Por Enrique de la Calle

Juan Manuel Abal Medina (padre) es una figura central para entender el retorno de Juan Perón a la Argentina en los 70. Juan Manuel es hermano de Fernando, fundador de Montoneros y asesinado en 1970.

Entre 1972 y 1974, Abal Medina se desempeñó como secretario general del Movimiento Peronista, lo que le posibilitó tener un trato habitual con Perón. Junto a Ignacio Rucci, Héctor Cámpora y Rodolfo Galimberti, entre otros, participó del grupo de dirigentes que trabajó para la vuelta del General a la Argentina (1972), primero, y luego, para su tercera presidencia. Cada 17 de noviembre, día en que Perón finalmente retornó al país, el justicialismo celebra el Día de la Militancia.

En diálogo con AGENCIA PACO URONDOAbal Medina volvió sobre aquellas historias a partir de su reciente libro «Conocer a Perón», que relata aquellos años convulsionados. «Lo escribí porque sentía una deuda con el General», aseguró.

APU: Arranco con dos preguntas en una: ¿Por qué este libro sobre el retorno de Perón y por qué ahora?

Juan Manuel Abal Medina: Al libro lo sentía como una vieja obligación, especialmente, hacia el General (Juan Perón). Creo que lo que tuvimos participación política, tenemos la obligación de dejar constancia de lo que vivimos. En relación al General, además, han habido muchas formas de interpretar la historia que no le hacen justicia a la enorme trascendencia que tuvo Perón en Argentina. El país sería otro mucho peor, sin Perón. ¿Por qué ahora? Son temas que se van dejando. Estuve muy mal de salud, muy mal. Mis hijos me pidieron que no demorara más este libro y sentí que tenía fuerzas para enfrentar la tarea. En tres meses lo saqué.

APU: Le preguntaba por el momento de publicación por lo siguiente. Desde 2003, con la llegada del kirchnerismo, hubo un auge revisionista sobre los 70. Su libro viene a discutir, si se me permite, con otros que salieron en esa época. Pienso en «El presidente que no fue», de Miguel Bonasso, por ejemplo. Libros que abonaron a la idea de una «primavera camporista», concepto que no comparte. ¿Por qué no debatir en ese momento?

JMAM: Entre otras cosas, residía en México. Además, creo que se mezclaba el análisis de aquella época con la política de coyuntura. Y eso no me parecía conveniente. Yo quería distanciar mi perspectiva de cualquier interés político personal. Siemplemente quise compartir la perspectiva de alguien que colaboró con el General. Me parece que otras lecturas tenían intencionalidad política. Yo no tengo ninguna intencionalidad. No hay otro interés que contar lo que pasó, sin querer polemizar con nadie.

Abal Medina junto a Rucci y Gerbard

APU: Pero sí debate con la idea de una «primavera camporista», o no?

JMAM: Relato esa época. Una conclusión obvia de lo que relato es que no existió tal «primavera». Igualmente, no cambia en nada mi visión sobre los protagonistas. Fui amigo de Héctor Cámpora y comí todas las noches durante los 4 de los últimos 5 años de su vida, cuando compartimos en la embajada de México (donde estuvieron asilados durante la primera etapa de la última dictadura). Mi afecto hacia él y su hijo no se afecta en nada. Es mi visión histórica. Lo pensé en ese momento y ahora. Lo hablamos muchas veces en la embajada. Cada uno actuó como creía que debía actuar.

APU: Hago un paréntesis: ¿Piensa seguir escribiendo sobre sus memorias?

JMAM: El libro representó un esfuerzo serio para mi estado de salud. Hasta acá llego. No pienso escribir ninguna otra cosa.

APU: En su libro, se ve el proceso de retorno de Perón, los años que van del 70 al 72, como un proceso complejo, donde distintos actores del peronismo conviven, articulan, negocian. Muy distinto a esa versión de una «izquierda» y una «derecha» en constante confrontación. 

JMAM: Ese esquema para intentar explicar los 70 está viciado desde el inicio. Las cosas no fueron así. No existía esa línea divisoria. Hay mucha mitología. No polemizo con ninguna versión pero cuento cómo fueron las cosas. No uso calificativo en el libro. Cuento hechos. Y que cada cual saque sus conclusiones. Había un mosaico de tendencias, no había una «izquerda» y una «derecha». Era más complejo. Y se olvidan de que atrás de todo eso estaba el General y el pueblo peronista. Decir que todo el sindicalismo era de derecha y que toda la juventud era de izquierda es una simplificación. Y tampoco se puede reducir todo a sindicalismo y juventud. Se olvida el tronco político del movimiento, por ejemplo. Hay que entender que el regreso de Perón se construye durante 17 años. Tampoco se lo puede reducir a los últimos años. Durante 17 años el pueblo peronista mantuvo la lucha para que el General regresara al país. Y regresar al país significaba que sea presidente. Era un disparate que volviera y el presidente sea otro. No existía esa posibilidad.

APU: Sí hubo algunas resistencias del sector cercano a Cámpora. Usted cuenta esas tensiones. 

JMAM: Hubo tensiones acerca del cuándo, en qué momento se formalizaba esa situación. Cámpora le dijo a Perón que aceptaba su candidatua para limpiar la situación legal y permitir un proceso electoral que le permitiera al pueblo votarlo a él, que es lo que todos querían. De esto no hay dudas. Alguna gente cercana a Cámpora (no los hijos) produjo algunas situaciones que no debieron producirse. Cuando se habla de «primavera camporista» se habla precisamente de eso. Es una lectura profundamente inexacta.

APU: En su libro aparece una versión de la figura de Rodolfo Galimberti que no ha sido la habitual. ¿Galimberti tuvo un rol muy importante en el retorno de Perón?

JMAM: Por supuesto. Lo que pasó con Galimberti es que se toma el último Galimberti y se cree que fue siempre así. Cuando hablamos en serio de la presencia de la juventud en el proceso final del regreso de Perón – insisto: en la parte final de un proceso de 17 años – el rol de Galimberti es central. Esto lo pensaba Perón. Es así. Es la realidad. No se puede llegar a otra conclusión si mira la historia.

APU: Era una de las tres partes del armado de Perón para el retorno…

JMAM: El General hablaba de tres alfiles. Cámpora, en el aspecto político. Las relaciones con el resto de los partidos, la «Hora de los pueblos». Hizo un trabajo excelente. Tenía fama de cortesano y eso. Pero hizo un trabajo notable. Después estaba Rucci, que era el alfil sindical. Con Rucci, el sindicalismo empieza a jugar formalmente en el retorno de Perón a partir del 1970. Después, estaba el alfil juvenil, que era Galimberti. Yo fui un peón de esa historia. Hacía lo que me decía Perón y ya.

APU: Con el paso de los meses, Galimberti pasa a ser de un alfil juvenil de Perón a integrar cada vez más orgánicamente Montoneros. ¿Qué pasó?

JMAM: A Galimberti le gustaba mucho la acción. Era un hombre de acción. Y ese tema lo acercó a Montoneros. Yo no hacía anti montonerismo. Cuando Montoneros se empieza a sentir como compartiendo la conducción con el General, eso va a parar a cualquier parte. Nunca supe de qué modo encuadró en Montoneros.

APU: Por lo que cuenta, usted tenía algún diálogo con Roberto Perdía. Pero nunca aparece nombrado Mario Firmenich. ¿Nunca habló con él?

JMAM: Tenía poca relación con ellos. Ellos tenían relación directa con el General o a través de Galimberti. Si menciono a Perdía es porque él iba a algunas reuniones, porque tardó en ser individualizado. Él viaja a Europa a ver a Perón con su pasaporte personal, por ejemplo.

APU: ¿Nunca más volvió a hablar con Galimberti?

JMAM: Muchos, muchos años después. Un día estaba en Buenos Aires y me lo crucé en la avenidad Córdoba. Nos abrazamos y estuvimos hablando durante horas. Suspendimos nuestros compromisos. Empezamos almorzando y terminamos cenando… No discutimos nada. No hablamos sobre el presente, porque teníamos muchas diferencias. Hablamos sobre aquellos años. Yo a la grieta la rechazo de manera vital. Tengo amigos de diferentes ideologías y funciones políticas. Salvo con los que asesinaron compañeros, hablo con cualquiera.

APU: Habló de la grieta y recordé la parte del libro que refiere al vínculo entre Perón y el dirigente radical Balbín. Cuando se produce el famoso abrazo entre ellos, en pos de la unidad nacional, usted cuenta que había mucho descontento en el General porque ni Balbín ni los radicales querían repudiar los actos de violencia que habían protagonizado contra el peronismo (entre 1953 y 1955, se produjeron varios atentados contra civiles). 

JMAM: Queríamos una condena explícita de algunos hechos. No se pudo lograr. Eso está en la deuda que yo creo que tiene el radicalismo. Nunca hicieron una autocrítica. Y no solo eso, con Alfonsín, después de 1983, pusieron de ministro a Roque Carranza, que colocó las bombas que mataron a compañeros en Plaza de Mayo, en 1953. Eso está en el debe del radicalismo. El General jugaba a la política con las cartas abiertas a todo el mundo. Se decía que el General hacía esto para poder volver al país. Y no era así, si ya había logrado volver. Había un compromiso con la unidad nacional. No hay nación sin una mínima unidad de su pueblo.

APU: Por último: ¿usted tenía la sensación muy temprano de que todo iba a terminar mal? ¿Era un sentimiento propio o generalizado?

JMAM: Tal vez lo transmití mal en el libro. Muchos compañeros la veían venir. El que más notoriamente lo veía era Jorge Antonio, que por distintos motivos tenía relación con los sectores más duros, para decirlo de alguna manera. Él tenía relación con las organizaciones armadas. Con él intercambiamos muchas ideas al respecto. Veíamos muchos peligros. Fue una época difícil. Por eso, es fácil verla o analizarla a la distancia.

APU: La pregunta que está todo el tiempo en el libro es si se pudo hacer algo más para evitar que las cosas terminaran como lo hicieron. 

JMAM: Después de la tragedia que vivió la Argentina es una pregunta inevitable. Lo que puedo llegar a responder está en el libro. Es un tema difícil y muy penoso. Es una pregunta que vuelve una y otra vez.

Abal Medina y Perón