Por Nicolás Mántaras*

Si bien la novela del Brexit llegó a su fin cuando Boris Johnson logró el apoyo interno necesario para votar una salida a comienzos de éste año, el Brexit de la Unión Europea no es el único ejemplo de procesos de integración regional en crisis.
En el 2017 el presidente norteamericano Donald Trump, ya se había retirado del Acuerdo Transpacífico en el medio de una disputa comercial con China. El mismo estaba destinado a ser quizás, el convenio de libre comercio más audaz del mundo entre naciones pertenecientes a tres continentes y con la participación de las dos mayores economías del globo.
A comienzos del 2020, la refundación del NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), reemplazado por el acuerdo USMCA o T-MEC (Tratado Estados Unidos, México y Canadá) fue otro ejemplo de los cambios que se fueron dando en los acuerdos de integración a nivel americano.
Estos casos evidencian un estado de crisis, o al menos, de replanteamiento de los modelos de integración y de libre comercio heredados, posicionando nuevamente en el debate, dos dicotomías que pueden resumirse como proteccionismo vs. liberalización, en el plano económico y como individualismo soberano vs. colectivismo consensuado, en el plano político. En tal sentido, Sudamérica, tampoco es la excepción frente a esta situación.

¿El Mercosur en proceso de reformulación?

El Mercosur, por su lado, está atravesando un momento de redefiniciones sobre cómo encarar futuras vinculaciones con terceros. Escenario que puso de manifiesto ciertos desencuentros entre sus socios plenos.
La actual crisis intra-bloque trascendió el 24 de abril del corriente año, durante una teleconferencia entre los Coordinadores Nacionales. Allí la República Argentina anunció que dejaba de participar de las negociaciones de los acuerdos de libre comercio en curso y futuras con Corea del Sur, Canadá, Singapur, Líbano, e Indonesia.
A través del comunicado 83/2020, desde el Palacio San Martín aconsejaron enfriar momentáneamente esas conversaciones, argumentando el peligro que conllevaría la firma de dichos convenios para el sistema productivo interno, sector ya sensible, a raíz de la pandemia mundial producida por el COVID 19.
La Argentina demostró que prefiere centrarse en la resolución de los tantos problemas económicos nacionales, aunque la Cancillería dejó en claro que seguirá acompañando la marcha de los acuerdos ya firmados del Mercosur con la UE y EFTA (Europa Free Trade Agreement), conformada por Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza.
Con el devenir de los días se evidenció la incertidumbre que generó ésta decisión en los demás socios del bloque. Primero el Canciller Felipe Solá afirmó que la Argentina no abandonaba el Mercosur ni se bajaba de ninguna mesa de negociación, pero pidió avanzar en la búsqueda de soluciones conjuntas a ritmos diferenciados en la agenda.
A su vez, mantuvo conversaciones con representantes de la agroindustria y con el sector empresarial, a modo de consulta y a fin de incorporar sus puntos de vista.
Expertos y analistas en el tema acuerdan en destacar lo sensible que sería “abrir” nuestra economía a competir con bienes y servicios de economías mucho más desarrolladas y productivas que la nuestra, como lo son Corea del Sur y Canadá. De concretarse dichos acuerdos, generaría un perjuicio en los sectores industriales de exportación argentinos y la liberalización del bloque llevaría a una re-primarización de sus economías.
Ésta postura no es compartida con el resto de los socios. Paraguay y Uruguay no poseen una industria nacional considerable a la cual proteger, y Brasil ha comenzado una tendencia de primarización de sus exportaciones desde la presidencia de Dilma Rousseff, profundizada durante los gobiernos de Temer y Bolsonaro.
En este sentido, la actitud argentina de defensa del empleo y de la industria local queda en soledad, frente a la posición de los demás socios que buscan internacionalizar el Mercosur.

Un poco de historia reciente

Para encontrar el origen de la flexibilización del bloque y de negociaciones “freelance” que deriva en la propuesta de un sistema de agenda a “distintas velocidades” o ritmos, tenemos que remontarnos al 2016. En cierta manera, se relaciona a la dicotomia Individualismo vs. Colectivismo planteada al comienzo del artículo.
En aquel entonces, Michel Temer intentó derogar la decisión 32/00 que institucionalizó la tradición del Mercosur de dialogar siempre en conjunto. Al chocar con la negativa argentina, la administración de Mauricio Macri le otorgó una salida amable al gobierno brasileño: el país acompañaría a su par en todas sus negociaciones individuales.
En estas condiciones, se continuaron las tratativas para alcanzar el acuerdo con la UE que estuvo 20 años estancada debido a la falta de proporcionalidad de concesiones entre los bloques. Se negociaba la apertura del Mercosur a bienes con valor agregado del viejo continente, versus, la apertura de los europeos a productos primarios ó con bajo valor agregado de las agroindustrias sudamericanas.
A pesar de este inconveniente de larga data para nuestro bloque, el convenio se firmó igual y en la cumbre del Mercosur realizada en la ciudad de Santa Fé el pasado año, se definió una aprobación ad-hoc del documento. El bloque negociaría en conjunto, pero el convenio entraría en vigor de forma particular, es decir, a medida que cada país lo fuera ratificando. Fue un triunfo del individualismo, marcando un punto de inflexión en el espíritu de la decisión 32/00, que había caracterizado la forma de negociación en bloque.
En los meses últimos, la asunción de Alberto Fernández evidenció el distanciamiento ideológico con Brasil. En Uruguay, el presidente Lacalle Pou inclinó la balanza hacia la propuesta diestra de Jair Bolsonaro de flexibilización y externalización del bloque. Y con Paraguay a favor de búsquedas de nuevos mercados para su commodities agropecuarios, la Argentina ingresó al 2020 en soledad y alejada de los demás socios.

Aquí, el problema principal es la reducción del Arancel Externo Común (AEC) y allí entra en juego la dicotomía proteccionismo vs. liberalización. La Argentina rechazó esa propuesta debido al impacto negativo que podría tener en su industria, a través del ingreso al país de productos de economías más competitivas. Pero también, hay un fuerte temor a perder terreno en el mercado brasileño, el cual es el principal destino de los productos industrializados del país y receptor del 30% del total de nuestras exportaciones. Esa doble consecuencia de la reducción del AEC, ya sea de forma particular o en bloque, se presenta como un verdadero dolor de cabeza para el actual gobierno nacional.

Enfriamiento de la crisis

Finalmente el jueves 7 de mayo, durante una nueva reunión de Coordinadores Nacionales del Mercosur, la Argentina presentó una propuesta para que el bloque avance en conjunto en las negociaciones comerciales, teniendo en cuenta la defensa de su tejido productivo y el empleo. Según un comunicado de la Cancillería paraguaya, en la reunión se determinaron importantes precisiones, se evaluaron y definieron “cursos de acción de las tareas pendientes de las negociaciones ya concluidas, con la Unión Europea y con EFTA, las negociaciones en curso con Canadá, Corea, Singapur y Líbano, la profundización de acuerdos ya suscriptos, como el caso de Israel e India, y los posibles nuevos frentes de negociación y diálogos exploratorios”.
Descartada momentáneamente la posibilidad de avance a distintas velocidades, el Ministerio de Relaciones Exteriores definió que cualquier acuerdo deberá ser sometido a estudios de impactos en la industria local (Solá suscribió un convenio con la UBA al respecto) y deberá asegurar beneficios concretos para los sectores exportadores. También manifestó sus observaciones, como el rechazo al acuerdo con Corea del Sur debido a la fuerte competitividad que posee en la industria de autos, acero, química y farmacéutica, y a la no relajación de medidas fitosanitarias para el ingreso de productos agrícolas nacionales.
En el caso de Singapur, objetaron una posible triangulación con productos chinos y pidió mejorar las reglas de origen. Con respecto a Canadá, pidió avanzar en una negociación de reducción de aranceles de los bienes uno por uno.

En principio, lo propuesto se puede considerar una “victoria” de la Cancillería Argentina, dado el contexto adverso descripto. El actual gobierno sacó a relucir su cintura política, logrando mantenerse en la mesa de decisión, sin trabar la continuidad de las negociaciones del bloque. En cierta manera, el país “marcó la cancha” a los demás socios, presentando su visión de integración y externalización del Mercosur, proponiendo cursos de acción que le permiten proteger la industria nacional, exigiendo estudios de impactos previos a cualquier firma. No obstante, no deberá descansar en laureles transitorios.
Según Damian Paikin, doctor egresado de la UBA y especialista en integración regional, si el país desea mantener un modelo de desarrollo diversificado, no puede bajo ningún aspecto perder el mercado brasileño. Esteban Actis, docente de la UNR y especialista en el tema, por otra parte, ve un futuro más pesimista: el país tendrá que elegir entre la dicotomía del proteccionismo, pero distanciándose de sus socios con un AEC diferenciado o una liberalización de la economía y, por ende, una posible destrucción de la industria nacional. En otras palabras, deberá decidir entre dos escenarios perdedores.
Las próximas semanas serán claves para entender cuál va a ser el futuro de nuestra unión aduanera imperfecta en un contexto de crisis, recesión y de fuerte baja del intercambio mundial. Esto, sumado a una disminución del comercio intrabloque, donde el intercambio argentino-brasileño en enero 2020 bajó un 8,8% interanual, dibujan un panorama poco alentador para lo que queda del año.
Para finalizar, el desmantelamiento de la UNASUR es una prueba viva de que el regionalismo ha mermado en nuestro continente, visualizando cómo el esfuerzo y la creación de confianza que tomó años construir entre socios, puede desmoronarse en un suspiro.

*Lic. en Relaciones Internacionales de la UCA (Universidad Católica Argentina). Miembro de CEIEP (Consejo de Estudios Interdisciplinarios Económicos y Políticos).