Los israelíes votan hoy martes para elegir un nuevo Parlamento y determinar si el primer ministro, Benjamin Netanyahu, sigue cuatro años más al frente del gobierno o llegó la hora del cambio de la mano del laborista Isaac Herzog.

Unos 5,88 millones de electores están convocados para elegir alos 120 diputados de la cámara, en más de 10.000 centros devotación ubicados en escuelas, hospitales y cárceles de todo el país.

Los primeros sondeos a boca de urna se conocerán tras el cierre de los centros a las 20. Los israelíes empezarán así a hacerse una idea precisa de la configuración de su 20ª Kneset, pero podrían tardar semanas en conocer el nombre del nuevo jefe de gobierno.

Hacia las 14, la tasa de participación oficial era de 36,7%, en lugar de los 38,3% de 2013.

En las últimas horas de una campaña en la que apenas se habló del conflicto con los palestinos, Netanyahu dio un golpe de timón derechista, con declaraciones destinadas a buscar votos de la extrema derecha y los colonos.

Así, el primer ministro saliente descartó un Estado palestino si es reelegido.

El laborista Isaac Herzog, de 54 años, y aliada de la exministra de Exteriores Tzipi Livni, basó en cambio su campaña en los temas económicos y sociales, y podría convertirse en el primer jefe de gobierno laborista desde hace 14 años.

Delante de un colegio en el barrio de Beit Hakerem, varios electores manifestaron a la AFP la diversidad de sus preocupaciones.

Heitnar Chaim, un judío de unos 50 años ataviado de una kipá, votó por los ultraortodoxos porque «estos últimos años se ha tratado mal a los haredim (judíos ortodoxos)», y «en tanto que médico que debe tratarlos, (está) bien situado para ver que la pobreza ha aumentado».

Yacobi Gideon, de 60 años, votó por Kulanu, la lista del centrista Moshe Kahlon, un exmiembro del Likud al que casi todos ven como la clave de una futura coalición.

«Con la izquierda y la derecha no cambia nada. Así que voto a Kahlon, que es el único en el que confío para cambiar las cosas en el ámbito económico», cuenta Gideon.

Los árabes israelíes, descendientes de los palestinos que no abandonaron sus tierras al crearse el Estado de Israel en 1948, parecen haberse movilizado masivamente, con el objetivo de sacarse de encima a Netanyahu.

«Es la primera vez que veo tanta gente», declara Ehab Hamam, de 37 años, delante de una oficina electoral de la ciudad de Haifa, donde viven árabes y judíos, en momentos en que unas cincuenta personas esperan para votar. «Votar es decirle a la derecha que aquí estamos», agrega.

Cuatro formaciones árabes israelíes presentan por primera vez una lista común y podrían convertirse en la tercera bancada del parlamento. Los árabes israelíes representan 20% de la población.

Según Netanyahu, «el gobierno de derecha está en peligro. Los electores árabes acuden masivamente a las urnas», en autobuses de organizaciones de izquierda, afirmó.

Referendum

Las legislativas se convirtieron de hecho en un referéndum a favor o en contra de Netanyahu, de 65 años, primer ministro desde 2009, y en el poder casi una década si se tiene en cuenta el primero de sus tres mandatos, de 1996 a 1999.

Fue el propio Netanyahu el que precipitó estas elecciones anticipadas, convocadas dos años antes de lo previsto, cuando a fines de 2014 rompió la coalición gubernamental, creyendo estar en posición de fuerza frente a sus adversarios, en particular Herzog.

Sin embargo, los últimos sondeos atribuían a la Unión Sionista de Herzog y a la centrista Livni entre 25 y 26 diputados, cuatro más que al Likud.

De las 25 listas en competición, unas 11 superarían, según los pronósticos, el mínimo necesario para acceder al reparto de escaños.

Teniendo en cuenta las múltiples alianzas posibles entre todos esos partidos, el resultado de la elección podría dar lugar a un largo período de negociaciones antes de la formación de un gobierno.

En el sistema político y electoral israelí, el presidente no está obligado a convocar al jefe del partido más votado para formar el nuevo gobierno.

EEUU e Irán continuan difícil negociación sobre programa nuclear Irani

Estados Unidos e Irán reanudaron este martes en Suiza sus difíciles negociaciones sobre el programa nuclear iraní, con temas pendientes por zanjar que limitan las posibilidades de lograr un acuerdo antes de fin de mes.

«Hemos hecho sin duda progresos» pero «nos quedan temas difíciles» por resolver, admitió este martes un alto responsable estadounidense.

Las partes se muestran escépticas sobre la probabilidad de alcanzar antes del 31 de marzo un acuerdo político sobre ese programa nuclear que descarte definitivamente la amenaza de un uso militar por parte de Teherán.

Después de 12 años de tensión y 18 meses de negociaciones, Irán y el grupo 5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania) se han dado hasta fin de mes para alcanzar ese acuerdo
político.

Si lo consiguen deberán trabajar de ahí al 30 de junio en un acuerdo global, que incluya todos los detalles técnicos.

El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, y su homólogo iraní, Mohamad Javad Zarif, se reunieron este martes en un palacio de Lausana (Suiza), tal y como ya lo hicieran el lunes durante cerca de cinco horas.

Los dos ministros están acompañados por el secretario estadounidense de Energía, Ernest Moniz, y el jefe de la Organización Iraní de la Energía Atómica (OIEA), Ali Akbar Salehi.

El lunes, Irán y Estados Unidos en Lausana, y luego los representantes de Irán con los ministros europeos en Bruselas, habían negociado intensamente.

«Irán debe tomar todavía decisiones muy difíciles (…) para responder a las importantes preocupaciones que sigue habiendo respecto a su programa nuclear», dijo el lunes por la noche otro diplomático estadounidense, que requirió el anonimato.

Al preguntársele si espera un acuerdo de aquí al 31 de marzo, el diplomático respondió: «Francamente, seguimos sin saber si lo conseguiremos». Comparó asimismo los meses de negociaciones sobre el programa nuclear iraní a una «montaña rusa».

Si se lograra un acuerdo, se levantarían a cambio las sanciones internacionales impuestas contra Teherán por enriquecer uranio, un proceso susceptible de producir combustible para una bomba atómica, intención que las autoridades iraníes siempre han desmentido.

«Ha habido avances, pero sigue habiendo puntos importantes por resolver», dijo el lunes por la noche el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius. Su homólogo británico, Philip Hammond, observó que queda «un camino largo» por recorrer.

«Para algunos, la solución está claramente al alcance de la mano, pero para otros, nuestros puntos de vista difieren», comentó por su lado Zarif.