En los hechos, la Guerra de Malvinas duró dos meses: desde el 2 de abril de 1982 hasta el 14 de junio de ese mismo año. Sin embargo, la lucha de aquellos jovenes que fueron enviados a la batalla y tuvieron la suerte de regresar todavía continúa, 37 años después.

Tal es el punto del olvido histórico que han tenido los gobiernos argentinos con sus ex combatientes que el máximo héroe de la guerra, el único soldado conscripto vivo en recibir la máxima condecoración militar argentina, la Cruz de la Nación Argentina al Heróico Valor en Combate, asegura que fue peor la guerra en el regreso que la que tuvo en las islas.

Su inmenso valor salió a flote el 11 de junio de 1982, en lo que es su gran hazaña, en la Batalla del Monte Dos Hermanas, por la que se convirtió en el único argentino en ser declarado Héroe Nacional con Vida. Allí, Poltronieri se ofreció como voluntario para cubrir la retirada de más de cien compañeros, principalmente del pelotón de fusileros del subteniente Aldo Franco y una fracción de paracaidistas, frenando durante nueve horas él solo el avance de la Compañía Yankee inglesa con una ametralladora y un fusil, a pesar de la insistencia de los soldados de que huya de aquella zona de combate.

-Vamos Poltro que te van a matar –le dice el sargento Tito Echeverría.

-Yo me quedo, los cubro…

-No, no, Negro, me quedo con vos. Solo no vas a poder.

-No, mi sargento, usted recibió ayer un carta de su mujer y acaba de ser padre. Tiene que conocer a su hijo. Usted tiene familia y yo no. Déjeme a mí solo que soy soltero y no tengo a nadie. Prefiero morir yo antes que usted… su hijo lo necesita. Me las voy a arreglar…

Esa fue la conversación que tuvo con uno de sus compañeros de lucha en aquel entonces, según consignó en una entrevista con el portal Infobae. En ese mismo diálogo, pronunció una frase que marca a fuego lo que tuvieron que padecer él y muchos de los ex combatientes al regresar a la Argentina: “Nosotros no tuvimos una guerra, tuvimos dos: una en Malvinas y otra peor al regresar”.

“No nos daban trabajo. Éramos los locos de la guerra. Yo vendía calcomanías arriba de los trenes, así con mi uniforme verde, y la gente me gritaba: ‘¡Que te las compre Galtieri!’. Nos despreciaban, no querían saber nada con nosotros. Nos daban la espalda porque habíamos perdido la guerra”, es otra de las frases en donde refleja el crudo olvido y desprecio que sufrieron por parte de sus compatriotas.

Veinte años después de la guerra, en 2002, la crisis del país hizo aún más mella en los ex combatientes. Poltronieri decidió vender sus medallas, tiempo después de haber intentado suicidarse (la soga que se había atado al cuello en su casa se cortó).

Sólo recién cuando algunos medios se decidieron a contar su historia fue que recibió algún tipo de respuesta, tanto de la sociedad como de los gobiernos que durante los 365 días de cada año nada habían hecho por él.

Poltronieri, oriundo de Mercedes, llegó a la guerra con 19 años, a pocos meses de recibir la baja del Servicio Militar obligatorio y sin poder avisar a sus padres que se marchaba con rumbo a las islas. Fue el 13 de abril de aquel año. Su función en Malvinas sería de apuntador de Mag en la 3era sección de la Compañía B del Regimiento de Infantería 6, bajo las órdenes del teniente Esteban Vilgré Lamadrid. Durante noventa días permaneció en el Monte Dos Hermanas, donde realizaría su hazaña en el momento en que el batallón se quedó sin munición.

Uno de los momentos de mayor furia que sufrió en las islas fue cuando regresó desde aquel lugar hacia Puerto Argentino, a las 3 de la tarde, enterándose que cinco horas antes, mientras ellos todavía estaban dando su vida, la Argentina ya había anunciado la rendición con una bandera blanca. Fue prisionero y durante su estadía en las islas oficiales del Ejército le dieron la noticia a su madre de que había muerto en la guerra. En 1983, la revista Gente lo nombró entre los personajes del año.

“Me arrodillé delante de la Virgen. Y le hablé. Le dije que los argentinos nos habían traicionado, pero que yo no me había olvidado de mis compañeros ni nunca los iba a olvidar”, dijo en 2010, la primera vez que fue al Cementerio de Darwin.

Hoy, una cortada en su Mercedes natal lleva su nombre, y una de las plazas cuenta con un monolito en su honor.