Por Alejandro Maidana

“En el caso de mi viejo es presunta desaparición, porque nunca se pudo comprobar que un agente del Estado haya sido partícipe. Lo que no significa que no haya sido. Pero hasta que no existan realmente pruebas, vamos a confiar en lo que dice la Justicia, pero la de Santiago Maldonado si fue una desaparición forzada.”

Jorge Julio López

La familia de Julio López está constituida por Irene, su mujer, y sus dos hijos, Gustavo y Rubén. Para todos ellos López era Tito, un padre y marido que trató de resguardar a los suyos los detalles de lo que le tocó vivir durante su detención clandestina.

Hombre de muy pocas palabras, militante comprometido que supo repartir su vida entre su trabajo y la transformación desde ese movimiento. López militó en la organización Montoneros, durante la última dictadura militar estuvo detenido durante cinco meses en distintos centros clandestinos y fue torturado por el ex comisario Miguel Etchecolatz. Esto lo convirtió en “testigo clave durante el juicio que en 2006 se llevó cabo contra ese ex jerarca de la Policía de la provincia de Buenos Aires.

Detención y torturas

Este albañil estuvo detenido y en gran parte desaparecido poco más de dos años y medio. Su calvario comenzaría un 27 de octubre de 1976, cuando un grupo de tareas después de romper la puerta de su casa se lo llevara secuestrado. Si bien intentaron vendarlo para que no pueda reconocer a quienes lo “chuparon”, López aseveró que uno de los integrantes de ese grupo no era otro que Etchecolatz.

Su primera posta sería un centro de detención clandestino denominado “Unidad de Cuatrerismo”, allí permanecería dos días, hasta que el 29 de octubre que sería trasladado a la estancia “La Armonía”. En el lugar, López sufriría diferentes torturas a cargo de un grupo en donde se destacaría uno de ellos, Etchecolatz. En ese mismo lugar sería testigo de los asesinatos de Patricia Dell”Orto y de su marido, Ambrosio De Marco.

Casi 5 meses permaneció en el ostracismo, hasta que el 26 de marzo de 1977 se le comunicó que estaban a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, de esta manera su detención se convertiría en “legal”. Recobraría su libertad el 25 de junio de 1979, la comisaría 9º de La Plata sería la última posta a sortear en un periplo deleznable.

Su declaración

Sin lugar a dudas Julio López debió considerarse una persona afortunada, el haber podido conservar su vida no fue un hecho menor, gran parte de sus compañeros de la Unidad Básica fueron asesinados.

En 2003 el Congreso de la Nación declaró la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida sancionadas durante el gobierno de Alfonsín y en 2006 la Cámara de Casación Penal, máximo tribunal penal de la Argentina, consideró que los indultos concedidos por el presidente Menem eran inconstitucionales. Es allí donde López, comenzaría a brindar un testimonio devastador contra uno de los “chacales” más violentos de la dictadura, Miguel Etchecolatz.

Su primera declaración fue el 28 de junio del 2006. Llegarían los alegatos, y en el momento de los mismos, ese 18 de septiembre Julio López desaparecería por segunda vez, en esta oportunidad, para no volver. Al día siguiente Etchecolatz fue condenado a cadena perpetua por los delitos de lesa humanidad cometidos contra López y otras personas.

El 24 de octubre de 2014, Etchecolatz y otros catorce represores fueron condenados por delitos cometidos en el centro de detención clandestino de La Cacha. Mientras se leía la sentencia, el fotógrafo Leo Vaca del portal Infojus, tomó varias fotografías de un papel que Etchecolatz tenía en sus manos, donde se leía escrita a mano la siguiente anotación: «Jorge Julio López Secuestrar».

“Como padre fue una persona de pocas palabras, le costaba abrirse con sus sentimientos, pero un gran ejemplo de resistencia y militancia, un hombre muy trabajador y comprometido”. De esta manera inició la charla con Conclusión, Rubén, uno de los hijos de Jorge Julio López.

“Mi viejo cuando no estaba trabajando bajo patrón, siempre estaba haciendo algo en casa. Sigue siendo sin lugar a dudas un gran ejemplo de lucha y sacrificio que junto a mi hermano tenemos como estandarte”, manifestó.

Sobre su militancia y la participación en los juicios por la verdad, expresó: “El queda libre después de estar detenido primero ilegalmente y después injustificadamente en 1979. Siempre fue un gran referente barrial, siempre dispuesto a tender una mano. En 1986 se encuentra con un compañero de la unidad básica, que al consultarlo por su estadía en los centros de detención clandestinos, se entera de que fue testigo de la tortura y posterior asesinato de dos compañeros. Es en ese momento cuando lo invitan a declarar contra los genocidas, no sólo accede, sino que incrimina especialmente a uno de ellos, a Etchecolatz”

La desaparición en el día de los alegatos, el acompañamiento y un largo peregrinar. “Mi papá sabía que se metía pero con un poder oscuro, pero la democracia era un aval importante. El día de su desaparición vivimos una locura, medios de comunicación, compañeros, querellantes y testigos del juicio, todos acompañando y conteniendo”.

¿Hubo respuestas y apoyo del estado? Algo que permanentemente se interpela y que supo profundizar su debate con la desaparición forzada de Santiago Maldonado. “A los pocos días tanto el estado provincial como el nacional se pusieron a disposición de la familia, participando de la búsqueda y acompañando. Darte un nombre sería injusto, porque me estaría olvidando de los muchos que nos ayudaron y ayudan”, agregó López.

¿Cómo salir adelante con un familiar desaparecido? ¿Qué sentimientos atraviesan a esos seres queridos que aun no pueden hacer el duelo? “Sufrimos un cambio radical en la familia, el nivel de exposición al que nos vimos expuestos no tenía precedente alguno, se sale adelante como se puede. Los psicólogos tienen una teoría, y esta está basada en que el duelo nos puede llevar un año. Nosotros hace 11 años que no podemos hacerlo, no tenemos esa tranquilidad de saber que se encuentra en algún lado y de esa manera poder cerrar el círculo”, finalizó.

La desaparición forzada de Santiago Maldonado en democracia, nos vuelve a interpelar como sociedad. Paralelismos trazados con diferentes casos intentan hasta estos días empantanar un debate más que álgido.  Redes de trata, violencia en sus fuerzas represivas, desprotección de testigos en peligro, de todo lo antes mencionado el estado es responsable.

Pero, ¿cómo nos paramos ante una desaparición forzada de persona en democracia? Lo lógico sería de manera conjunta y repudiando la misma, algo que en esta sociedad agrietada, suena a una dulce utopía.