar hacinada en las grandes conglomerados urbanos y volver al campo, pero no para lustrarle el zapato al terrateniente”.

Ahí hay una base social que desea tener una mejor calidad de vida, no estar hacinada en las grandes conglomerados urbanos y volver al campo, pero no para lustrarle el zapato al terrateniente. Quiere tener una vida digna, una vivienda digna, no morirse de frío en el invierno, y producir chanchos u otros alimentos para abastecer al pueblo de cercanía y también a las grandes ciudades. En esta idea también estoy convencido que toda la audiencia no nos ve tan ajenos. Los vecinos y los pequeños chacareros que están en los pueblos saben que esto está sucediendo y que se tiene que revertir con otras políticas.

-Juan, hablaste recientemente con Alberto Fernández sobre un supuesto plan para la economía popular, que incluiría la formulación de módulos productivos… ¿Tiene que ver esto con esta propuesta de debatir una reforma agraria?

Grabois: Se está debatiendo, pero porque se está debatiendo el mundo. Nosotros hacemos una propuesta que es el programa de tierra, techo y trabajo. Buscamos eso y creemos que en al Argentina eso es posible. Creemos que muchas veces la confrontación con ese proyecto tiene una parte de prejuicio, y después que hay pequeños sectores que además de tener prejuicios tienen intereses materiales muy grandes, que logran arrastrar detrás de si, seguramente por errores nuestros de comunicación, a un montón de chacareros, a un montón de pequeños productores que de alguna manera se ponen en una actitud conservadora, pero no para conservar sus interese sino para conservar los intereses de otros. Esta manipulación muchas veces la hacen los Etchevehere o los integrantes de la Sociedad Rural grande, no las sociedades rurales chicas.

-Volvamos por favor al plan…

Grabois: Los agricultores familiares, para seguir en el campo, una parte de los ingresos los obtienen de su predio y otra parte suele ser un ingreso extra-predial. Por eso tienen que tener una perspectiva de futuro. Un proyecto donde puedan participar de la vida social de sus pueblos de cercanía, de los beneficios de la asistencia social y no estar en taperas o yendo como trabajadores golondrina, a veces viviendo en forma inhumana. La cuarentena también destapó eso. A mi me tocó intervenir en varios casos de personas que quedaron varadas en condiciones infrahumanas, que habían ido a trabajar en alguna cosecha o actividad rural. Y eso está mal.

Esta manipulación muchas veces la hacen los Etchevehere o los integrantes de la Sociedad Rural grande, no las sociedades rurales chicas”.

Yo entiendo que haya gente que piense que los cabecitas están para lustrarles las botas, pero no lo comparto y lo voy a combatir. Para mi es un tema de dignidad, de principios y hasta una obligación religiosa. También la gente de buena voluntad no está de acuerdo en que la gente sea tratada de la manera que es tratada muchas veces en los procesos de cosecha.

-¿Entonces qué buscan?

Grabois: ¿Qué buscamos? Que haya más chacras y que esas chacras produzcan alimentos, porque hemos sufrido mucho durante estos años en los comedores con la carestía de leche, de carne, de huevos, de todo tipo de alimentos que eran típicos en la Argentina. No hay pan en el granero del mundo. Faltan las carne y la leche en el país de las mejores vacas. Algo está mal ahí. Entonces queremos que haya nuevas chacras mixtas, nuevas comunidades rurales, y con servicios en las zonas periurbanas. Y creemos que el Estado, como hace en cualquier parte del mundo con lo que no es rentable desde la perspectiva global de los commodities, tiene que aportar y tiene que subsidiar este proceso. Eso no tiene que dar miedo. Es lo que sucede en todo el mundo, lo hacen desde los países nórdicos, los de Europa Central y los norteamericanos.

Fuente: Bichos de Campo