Por Laura Hintze

El jueves 29 de octubre, un alumno del Normal Nº 2 recibió una descarga eléctrica al apoyarse sobre el mostrador de la cantina de su escuela. El disyuntor del establecimiento falló y el joven, de 17 años, sobrevivió sin lesiones. El siniestro fue el puntapié para desatar, una vez más, el reclamo de la comunidad educativa local por mejoras en las condiciones edilicias de las escuelas de Rosario y la provincia.

Así, comenzó a notarse que el problema de los techos que se caen, de las escuelas que se inundan, de las paredes electrificadas, no cesa nunca y no tiene distinción geográfica: las problemáticas de mantenimiento atraviesan a toda la ciudad. Tanto el gremio docente como Gustavo Álvarez, director del Fondo de Asistencia Educativa, coincidieron en que las tareas de prevención y mantenimiento en las escuelas precisan una atención permanente que no siempre se brinda.

“Anteayer (por el miércoles) vinieron a colocar un nuevo disyuntor. Hoy media escuela está sin luz, porque el disyuntor salta y no sabemos dónde está el problema eléctrico. Los porteros no quieren limpiar por miedo. El Ministerio rehabilitó las clases, pero yo pienso que los chicos no pueden venir”. Claudia es miembro de la cooperadora y de la escuela República de México (Warnes al 1000) y mamá de uno de los 700 chicos que allí estudian.

La institución mantuvo esta semana las puertas cerradas por problemas de mantenimiento y seguridad: cada vez que llueve, la planta alta tiene que clausurarse por filtraciones de agua y el consecuente desprendimiento de mampostería y los riesgos eléctricos que la humedad implica. Claudia explicó a este medio que hace diez años que tienen este problema y que nunca se hicieron obras de fondo para solucionarlo. “Esta vez tiraron abajo el cielorraso, para que no siga cayendo. Pero si vuelve a llover, va a volver a clausurarse la planta. El Ministerio siempre pone parches y nos da presupuesto de a puchitos. Pero así no llegamos a ninguna solución”.

Cristina recuerda cuando la escuela en que trabaja, la 617, tuvo, por tres años, un agujero en el techo. “Lo pudimos arreglar con un subsidio del Concejo Municipal, ni el Ministerio ni el FAE nos ayudaron. Teníamos que suspender un grado por día para no usar ese salón”. La escuela en cuestión está ubicada en Santa Fe al 4800. Todo el barrio la conoce como “La piojito”: funciona en un terreno de dos casas antiguas, unidas, cuyas habitaciones son los salones. Hay aulas de 3×5 y de 2×4 metros.

Hace 26 años que La Piojito pide por un edificio nuevo, donde puedan ser más los chicos que van a estudiar. La escuela tiene de preescolar a séptimo grado, en los dos turnos. La matrícula es de 90 alumnos, la gran mayoría vive en la villa de barrio Ludueña. A pesar de que sea evidente, Cristina siente la necesidad de destacar: la escuela se viene abajo. Y para La Piojito no hay un peso.

Los problemas de inversión y presupuesto terminan siendo siempre el punto de inflexión a la hora de actuar. Danielo Couselo, miembro del comité mixto provincial de Salud y Seguridad en el Trabajo, señaló que nunca pudo discutirse junto al Ministerio el presupuesto destinado para infraestructura de las escuelas. “Lo maneja el gobierno de forma unilateral. Siempre hubo que aggiornarse a los fondos que van saliendo”, explicó.

Desde su perspectiva de docente y delegado gremial, la situación en las escuelas cambió sustancialmente en los últimos diez años. La clave está ahora, y desde su perspectiva, en democratizar la inversión del gobierno provincial, esto es, discutir con los gremios el porcentaje de presupuesto destinado a infraestructura con el objetivo de saber con cuánto se cuenta y poder establecer prioridades a futuro.

El comité mixto en Educación se conformó a mitad del año pasado. De esta manera, el Ministerio de Educación y el gremio docente articulan tareas para prevenir riesgos en el trabajo. El comité provincial se divide también en comités regionales. Rosario está incluida en la región sexta. Junto con San Lorenzo y Villa Constitución, conforman la región más grande de la provincia. Un primer relevamiento provincial indicó que las mayores urgencias de las escuelas son la impermeabilización de techos, ya que con cada lluvia se producen filtraciones y problemas con la conexión eléctrica; los arreglos de los baños y la provisión de agua.

Este último excede a la institución educativa aunque no deja hacer a las condiciones materiales para un normal desenvolvimiento de las clases. En ese sentido, Couselo destacó que muchas problemáticas estructurales se relacionan directamente con el contexto de la escuela: desratizaciones, inundaciones, problemas en desagües, todos exceden al ámbito escolar y su resolución termina siendo un parche.

“La problemática de la infraestructura puede suceder, y de hecho sucede, tanto en el centro como en la periferia. No hay distinción, sino que hay prioridades”, señaló Gustavo Álvarez, director del Fondo de Asistencia Educativa. El FAE trabaja de manera integral con el Ministerio de Educación y las Cooperadoras de las escuelas. Los trabajos del Fondo son en menor escala, explicó Alvarez, los problemas estructurales quedan en manos del Ministerio, que maneja mayor proporción de dinero. El trabajo en esta área nunca se termina: “el mantenimiento y la prevención son permanentes. Muchas veces hay situaciones más profundas de las que no podemos hacernos cargo”.

Gustavo Teres, secretario general de Amsafe Rosario, coincidió con la idea de que los problemas de infraestructura atraviesan la ciudad y no hacen distinción de boulevares. Para el dirigente, las diferencias de cada institución tiene que ver con el texto y el edificio. Así, distinguió él también que no es lo mismo un edificio centenario como los normales o las escuelas técnicas históricas, como aquellas que están ubicadas en zonas donde la presencia de lo público se necesita de manera mucho más integral. “El gobierno sostiene que hace, pero siempre resulta ser insuficiente”, destacó Teres.

La mayoría de los problemas de infraestructura, siempre exceptuando casos particulares y graves como “La Piojito”, tienen que ver con falta de mantenimiento cotidiano. “Intentamos discutir un cronograma de mantenimiento de las escuelas con el Estado. Eso incluye, por ejemplo, la limpieza de canaletas de techos y desagües, la limpieza de tanques, el desmalezamiento de los patios, control de las conexiones de gas previo al otoño. Todas cuestiones elementales que, sin embargo, pueden afectar al normal desarrollo de las clases. Y en ese sentido, vemos que se puede avanzar, pero no tanto: la voluntad política se agota cuando se llega a la provisión de fondos”, concluyó Couselo.