Por primera vez desde la restauración democrática en 1983 un gobierno tiene minorías en las dos cámaras parlamentarias, pero pese a este contexto adverso el oficialismo logró consensuar con sectores del peronismo la sanción de las principales leyes para su administración, aunque para ello debió aceptar sustanciales reformas a sus propuestas.

Este escenario planteado en el Congreso demostró la madurez que adquirió la democracia en estos treinta y tres años, ya que pese a las sustanciales diferencias entre oficialismo y oposición el diálogo político permitió enhebrar acuerdos en temas tan complejos como el presupuesto, el pago a los fondos buitres o Ganancias.

Para el oficialismo fue clave en Diputados, donde Cambiemos solo tiene 87 de los 257 integrantes el respaldo -aun con fuertes contrapuntos- del líder del Frente Renovador, Sergio Massa, y del ex titular del Anses, Diego Bossio- y en el Senado del jefe de la bancada del Frente para la Victoria (FPV), Miguel Angel Pichetto, que controla con 36 de las 72 bancas.

En cambio, la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner es quien mayor cantidad de bancas y aliados que tuvo en el Congreso cuando fue reelecta con el 54 por ciento de los votos. Eso le permitió al kirchnerismo sancionar todas las leyes que quiso sin abrir el debate a la oposición, por lo cual se gano el mote de «escribanía».

El Parlamento que quedó diseñado en el final del 2011 le permitía a la entonces presidenta contar con el respaldo de 129 diputados propios y 38 en el Senado, es decir que gobernó con quórum propio en las dos cámaras, y en los últimos dos años cuando perdió en los grandes distritos también pudo seguir controlando el Congreso sin dificultades.

En los años que gobernó el kircherismo sólo tuvo dificultades en 2009, cuando como consecuencia del conflicto del campo la oposición se unió y le arrebató el control del Congreso con el grupo «A», que tampoco pudo sancionar muchas leyes, con excepción del 82 por ciento a los jubilados.

Otro presidente peronista que no tuvo problemas con las mayorías en el Congreso fue Carlos Menem, que cuando asumió en julio de 1989 en medio de una fuerte crisis por la salida anticipada de Raúl Alfonsín -tras los saqueos y un golpe económico que forzó su renuncia- sólo gobernó seis meses con minoría en diputados. A partir de diciembre de ese año quedó cerca del quórum propio, con la ayuda de la Ucedé de Álvaro Alsogaray, y mayoría en el Senado, con 26 de los 46 integrantes que el cuerpo tenía antes de la reforma constitucional de 1994.

En la primera elección intermedia en 1991 ya con el plan de Convertibilidad en vigencia, Menem consolida la alianza con Alsogaray y se garantiza con 120 diputados propios -en ese momento el quórum pasa a ser de 129 por la incorporación de tres fueguinos- y 14 de la derecha la construcción de una holgada mayoría. En el Senado tenía 29 de 48 legisladores.

De todos modos esa mayoría que se afianza con la elección de 1993 y dos años más tarde amplía su número, cuando tras la reforma constitucional Menem consigue la reelección. Logró en Diputados 129 votos propios y en el Senado 39 bancas de las 72 que pasó a tener el cuerpo por la incorporación de un senador por la minoría.

Raúl Alfonsín, quien fue el primer presidente de la restauración democrática en 1983 con un amplio apoyo popular, asumió con mayoría en la Cámara de Diputados al tener 129 de los 254-cifra que luego ascendió a 257 en 1991 cuando se sumaron tres diputados fueguinos- y tuvo minoría en el Senado, aunque era más parejo porque 20 eran del PJ y 18 de la UCR.

Sin embargo peronismo le hizo sentir su poder cuando le rechazó la reforma de la ley de asociaciones sindicales conocida como «ley Mucci», porque el autor de la iniciativa, que nunca llegó a ser ley, fue el ministro de Trabajo de ese momento, Antonio Mucci.

Luego, en 1987, el peronismo se recompuso tras la derrota electoral del ’83 y se impuso en las elecciones legislativas y de gobernadores de ese año, pero de todos modos la UCR se mantuvo como primera minoría en Diputados durante el siguiente bienio, que desembocó en la crisis de 1989 y la salida anticipada del gobierno de Alfonsín.

El gobierno de la Alianza conformado por la UCR-Frepaso asumió en diciembre 1999 tras una década menemista. En el Congreso tuvo una Cámara de Diputados favorable, ya que tenía quórum con 126 legisladores propios y aliados provinciales, y un Senado opositor, donde el peronismo tenía 40 de los 72 senadores.

En sus dos años de gobierno De la Rúa tuvo muchas dificultades para aprobar las leyes por la fuerte resistencia del peronismo al gobierno de la Alianza, y esta situación empeoró cuando se desató un escándalo político por las denuncias de que hubo coimas para aprobar la reforma laboral, aunque la justicia sobreseyó a todos los acusados.

La salida anticipada de Fernando de la Rúa en medio de una fuerte crisis social, económica y política, que terminó con más de 20 muertes, le otorgó un rol central al Congreso en el gobierno provisorio de Eduardo Duhalde -designado por la Asamblea Legislativa, como todos sus efímeros antecesores: Adolfo Rodríguez Saá, Ramón Puerta y Eduaro Camaño-, y allí se aprueban todas las leyes requeridas por el ex gobernador bonaerense.

Esta situación es totalmente opuesta al escenario con que asume Mauricio Macri, cuyas espadas legislativas tienen que enhebrar permanentes acuerdos con la oposición y muchas veces debe realizar concesiones para tener las leyes necesarias para su administración.