Por Carlos Lamiral

Con los bancos fuera de juego debido a la cuarentena, las pymes también se quedaron sin mecanismos «alternativos» para acceder a capital de trabajo. Las llamadas por teléfono a la «financiera» de confianza para cambiar cheques están interrumpidas. La «cueva» hoy está cerrada. Entre los empresarios se espera que cuando se reabra el circuito los documentos se van a transar con un alto costo.

En las cuevas, lo que se denomina «aforo» va a pegar un salto importante, porque se entiende que cuando se retome la actividad en los primeros meses pueden aparecen muchos cheques rechazados. El aforo es un porcentaje que se le descuenta al pyme como un reaseguro ante un eventual rechazo. Del importe que queda, a su vez, la cueva le cobra un interés que suele ser también bastante alto. Antes de la crisis ese costo era del 10%. Las estimaciones de los empresarios es que sobre un cheque de $200.000, el aforo podría ser de $50.000, es decir de un 25%, más del doble de lo que se cobraba antes del aislamiento.

Del mismo modo, para el empresario que tiene algunos dólares guardados para enfrentar alguna eventualidad, se le hace inviable por el momento recurrir al mismo «establecimiento». Por un lado, hay restricción para el movimiento de personas, y por otro, los que se dedican a la compra venta de billetes en el circuito blue, no están operando. Entienden que no hay precio. Mientras tanto, el circuito formal de cancelación de deudas con cheques de pago diferido está interrumpido porque todavía no estaba funcionando el clearing. Desde este jueves comenzará a funcionar de nuevo, aunque muchas empresas quedaron descalzadas. Tienen que «cubrir» descubiertos de cheques que entregaron hace dos meses pero que vencen en los próximos días, pero con el agravante que no pudieron facturar debido a la cuarentena

Créditos

El gobierno anunció créditos para cubrir ese desfasaje. No obstante, la pyme que puede acceder al sistema financiero también tiene problemas para llegar a los prometidos préstamos al 26% para capital de trabajo. La línea por unos $320.000 millones exige, en principio, que funcionen las sucursales de los bancos, por lo menos, para recibir una vez al empresario para presentar documentación, firmar papeles, certificar
firmas.  Y eso a su vez lleva tiempo, algo que la mayoría de las empresas no tienen. De hecho, todavía no están listas las resoluciones del BCRA para implementarlos.

En ese contexto, muy pocos sectores económicos pueden capear la situación. Se destacan entre ellos los supermercados chinos. En ese grupo de empresas la costumbre, desde siempre, ha sido operar en efectivo. Obligados por los gobiernos, en los últimos años han ido adoptando algunos sistemas de cobro electrónico y posnets de tarjetas de crédito y débito, pero mayormente siguen operando en efectivo. En los últimos días, se han sumado comercios minoristas que aceptaban pagos electrónicos.

En un contexto de restricciones, tener dinero físico puede ser un valor absoluto. El propietario de un establecimiento puede hacer un pedido al mayorista contra pago al contado y no tendrá ninguna demora ni traba. Otro segmento de la actividad que trabaja mayoritariamente con efectivo son las verdulerías y las quintas que las proveen. Habitualmente hay un alto nivel de informalidad en esos sectores. En el circuito
formal de la economía quedó en pie el mercado de capitales. Allí las empresas que están en mejores condiciones pueden negociar sus cheques. Este tipo de mercados siguen operando. La tasa de interés se ubicaba entre el 30% y 35% antes de la cuarentena.

La alternativa para este segmento de pymes es la venta de facturas de crédito electrónicas o de cheques electrónicos (recientemente lanzados al mercado). Ambos instrumentos se puede tramitar y negociar en forma totalmente on line a través del mercado de capitales, de modo que no se requiere de que funcione la cámara compensadora para operar. Las empresas que tienen que pagar una factura tendrían que cancelar la misma mediante transferencia electrónica.

Fuente: Ámbito Financiero