El Papa Francisco exhibió su malestar por la retención de cinco mil toneladas de alimentos por parte del gobierno de Javier Milei en depósitos del ministerio de Capital Humano. Así se lo hizo saber a una veintena de dirigentes sindicales durante una audiencia que les brindó este miércoles.

Sobre este punto, el pontífice manifestó su indignación por el hallazgo de esa cantidad de comida sin distribuir en un contexto en el que, destacó, crece la vulnerabilidad de niños y jubilados en particular.

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Fue uno de los primeros temas que Francisco repasó con la comitiva de sindicalistas que acudieron a la habitual audiencia de los miércoles como parte de un proyecto que coordina la Universidad del Salvador (USAL) para la entrega de alimentos a comedores.

Entre los concurrentes se encontraban José Voytenco (rurales, Uatre), Guillermo Moser (Luz y Fuerza), Cristian Jerónimo (empleados del vidrio), Pablo Flores (personal de AFIP), Juan Pablo Brey (aeronavegantes), Juan Carlos Moreyra (ceramistas) y una delegación de mujeres dirigentes del gremio de mecánicos Smata, el primero que tomó la iniciativa años atrás a cargo de su secretario general, Ricardo Pignanelli.

El encuentro se inscribe, además, en la participación de esos gremialistas en la cumbre anual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). También había sido recibido por el Papa, por separado, Gerardo Martínez junto a sindicalistas y empresarios del rubro petrolero.

En todos los casos, las charlas fueron previas al tratamiento en el Congreso argentino de la Ley Bases, que finalmente consiguió la sanción que el Ejecutivo esperaba. Francisco llegó a fotografiarse con banderas de Aerolíneas Argentinas en momentos en que uno de los debates parlamentarios pasaba por la eventual privatización de la compañía.

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La referencia a los alimentos retenidos por Capital Humano surgió en un intercambio con los invitados mientras ponían al corriente al pontífice, a su pedido, de las novedades de la Argentina.

Voytenco aprovechó para entregarle un proyecto denominado «Hambre cero en Argentina», basado en un trabajo conjunto con productores de alimentos y sindicatos, de modo de aprovechar su capilaridad sobre todo el territorio.

Más allá del escándalo desatado en la Argentina, el sacerdote se refirió en varias ocasiones al desecho de comida. En septiembre pasado, aseguró que «el desperdicio de alimentos es tan funesto como la tragedia del hambre» y resulta «una afrenta a los pobres».

«El alimento que arrojamos a la basura lo arrancamos inicuamente de las manos de quienes carecen del mismo», argumentó en una nota dirigida a la jefatura de la FAO.

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Y agregó: «El que se acuesta con el estómago vacío es nuestro hermano. Compartir con él lo que tenemos es tanto un imperativo de justicia como de aquella solidaridad fraterna que brota de las relaciones familiares».

En febrero, en tanto, volvió sobre el tema al dirigirse a los participantes de la reunión del Consejo de Gobernadores del Fondo Internacional del Desarrollo Agrícola: «Los alimentos que cada año se desperdician generan masas de gases con efecto invernadero, mientras un racionamiento correcto bastaría para alimentar a todos los que pasan hambre».