Martín Miguel Juan de la Mata de Güemes Montero Goyechea y la Corte, tal su nombre completo, fue un militar revolucionario que murió a los 36 años por heridas infligidas por tropas españolas en lo que fue una encerrona, atentado, emboscada. Pero hay una historia de mujeres, no sólo de hombres aguerridos.

¿Cómo fidelizar el relato de la vida y de los hechos encarnados en Martín Miguel de Güemes, el gaucho infernal, el joven que logró mantener a raya a los invasores del imperio español y defender la soberanía de nuestro territorio en el norte, sin hablar de ‘las bomberas ’, mujeres que allanaron su camino y facilitaron su gesta?

¿Por qué es necesario contar la trayectoria de Güemes incluyendo en ella a la polifonía de las voces femeninas, también, hacedoras de la Patria?

Sí, Güemes contaba con ellas; más que recursos humanos: las bomberas; madres, espías y amantes; heroínas en las alcobas y en las trincheras; esposas, viudas y concubinas.

A por ellas, entonces.

La esposa

Era considerada la más bella de Salta. Carmen Puch fue esposa del ‘padre de los pobres’, tal como lo llamaban a Güemes, el comandante del ejército de héroes gauchos llamados ‘los Infernales’. Ella era la hija de un español de fortuna que adhirió a la causa de la guerra gaucha donando casi todos sus caballos a los Infernales. Carmen resistió con sus hijos a cuestas la persecución española durante la guerra en el norte. Fue fiel a su hombre y a su causa. Y se dejó morir con apenas 25 años, poco después de que Güemes fuera asesinado, el 17 de junio de 1821.

Celestina y Coronela

La celestina de ese amor fue María Magdalena Dámasa Güemes, conocida como ‘Macacha’, la hermana del caudillo. ‘Macacha’ –conocida también como la ‘madre de los pobres’–, pasó su juventud acompañando la gesta de Güemes, haciendo inteligencia militar, coordinando tareas de espionaje y atrevidas misiones con otras patriotas. Ella fue reconocida como la 1ra. Mediadora de Salta debido a su accionar para lograr la firma del Pacto de los Cerrillos entre José Rondeau y su hermano Martín, que le permitió al Congreso de Tucumán sesionar con tranquilidad. Mientras su hermano se encontraba al frente de sus ‘Infernales’, fuera de la ciudad, era ella quien tomaba las riendas del gobierno salteño. Fueron varias las conspiraciones en contra de Güemes que tuvo que desbaratar, y cuando en 1819 los opositores organizaron el partido ‘Patria Nueva’, ella formó el ‘Patria Vieja’, junto a su madre, su esposo y otras personas. El ‘gauchaje’ se sublevó para liberar a la ‘Madre del Pobrerío’ y a los demás detenidos, protagonizando lo que se conoció como ‘la Revolución de las Mujeres’.

‘Las Bomberas’

Las llamadas ‘bomberas’, era un escuadrón de espías que llevaban mensajes secretos para los patriotas escondiéndolos en los dobladillos de sus polleras, en huecos de troncos de árboles o en canastas de lavanderas. Las más osadas entablaban amistades y hasta amores con milicianos que sucumbían “aflojando la lengua” y, a veces, hasta la voluntad, cambiándose al bando patriota. Al momento de dedicarse con obstinación a su objetivo, no importaba el origen ni rango social para inmiscuirse y espiar: “desde la negra esclava hasta la matrona de más alcurnia”. No había reunión, ni visita, ni parte emanado del ejército, o con las familias realistas de su confianza y amistad donde no se infiltrara su espíritu minador y atrevido, tratando de robar los secretos y dar las alarmas necesarias. Ellas escondían en sus polleras mensajes con información sobre los españoles que hacían llegar al ejército de gauchos. La acción de ‘Macacha’ y sus compañeras fue letal para los españoles. La acompañaron, entre otras, María Loreto Sánchez Peón de Frías, Celedonia Pacheco de Melo, Juana Torino, María Petrona Arias, Andrea Zenarruza de Uriondo y Toribia ‘la Linda’.

Juana, con derecho a uniforme

La historia de Juana Azurduy es quizá la más conocida porque fue una estrecha colaboradora de Güemes y por su coraje fue investida con el grado de teniente coronel de una división explícita llamada ‘Decididos del Perú’, con derecho al uso de uniforme, según un decreto firmado por el director supremo Juan Martín de Pueyrredón el 13 de agosto de 1816 y que hizo efectivo el general Manuel Belgrano, quien la homenajeó al entregarle su sable, que lo había acompañado en Salta y Tucumán y durante el heroico Éxodo Jujeño. En 1816, Juana y su esposo, Manuel Ascencio Padilla, tenían a 6.000 originarios bajo sus órdenes. Sitiaron por segunda vez la ciudad de Chuquisaca. Los españoles lograron poner fin al cerco, y en Tinteros, Padilla, el esposo de Juana, encontró la muerte. La cabeza de Padilla fue exhibida en la plaza pública durante meses. Pero, el 15 de mayo de 1817, al frente de cientos de cholos, Juana la recuperó. Luego, intentó reorganizar la tropa sin recursos y, acosada por el enemigo, sin colaboración de los porteños, fue a Salta a combatir junto a las tropas de Güemes, con quien estuvo 3 años hasta que fue asesinado.

‘La Emparedada’

Juana Moro De López integró la red de espionaje femenina, pregonó la independencia nacional hasta casi morir por ella, tras las paredes de su casa. Dama que utilizó sus encantos y la oratoria para conquistar españoles y sacarles información sobre cómo iban a realizar sus movimientos en las batallas. Sedujo al Marqués de Yavi, quien gobernaba Salta, y lo convenció de abandonar la lucha contra los patriotas. Fue detenida y condenada a morir encerrada y tapiada en su propio hogar. De ahí su apodo ‘La emparedada’.

‘La abanderada’

Martina Silva De Gurruchaga participó en forma directa en el combate en la Batalla de Salta. Colaboró con el Ejército del Norte y el general Manuel Belgrano, haciendo la donación de paños para uniformes y dinero para comprar armamento, que se usarían en la victoria de 1813. Cuenta la historia que aquel 20 de febrero, Martina participó del combate liderando ‘Los ponchos azules’, tal como se conoció a su batallón por el color de la ropa, que ingresó a la ciudad desde Lomas de Medeiros. Fue la primera en hacer rendir a los españoles, quitarles el pendón y la bandera real. Belgrano, en su honor, le otorgó el grado de ‘Capitana del Ejército’. Más tarde, siguió colaborando con el general Güemes en la Guerra Gaucha.

‘La Jefa’

María Sánchez Loreto Peón se destacó especialmente como jefa de Inteligencia de la Vanguardia del Ejército del Norte, cargo que ocupó desde 1812 a 1822, durante toda la épica Guerra Gaucha. Ella lideró un grupo conformado por amigas y conocidas, ayudadas por sus hijos pequeños y sus criadas. Para tener una comunicación rápida esta desarrolló un simple e ingenioso sistema: un buzón natural en medio de la nada. Un árbol al que se le había hecho un hueco y luego vuelto a tapar con la misma corteza, cerca de donde las criadas iban todos los días a lavar la ropa y a buscar agua. Ellas transportaban el papel con la ropa sucia y lo dejaban en el hueco sin ser vistas. Luego, algún soldado patriota lo retiraba a la noche y dejaba a su vez instrucciones y pedidos de información. No se les escapaba nada. Ni siquiera la cantidad de soldados realistas que había en cada momento. María se disfrazaba de viandera e iba con su canasta de comida en la cabeza y granos de maíz en los bolsillos a sentarse a la plaza donde estos acampaban. Cuando aparecía el oficial y empezaba a contar uno por uno los nombres, ella pasaba un grano de maíz de un bolsillo a otro por cada presente y luego enviaba esa información a través del buzón del árbol. Dicen que hasta de india se disfrazó, para sentarse en los portales a vender pasteles y espiar.

‘La enfermera’

María Remedios Del Valle, como muchas otras mujeres, acompañaba a la tropa alimentando a los soldados, curando heridos y también peleando junto a ellos, codo a codo. Fue tan valiente esta mujer afro descendiente que hasta logró escapar de los españoles luego de haber sido herida de bala y tomada como prisionera. Su determinación y osadía fue reconocida por el propio Manuel Belgrano quien la premió y le dio el grado de Capitana. Ahora era la Capitana María Remedios del Valle. Belgrano la llamó entonces ‘La Madre de la Patria’ y los soldados a quien había cuidado la llamaron así también.