Por Facundo Díaz D’Alessandro

Los “chalecos amarillos” irrumpieron en las calles francesas, hacia el otoño europeo (primavera en este meridiano), con la sorpresa, espontaneidad y fuerza, propia de un verdadero suceso revolucionario, o por lo menos como el germen de uno.

Francia tiene una de las sociedades que soporta mayor carga impositiva entre las naciones desarrolladas que integran la Ocde, junto a países como Islandia o Dinamarca. Cuando Emmanuel Macron, presidente galo, quiso aumentar el precio del combustible, vertió la gota que revalsó el vaso y encendió la mecha.

Esa bien puede ser la explicación casual de la irrupción del movimiento de los gilet jaunes. Momentánea, fotográfica y por ende clara y concisa. Pero la explicación causal, por ende occidental y la que corresponde para este análisis, va más allá de esa fotografía.

Y la escena muestra a una parte importante de la ciudadanía francesa, de raigambre claramente “popular”, cansada de la injusticia de un sistema que la terminó por oprimir, intentando que la historia de Francia, rica en hitos como este que terminan por desatar una transformación social profunda, se reseteé una vez más, y a su favor.

El presidente Emmanuel Macron pareció “mostrar la hilacha”, con algunos gestos que podrían tomarse (y fueron tomados por los gilet jaunes) como un desprecio hacia esa “muchedumbre”. Por un lado el llamado al diálogo, al que asistió gente de cualquier procedencia social menos los chalecos amarillos. Por el otro, con la fuerza represiva del Estado, vía policía, en las manifestaciones.

El Profesor del Instituto de Ciencias Políticas de París, Olivier Dabèbe, pasó esta semana por el país para dictar una serie de seminarios y conferencias, incluido enRosario (Facultad de Ciencias Políticas de la UNR), y se prestó a un diálogo mano a mano con Conclusión para analizar a fondo al movimiento de los Chalecos Amarillos, su origen y evolución, la reacción de Macron, la traducción electoral de estos maremotos sociales y su relación con fenómenos similares en Europa y otras partes del mundo. Sobre el final, su visión de la elección santafesina que se viene y el impacto en las presidenciales.

– Más allá del descontento social incubado en la sociedad francesa, ¿hubo un hecho puntual que haya desencadenado el movimiento de los Gillet Jaunes?¿Cómo se compone sociológicamente?

– El anuncio del aumento del precio de la nafta generó un descontento muy violento en el país, la gente rechazando esa reforma porque es gente que usa el carro para ir a trabajar, eso representa un costo adicional, fue una pequeña reforma que tuvo un impacto potencial económico importante para gente modesta. El perfil sociológico es principalmente el de gente pobre, humilde, reciben sueldos o jubilaciones, pensiones muy modestas, harta de los gastos, quieren más poder adquisitivo. Cayó muy mal porque era quitarle a un poder adquisitivo que ya era muy modesto.

– ¿Cómo evolucionó el movimiento después de aquellas marchas masivas de fin de año?

– Las primeras fueron enormes, pero después de eso el movimiento tuvo capacidad de entretener la movilización y de reunir cada sabado miles personas durante semanas o meses, hasta la época de primavera (otoño en Sudamérica) cuando el presidente introduce el “Gran Debate”. Lograron organizar movilizaciones masivas, eso fue una sorpresa para todos.

– ¿Cómo evalúa la reacción de Macron ante la protesta, por un lado en términos políticos (llamado al gran debate, anuncios), y por otro lado, reacción directa, violenta, la represión policial?

– Hubo una doble estrategia por parte del presidente, por un lado la represión, porque “no puede aceptar actos violentos”. Optó por una respuesta bastante violenta de hecho, para tratar de controlar lo que pasaba todos los sábados. La otra respuesta de Macron fue más política, abrir un espacio de diálogo para que la gente pueda expresar su frustración y proponer ideas para solucionar algunos problemas, como los elevados impuestos. Dos estrategias: mano dura de un lado y diplomacia del otro.

– ¿Cuál fue el desenlace de ese gran debate, hubo alguna salida política exitosa?

– Para empezar la gente que participó, no corresponde al perfil de los gillet jaunes, fue otra gente mas clase media, gente que apoya a Macron además. Esa idea de ofrecer un canal de expresión para ellos, fracasó, participó otra gente. Al final se analizó el material y el presidente anunció una conferencia con reformas importantes, gran parte de eso facilito la salida de la crisis, también eso corresponde a un momento en que se abrió una campaña electoral para elecciones europeas, eso también tuvo como efecto calmar un poco los ánimos todos decidieron lanzarse a la pelea electoral.

– ¿Tienen alguna preferencia electoral clara, en los polos (izquierda y derecha)?

– Son totalmente anti Macron, con una cercanía política con extrema derecha, definitivamente. Lo podemos ver en otros países, indignados en Madrid. Esas manifestaciones de frustración de cara a la la evolución económica de los países, es susceptible de surgir en cualquier país europeo o del mundo, son movimientos fuera de todo control, los partidos y sindicatos no controlan esos movimientos, es mas espontaneo, por ende mas peligroso, no hay con quien negociar, ha sido un problema durante todo el movimiento, rechazo liderazgos cuando no hay líderes. Es un movimiento muy independiente de los partidos, rechazan democracia representativa. Si bien votan a Le Pen, ella no controla nada.

– ¿Es el reflejo de un fenómeno más global, consecuencia indefectible del modelo económico que plantea la globalización?

– La globalización produce ganadores y perdedores, hay gente cosmopolita ganando, que habla idiomas, que puede movilizarse, viajar, encontrar oportunidades en todo el mundo sin temor a lo que pueda pasar. Y perdedores, porque hay empresas que cierran, se trasladan a China, crece el desempleo, pierden confianza, no hay oportunidades, y votan a extremos por desesperación. Es cierto que la globalización tiene que ser domesticada, regulada, sino produce perdedores que se desesperan.

– ¿Cual puede ser una salida democrática para escuchar esos reclamos tan genuinos, tan necesarios, y evitar que caigan en propuestas quizás anti democráticas?

– De momento los partidos carecen de credibilidad, la gente está harta, piensa que no representan sus intereses o ideas, pero al mismo tiempo son indispensables en el juego democrático pero tienen que recuperar credibilidad, no hay maneras más que prestar atención a lo que la gente dice y no juegos políticos, la politiquería. Deben realmente tomar en cuenta las necesidades de la gente, sino van a seguir votando por extremos o protestando en la calle.

– ¿Y qué piensa de la política Argentina o Latinoamericana, está al tanto, le interesa?

– Tengo la suerte de estar Argentina en plena época de campaña electoral, a un politólogo le fascina. Aquí en Rosario, en Santa Fe que se vota, es muy interesante esta provincia, porque si hay posibilidad de consolidar una tercera vía, pues es aquí. Es particularmente interesante conversar con colegas de la Facultad, no soy un experto pero me fascina, probablemente van a tener una elección muy polarizada. Es importante además para Sudamérica, el impacto si gana la derecha o la izquierda, va a confirmar o no el giro conservador en Brasil y otros países.