Por Florencia Vizzi

En la Unidad Penal Nº 5 de Rosario viven, junto a sus madres, unos 10 niños y niñas menores de cuatro años, y algunos más llegarán en los próximos meses, ya que hay varias internas embarazadas. El tema de las infancias en las cárceles suele ser uno de los costados más crudos que debe abordarse cuando se habla del sistema penal, y para evitar dejar las decisiones sobre su vida cotidiana, alimentación y salud, libradas a las arbitrariedades del sistema penitenciario, desde las ONG Mujeres Tras las Rejas y la Asociación Pensamiento Penal diseñaron un proyecto de ley con un protocolo específico para esas infancias en encierro.

«Como organización sostenemos que estas mujeres con niños y niñas pequeños deberían tener arresto domiciliario. No celebramos ni fomentamos que estén allí, de ningún modo. Pero la realidad es otra y ante esa realidad, este protocolo apunta a regular esa vida cotidiana para que no quede librada al azahar o a las propias arbitrariedades del Servicio Penitenciario», detalló Bernardette Blua, abogada integrante de la Asociación Pensamiento Penal.

El «Protocolo de las infancias en el encierro carcelario femenino», que se presentará oficialmente este martes fue elaborado por ambas organizaciones, que desde hace años, transitan los penales, y será presentado ante la Legislatura por la diputada Lionela Cattalini. La iniciativa se viene trabajando desde el año 2019 y sentaría un precedente no menor, ya que no hay registros de protocolos similares en otros lugares del país. Entre los ejes fundamentales que se abordan en el mismo está la alimentación, la salud, la recreación y las condiciones edilicias.

La realidad en el pabellón

Años atrás, cuando se concretó la inauguración del Complejo Penitenciario enclavado en 27 de febrero al 7800, el entonces ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro aseguró que se trataba de la primera cárcel del país con perspectiva de género y entre los puntos que destacó se contaban, precisamente, que había un pabellón exclusivo para las madres y un espacio pensado para los niños.

«Hay un pabellón de madres, pero es un pabellón como cualquier otro, la única diferencia es que las celdas son un poquito más grandes. Tienen las paredes grises y ventanas altas como los otros, no hay cunas ni camas extras, los chicos tienen que dormir con sus madres, no hay bidet, ni otras comodidades. Tampoco un televisor o juegos, para que los chicos puedan ver una película o entretenerse, y en el patio hay algunos juegos, muy poquitos, pero es un lugar con piso de cemento, sin ninguna protección y al rayo del sol, no es muy agradable», detalló Blua haciendo foco en la cuestión recreativa.

En ese sentido, remarcó que si bien, desde hace un tiempo van algunas maestras jardineras al penal y los chicos que están en edad de ir al jardín maternal asisten algunas horas a la semana al Centro de Atención Familiar Nº 20, eso es tan precario como insuficiente. Por eso el protocolo impulsa, entre otras cosas, la creación de la figura del acompañante infantil, con quien los chicos puedan generar un vínculo, para que puedan quedarse con ellos si la mamá tiene que ser trasladada algunas horas o quiere realizar un taller. «Incluso hay un salón de usos múltiples que tienen algunas mesas con sillitas y podrían ir a jugar allí, pero para eso dependen de las guardias y la disponibilidad del Servicio Penitenciario, y la figura del acompañante modificaría eso», aseguró.

Otro de los puntos fundamentales que aborda el proyecto tiene que ver con la alimentación de los pequeños. «Una de las cuestiones primordiales es la variedad y la cantidad. Al ser chicos tan chiquitos necesitan esa variedad por cuestiones nutricionales… La verdad es que la comida a veces llegar medio cruda, o pasada, un adulto lo tolera, pero un chico necesita otras cosas. Igual que la cantidad, están aprendiendo a comer por lo cual a veces se vuelca, se cae, lo que sea, y necesitan una cantidad mayor»

Por otro lado, la abogada también señaló que es importante que haya una nutricionista que diseñe una dieta para esos chicos, y que haya un control sobre esa dieta. «Actualmente hay un menú que estipuló una nutricionista, pero si después no se controla que se provea la cantidad y la calidad de las comidas, no tiene mucho sentido, eso lo tiene que controlar alguien ajeno al Servicio Penitenciario».

En cuanto a la atención médica para los más pequeños, la realidad asusta. «Si bien una vez por semana van pediatras que trabajan muy bien, eso no es suficiente» explicó Blua. «Por ejemplo, si hay una emergencia médica en otros horarios, en el penal hay un sólo médico, que ni siquiera es de la Unidad 5, sino de la Alcaidía, lo que reduce mucho las posibilidades de atención. Ni hablar si hay que trasladarlo a un hospital, se complica muchísimo, a veces tienen que esperar días».

Uno de los puntos que prevé el proyecto es que los pediatras asistan al menos dos veces por semana, así como que sea obligatorio la entrega de las historias clínicas a las madres, porque al momento del egreso, se torna muy difícil hacer el seguimiento de salud.

Algo que también es de suma importancia es pensar en un período de adaptación antes del egreso, porque son niños que vivieron sus primeros años en la cárcel, y enfrentarán un cambio profundo y muy significativo. «Estos niños y niñas están en el penal porque sus madres están presas, pero son niños, son infancias que tiene sus derechos y regulaciones específicas y tienen que hacerse cumplir».