Por Odilo Tisubi

El resultado de las elecciones generales en Santa Fe deja la posibilidad de un escenario abierto, donde los cómputos finales podrían modificar las posiciones que hasta ahora el escrutinio provisorio está mostrando. Sería de mucha importancia que no se repita el escándalo de las Paso del 19 de abril pasado, cuando nos fuimos a dormir con un ganador y el resultado final por candidato terminó siendo diferente.

Estas escenografías montadas debilitan la imagen del oficialismo actual con respecto al humor social de la población y le resta legitimidad para esta nueva elección, sobre todo en estas instancias donde las diferencias son tan exiguas.

Debemos mostrar a todos, propios y extraños , que en Santa Fe gobierna el que gana y no el más pícaro: por importancia como región, por historia y por su gente no podemos terminar siendo para todo el mundo una duda permanente de cómo se resuelven en esta provincia los procesos electorales. Tenemos historia sobre eso.

En tal sentido los festejos extemporáneos con cifras que todavía no le favorecían al oficialismo, haciendo subir a Bonfatti al escenario para los festejos, demostraron un grado de nerviosismo , inseguridad e irresponsabilidad al que no puede exponerse el mandatario provincial ,siendo que es el gobernador de todos los santafesinos y garante de las elecciones de la provincia que conduce.

El resultado provisorio de las elecciones del domingo muestra varias diferencias con respecto a las primarias. Lifschitz logró recuperarse al haber retenido básicamente los votos del radical Mario Barletta. El postulante socialista había sacado en las primarias 376.627 sufragios que, sumados a los 156.460 que consiguió el diputado radical, estarían conformando prácticamente el total actual de 558.352 votos conseguido por el ex intendente de Rosario, lo cual muestra que no ha sumado mucho mas electorado que el del propio redil socialista-radical.

El candidato del PRO, Miguel Torres Del Sel, apenas pudo superar el número de las primarias, ya que de 536.480 votos pasó a computar 556.224, lo cual pone en evidencia que su electorado prácticamente quedó congelado en las primarias a pesar de los apoyos explícitos recibidos, como en el caso del senador Carlos Reutemann, lo cual lleva a preguntarse  si los hacedores de los ensayos de laboratorios que se arman en la Capital Federal no terminan de entender cuáles son las miradas por parte de la gente de la provincia con respecto a ciertas personalidades.

El crecimiento más importante, sin ninguna duda, fue el de Omar Perotti, que pudo vencer el escenario de polarización en el cual los otros dos candidatos proponían cercarlo y pasó de tener en las primarias 365.239 votos a 532.156, lo cual representa un 46% más (166.000 votos). Sin ninguna duda, y a pesar del poco tiempo que existió desde el 19 de abril, pudo capturar votos independientes y de diferentes sectores como el del candidato del massismo Cachi Martínez, que en las primarias supo conseguir la suma 131.313 y terminó el domingo con 66.962 votos, perdiendo casi el 49% de los votos de la primaria. También ganó y en otros casos recuperó votos en intendencias importantes como Santa Fe, Reconquista, Arroyo Seco o Coronda, mientras que revalidó ampliamente otras (Granadero Baigorria, Rafaela y Esperanza), y estuvo muy cerca en otras tantas, como Santo Tomé.

Todo este escenario se da con el 95.45% de los votos escrutados, donde restan todavía 347 mesas para analizar, las que representan alrededor de 100.000 votos (4,5% del total). Así, con esta situación, habrá que aguardar que la justicia electoral juegue su mejor papel garantizando a todos los santafesinos que cada voto emitido vaya al destino que le quiso dar el votante. Si eso ocurre, Santa Fe volverá al camino de la normalidad a la hora de elegir sus autoridades.

Por último, aunque el FPCyS termine festejando el triunfo, si no se mejora profundamente la futura gestión de gobierno, corren serio riesgos de perder la provincia, no ya ante un invento concebido en Buenos Aires, sino ante un peronismo recompuesto que ha demostrado otra vez encontrar la sintonía fina que había perdido con la gente.