No todo está dicho, pero todo está en discusión. Las presunciones de un camino hacia el balotaje entre Mauricio Macri y Daniel Scioli siempre estuvieron presentes aunque ni el más optimista del frente Cambiemos o el más pesimista adherente al Frente Para la Victoria hubieran supuesto resultados tan parejos en la elección de este domingo.

Empate técnico, dicen los encuestadores; aunque la distancia entre uno y otro candidato sea de más/menos 3 puntos porcentuales. En estos casos, tanto los candidatos como los equipos de campaña de cada uno no pueden cometer ningún tipo de error.

Los resultados comparados entre las Primarias y las Generales hablan por sí solos.

Mientras que Daniel Scioli perdió aproximadamente un 3% de lo recogido en las elecciones de agosto, Mauricio Macri incrementó su caudal en un porcentaje similar respecto de la contienda anterior. Quien no experimentó cambios sustanciales en las preferencias fue Sergio Massa, que se mantuvo en el 21% de los votos.

En cifras, Scioli supera los 8.500.000 votos, Macri obtiene algo más de 8 millones y la suma de los votos de Massa más los de Del Caño, Stolbizer, Rodríguez Saá y en blanco suman alrededor de 7 millones.

Con todo esto, los votantes del tigrense serán quienes definan casi exclusivamente la segunda vuelta electoral que se llevará a cabo el próximo 22 de noviembre. No obstante, no hay que dejar de tener en cuenta el fenómeno que se produjo en varias provincias en las que los candidatos a gobernador del Frente Para la Victoria superaron en votos al propio Scioli.

Esta situación se dio en las provincias de Formosa, Entre Ríos, Misiones, San Juan, Catamarca y Santa Cruz, en las que tendrá que ver qué estrategias impulsarán los gobernadores triunfantes en sus territorios para engrosar el caudal Sciolista.

Otra variable a tener en cuenta serán los acuerdos nunca expuestos que puedan hacer cualquiera de los dos contendientes con quien hasta hoy fue el tercero en disputa, Sergio Massa.

Cada paso, cada palabra y hasta cada gesto imperceptible, será determinante para que en la segunda vuelta el inestable fiel de la balanza se incline para uno o para el otro lado, de la msma manera que podría desequilibrarse con sólo poner una pluma.