El presidente Mauricio Macri se reunió este miércoles con el rey de Eswatini, ex Swazilandia, Mswati III. El encuentro tuvo lugar en el Centro de Convenciones de Recoleta, donde se celebró la Conferencia de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

La figura con la que se reunió el presidente argentino llama la atención por sus excentricidades, se trata de uno de los líderes africanos más controvertidos y criticados de la actualidad.

El rey Mswati III tiene 51 años y es el último monarca absolutista y polígamo de África, también es condenado por organizaciones internacionales por el alto nivel de violación de los derechos humanos en su país, por la pobreza extrema en la que vive la mayoría de sus súbditos y el alarmante número de muertes por Sida.

El año pasado le cambió el nombre a su país porque decía que en inglés se confundía con Switzerland (Suiza en inglés), y así bautizó a su tierra “ Eswatini”.

El monarca tiene una fortuna personal estimada en más de US$100 millones y tiene 13 esposas, cada una con su propio palacio, su séquito de la seguridad y una flota de autos de lujo. Es además conocido por su afición a utilizar vestimentas tradicionales de su país.

Decenas de mujeres le son enviadas por familias de todo el reino, todas menores de 18 años, ofrecidas por sus padres con la esperanza de que la cercanía al rey las salve de la pobreza. Las doncellas destinadas a ser reinas deben ser vírgenes, pero en la práctica muchas de ellas son simplemente jóvenes, solteras y sin hijos.

A Mswati III se lo llama “Ngwenyama”, o rey león. Su reino está ubicado entre Sudáfrica y Mozambique y se independizó del Reino Unido en 1968.

En el reino de eSwatini no existen los partidos políticos, la Constitución ahoga con la fuerza militar a cualquier tipo de oposición, la TV es propiedad del rey, están prohibidos los diarios no afines al gobierno y está criminalizada la crítica a la monaquía.

Pese a todo, los habitantes de Swazilandia, sumidos en su mayoría en la pobreza extrema (66% de sus habitantes está debajo del umbral de pobreza), siguen siendo mayoritariamente fieles al multimillonario rey, a quien consideran una deidad, y culpan a sus consejeros por sus acciones erróneas.

A pesar de su poligamia, Mswati III se muestra como un defensor de la castidad y defiende la continencia como la vía más eficaz para evitar la propagación del Sida, que afecta a un tercio de la población adulta en su país. Alrededor de 20 mil personas mueren cada año en sWatini por enfermedades de transmisión sexual.

Para luchar contra este flagelo, decretó la prohibición de las relaciones sexuales con mujeres menores de 19 años, que debían usar una cinta distintiva para que los hombres se abstengan de acostarse con ella.

Durante la reunión de hoy, cuando el canciller Jorge Faurie, que presidió el evento, le cedió la palabra al rey León, un señor de raza negra vestido con una túnica roja le profirió estentóreos gritos que se oyeron en toda la sala de sesiones plenarias del Centro de Convenciones.

Aparentemente, los gritos del manifestante fueron exclamados en suazi, una lengua hablada en Swazilandia y en otros países del sur de África. Por ese motivo no pudieron ser traducidos por el equipo de intérpretes que se alojó en el fondo del salón.

Los cientos de extranjeros que representaban a 193 países quedaron atónitos por la irrupción del hombre, incrédulos de vivir una situación semejante en una reunión protocolar.