Las elecciones legislativas en Estados Unidos dejaron una gran derrota para el gobierno de Barack Obama, quien seguramente tendrá complicaciones para gobernar de ahora en más.

Los resultados de las elecciones fueron contundentes y de gran trascendencia: los republicanos tomaron control del Senado, que estaba en manos demócratas desde 2006, ampliaron su dominio de la Cámara de Representantes y ganaron gobernaciones tradicionalmente demócratas.

Cuando Obama, de 53 años, inauguró su Presidencia, en 2009, el Senado y la Cámara de Representantes eran demócratas. En 2010 los republicanos lo despojaron de la Cámara Baja, y ahora consumaron su avance tomando el control absoluto del Congreso.

La nueva dinámica política obligará a ambos partidos a repensar sus enfoques respecto a la reforma migratoria que reclama la cada vez más importante minoría latina, cuestiones presupuestarias, nominaciones presidenciales, gasto público, rol del Estado en general, salud, y muchas otras cosas, según analistas.

El nuevo líder de la mayoría republicana en la cámara alta, el senador Mitch McConnell, también prometió tratar de convertir un gobierno dividido en una fuerza que permita resolver los problemas que preocupan a los votantes y que supere el estancamiento político que caracterizó a Washington en los últimos dos años.

«No hay duda de que los republicanos tuvieron una buena noche», dijo un debilitado mandatario en conferencia en prensa en la Casa Blanca, luego de que los comicios de ayer dieran renovados poderes a los republicanos para revisar sus reformas y políticas, muchas de las cuales quieren enmendar, derogar o corregir.

«A todos los que han votado, los he oído. (…) Es tiempo de encargarnos de nuestras obligaciones», agregó, mencionando áreas, como el comercio, la construcción de rutas y puentes, en las que podría haber una cooperación pero advirtiendo al mismo tiempo de posibles vetos y prometiendo decretos si el Congreso no actúa.

«El Congreso aprobará algunas leyes que yo no pueda firmar. Estoy bastante seguro de que adoptaré decretos que no le gustarán a algunos en el Congreso», señaló.

Un sondeo a boca de urna de CNN y otras cadenas mostraron que los republicanos basaron su triunfo en electores insatisfechos con la marcha de la economía, que votaron a los candidatos republicanos para el Congreso por un margen mayor a 2 a 1.

Pese al descontento con Obama, los votantes expresaron también poco confianza en el liderazgo republicano, lo que refleja la presión que enfrentará el partido que ahora tendrá el Congreso en sus manos de acá hasta las presidenciales de 2016, por lo menos.

La impopularidad del presidente -cuya aprobación ronda un mínimo de 40%- pareció afectar a candidatos demócratas que buscaban su reelección. Los republicanos presentaron los comicios como un plebiscito sobre Obama, y la táctica pareció haber dado frutos.

Los republicanos ganaron siete escaños del Senado que estaban ocupados por los demócratas: Virginia Occidental, Dakota del Sur, Arkansas, Montana, Colorado, Iowa, y Carolina del Norte.

Con tres carreras aún sin definirse, la oposición conservadora tiene ya 52 bancas en el futuro Senado, dos más que la mayoría, que vuelve a detentar después de ocho años.

En la Cámara de Representantes, donde todavía faltaban definirse más de una decenas de carreras, los republicanos parecían encaminados a alcanzar o superar las 246 bancas que tuvieron durante la presidencia de Harry S. Truman, hace más de 60 años.

En cuanto a las gobernaciones -se pusieron en juego 36 de las 50-, los republicanos ganaron 24, incluyendo estados tradicionalmente demócratas como Illinois, Maryland y Massachusetts, y el oficialismo 10, mientras que dos aún no se habían definido.

Entre tantas derrotas, los demócratas tuvieron algunos premios consuelo. En New Hampshire, la senadora Jeanne Shaheen y la gobernadora Maggie Hassan, quien días atrás hizo campaña junto a Hillary Clinton, la esperanza demócrata en las presidenciales de 2016, consiguieron su reelección.